Juan Manuel Santos (c), acompañado del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón (primero izq.); el alcalde (e) de Bogotá y ministro de Trabajo, Rafael Pardo (segundo izq.); y el director general de la Policía, general Rodolfo Palomino (der.), mientras se derribaba una ‘olla’ de drogas en el sector capitalino de Suba. | Foto: SIG / Javier Casella

POLÍTICA

¿Las ‘ollas’ las tumba el presidente o el candidato?

Cuál Santos declara esta nueva guerra al microtráfico. Análisis de Semana.com.

11 de abril de 2014

El presidente-candidato Juan Manuel Santos madrugó este viernes al operativo de demolición de una ‘olla’ del narcotráfico ubicada en el noroeste de Bogotá. Se tumbó así el primer muro, en línea con la nueva 'Política de Desarticulación del Microtráfico'. Se trata, según sus palabras, de una “cruzada a favor de la seguridad de todos los ciudadanos en contra de esas fábricas de crimen que son las ollas, las ‘miniollas’, los expendios, como el que aquí acabamos de derribar”.

Santos se lanzó, otra vez, al ataque de uno de los más graves síntomas de descomposición de los centros urbanos. “Yo he estado en el frente de guerra en Chechenia –dice un veterano corresponsal de conflictos armados actualmente en Colombia–. Pero lo pensaría dos veces antes de meterme al Bronx, en el centro de la capital”.

Así de peligrosos son estos sitios. Intimidan y su paisaje es una cruda pintura de lo que debe ser el apocalipsis. Recovecos donde hallar la muerte es frecuente, infecciones por doquier, niños agredidos sexualmente, olores nauseabundos, en fin.

¿Por qué no poner orden? Entre otras cosas, porque son guetos en donde hasta las autoridades corren riesgos inmensos. El número de policías muertos que han intentado ingresar es un rosario. Hace dos años, SEMANA se metió a fondo en esta problemática y lo que halló a lo largo y ancho del país era alarmante.

En los alrededores de la estación del metro de San Antonio, en pleno centro de Medellín, un grupo de hombres originó en una ocasión un caos que paralizó por horas el corazón de la capital paisa y dejó pérdidas de miles de millones de pesos. En Tuluá, Valle, hubo días en que los pobladores amanecían con los cuerpos decapitados. Y en otra oportunidad, en Bogotá, las autoridades interceptaron comunicaciones que ofrecían, como en tiempos de Pablo Escobar, 20 millones de pesos por cada policía que fuera asesinado.

El origen de estos ejemplos está en las bandas que entraron al negocio ilícito tras la caída de los grandes capos del narcotráfico. Emergían de entre las tinieblas los nuevos barones de una mafia muy poderosa.

“El narcomenudeo suena a negocio pequeño, pero es extremadamente lucrativo y por eso es tan apetecido, explicó en su momento un oficial antinarcóticos. Un kilo de coca puesto en Miami cuesta cerca del equivalente a 50 millones de pesos. Después de todos los pagos, al narco le pueden quedar libres 30 millones de pesos. Pero corre riesgos altos que van desde perder la droga en incautaciones hasta ser capturado y extraditado –afirmó–. Con las llamadas ‘ollas’ la ganancia es similar pero con menos riesgo”.

“Un kilo de coca en Bogotá, por ejemplo, cuesta dos millones y medio de pesos en promedio. Ese kilo se rinde con diferentes sustancias y lo convierten en tres kilos. A cada kilo de esos le sacan 4.000 dosis, que en promedio se venden a 10.000 pesos cada una. Eso da 40 millones, de los cuales pueden quedar los mismos 30 millones por kilo al gran capo, pero sin muchos de los peligros que enfrentaría si lo enviara al exterior. Así funciona en la capital y en el resto del país. Ese es el gran éxito del microtráfico”, concluye el uniformado.

Tras dramática radiografía, el Estado prometió buscar una solución inmediata y Santos en persona ordenó acabar con las ‘ollas’. Era natural porque el monstruo acosaba.

La idea de arrasar con lo construido ya había tenido en el país un buen antecedente. El Parque del Tercer Milenio, un lugar amplio, bien diseñado, con adoquines y fresca vegetación, está en lo fue El Cartucho, conocido como el peor infierno del país.

Por eso, destruir físicamente esos lugares puede ser el punto de partida para dignificar la vida. Pero, entonces ¿qué pasó? Si el jefe del Estado dio unas instrucciones precisas, ¿qué ocurrió con eso?

Y es aquí en donde entra la discusión de hoy. ¿Las imágenes de Santos son las del presidente de la república dándoles continuidad a sus propias políticas? ¿O las de un candidato que dispone de toda la capacidad del Estado para hacerse una buena e impactante foto? El presidente Santos “por desespero electoral ordena demoler ollas de narcotráfico”, dice el exmandatario Álvaro Uribe Vélez. ¿Tiene razón su máximo opositor?

La respuesta la tiene el propio Santos, que después de haber ordenado acabar con las ‘ollas’ y de prometer un conjunto de medidas sociales para sacar del delito a centenares de personas, ahora llega a tumbar las edificaciones.

Santos argumenta que no es una batalla individual sino que para eso ha conformado un verdadero ejército. “No vamos a tener ninguna tregua, no vamos a dar cuartel porque la lucha contra el hampa que está afectando a los ciudadanos es una lucha decidida y contundente”, por lo que la pelea “contra la inseguridad ciudadana tiene que ser una lucha de todos: del gobierno nacional, de las alcaldías y de las comunidades. Y así vamos a vencer este nuevo enemigo al que le hemos declarado la guerra, lo hemos declarado objetivo de alto valor”.

Si es así, todos los aplaudirán. En caso de que resulte reelegido y en cuestión de meses, las ollas y sus tenebrosos personajes que las manejan conquisten otros escenarios de las ciudades, muchos aprovecharán para recordarle otra promesa incumplida. Por eso, este viernes ¿quién tumbó Las ‘ollas’? ¿El señor presidente, que responde ante su país, o el candidato, que puede hacer cualquier cosa para entusiasmar la campaña?