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La mañana después de la avalancha

Sálvese quién pueda: la gente busca huir de la zona ante los rumores de que podría haber una segunda avalancha y se agolpa desesperada junto a un helicóptero del ejército estadounidense.

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Bajo el lodo: amanece en Armero y bajo el sol solo puede verse los restos de la que era una de las poblaciones más prósperas de Tolima.

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Se borra un pueblo: a las 11 y 35 de la noche una corriente de 30 metros de altura ha impactado la ciudad a 300 kilómetros por hora. Solo unas pocas casas quedaon en pie.

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Un aliento en medio del dolor: en las primeras horas tras la avalancha los sobrevivientes, que apenas empiezan a asimilar las dimensiones de la tragedia, buscan un refugio para descansar.

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Olor a muerte: a lo largo del día siguiente, 14 de noviembre, los pueblos aledaños se convierten en anfiteatros donde la gente pronto empieza a buscar los cadáveres de sus seres queridos.

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Llega la ayuda: el mundo empieza a reaccionar, y pronto aterrizan en Armero dos enormes helicópteros del ejército de Estados Unidos.

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El rescate: los sobrevivientes empiezan a aparecer. Cubiertos de lodo seco deambulan en shock hasta toparse con los rescatistas.

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Arranca el largo duelo: a medida que avanza el día las personas empiezan a entender, impotentes, que Armero desapareció para siempre.

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La mañana después de la avalancha

El símbolo: la agonía de Omayra Sánchez, una niña de 12 años atrapada en el fango que el mundo vio morir lentamente, encarna la impotencia de un país paralizado por una catástrofe demasiado grande para poder ser comprendida. Fotografía: Frank Fournier.

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