Enrique Peñalosa, precandidato presidencial de la Alianza Verde. | Foto: SEMANA

POLÍTICA

¿Le llegó, por fin, la hora a Enrique Peñalosa?

A pesar de la tormenta que sacude a la Alianza Verde, soplan vientos favorables para el exalcalde de Bogotá. Análisis de Semana.com.

Armando Neira
5 de febrero de 2014

Enrique Peñalosa vive una paradoja. Soplan vientos de tempestad en su partido, la Alianza Verde, pero él respira más tranquilo. Derrotó a los progresistas que tantos obstáculos le ponían y ahora, entre otras cosas porque se trata de una figura reconocida, tiene opciones claras de ganar la consulta popular y convertirse en un candidato oficial a la Presidencia.

Ya lo intentó en el pasado cuando fue vencido por Antanas Mockus, pero fue protagonista de la ola verde que tanta fascinación produjo entre los colombianos.

Es factible que gane la consulta porque de aquí al 9 de marzo su nombre va a seguir sonando en las encuestas, lo que le da una visibilidad vital sobre sus contendores. De ahí en adelante depende de sí mismo para seguir creciendo. Una tarea difícil por un lunar que siempre lo ha perseguido: sus críticos alegan que es un excelente administrador, pero un pésimo candidato.

Ahora, sin embargo, parece haberle llegado la hora. Puede ser su gran oportunidad política. En este instante, todas las encuestas señalan que la intención de voto por el presidente Santos –a pesar de haber mejorado su imagen y de que ha aumentado la opinión en favor del proceso de paz que lidera– está estancada alrededor del 30 %.

En los extremos ideológicos el horizonte es incierto. Ni la derecha con Óscar Iván Zuluaga (Centro Democrático) ni la izquierda con Clara López (Polo Democrático) o Aída Abella (Unión Patriótica) logran conquistar un respaldo mayoritario para avanzar.

Por ahora, la única novedad es la aparición en las encuestas de Marta Lucía Ramírez (Partido Conservador), cuyo crecimiento, sin embargo, aún no pone en peligro el liderazgo de Santos. Y a pesar de haber sido proclamada la candidata de los azules, falta la decisión del Consejo Nacional Electoral para exhibir este título oficial.

En los cuarteles de peñalosismo se ven las cifras con optimismo. Analizan el voto en blanco y el de los indecisos, que sumados llegan casi al 50 %. Ellos consideran que allí está el electorado que definirá la contienda presidencial. Esa es la franja en la que Peñalosa, piensan, tiene todas las posibilidades para crecer.

¿Por qué? Para ellos, Peñalosa puede ofrecer un programa de equidad y de consolidación de un posconflicto con cambios, así como una trayectoria de gerencia pública. También mostrar una candidatura independiente, lejos de la política tradicional. Es decir, tiene un espacio para vender un programa muy atractivo.

Sus consejeros le han hecho saber que esta es su oportunidad para consolidar una imagen que lo desligue del uribismo, que tanto le restriegan algunos sectores de la izquierda y que le hizo perder la Alcaldía de Bogotá frente a Gustavo Petro.

“Tiene una ocasión para constituir una propuesta colectiva de la mano de la Alianza Verde, un proyecto político que se ofrece como una propuesta fresca, alternativa y de centro izquierda”, dice el concejal Antonio Sanguino, un hombre que proviene de la izquierda y que ahora lo defiende con ahínco.

“De los cuatro alcaldes de izquierda que ha tenido Bogotá, él ha sido el mejor”, dice un analista que valora que durante su administración en Bogotá hizo una política con equidad, les expropió el club El Country a los ricos para entregárselo a todos los ciudadanos, hizo megabibliotecas en los barrios más pobres y llenó de ciclorrutas la ciudad para facilitar el desplazamiento de todos.

“Qué mejor igualdad de clases -dijo Peñalosa en un reportaje a la televisión internacional- que ver transitar con facilidad a los buses de TransMilenio mientras, a su lado, los propietarios de carros avanzan con lentitud entre los trancones”. Por eso, a muchos de quienes lo rodean les parece injusto que lo acusen de ser un hombre de derecha, cuando tal vez ha sido el que más se ha dado la pela por los menos favorecidos.

Para presentar sus ideas tiene que ganar la consulta, en la que se enfrentará a otros dos candidatos. Uno es John Sudarsky, quien representa el ala mockusiana que aún sobrevive en esta colectividad desde cuando Mockus se fue del partido luego de que Peñalosa aceptó el apoyo de Uribe. Y el otro es Camilo Romero, quien emergía como el senador más activo en debates de control político, y pareció heredar de Gustavo Petro esa función en el Congreso.

La principal bandera de Sudarsky es la reforma política y un cambio en el sistema de representación de los ciudadanos en el Congreso, el cual –considera– es la raíz de los problemas de corrupción. Esas virtudes juegan a su favor, pero tiene en contra que según varias encuestas, más del 80 % de los electores no lo conoce. En el 2010, cuando fue elegido senador, obtuvo 32.787 votos.

Romero, por su parte, impulsó un movimiento denominado Nueva Ciudadanía, con el cual intentó darle un golpe a la clase política tradicional. Recogió 1,3 millones de firmas para revocar el Congreso luego del escándalo de la reforma a la Justicia, pero no tuvo efectos. En la consulta no tendrá el apoyo de Progresistas, el movimiento que representa, lo cual mina en parte su objetivo de derrotar a Peñalosa. Fue elegido senador por el Polo con 44.484 votos.

Estas son las cifras que ambos esperan multiplicar para tener un chance real, por lo que deben esforzarse al máximo. Entretanto, el horizonte para Peñalosa luce despejado a pesar de la tormenta que sacude a su partido.