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Los guardianes de los niños de Quibdó

Este es el barrio en el que se encuentra el colegio de la zona minera de Quibdó, que sirve como sede a la ludoteca.

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Los niños asisten a clases regulares en el colegio y también a jornadas especiales con la ludoteca.

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Este es Franz Pino, uno de los ludotecarios de NAVES "Cocorobé". Franz lleva ocho años trabajando con la ludoteca.

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Las jornadas se caracterizan por el juego y, en algunos casos, la asistencia de los padres de familia. Cuando lo hacen, se les anima a que participen en las actividades.

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Fernando Dávila, presidente del Politécnico Grancolombiano. El Politécnico desde hace trece años apadrina la ludoteca y este año por primera vez visitó el proyecto.

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Franz recoge uno de los niños que asiste a la ludoteca, Freddy, del barrio Buenos Aires, parte baja, de Quibdó.

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Freddy, de quince años de edad, solía trabajar. Gracias al acompañamiento de la ludoteca dejó de hacerlo, y ahora estudia.

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Los dos hermanos de Freddy, en su casa. El principal motivo por el que las familias hacen que los niños trabajen son las necesidades económicas.

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Carmen Romaña, otra de las ludotecarias de NAVES "Cocorobé".

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Franz, mientras se prepara para su viaje semanal a la vereda de Bahía Solano, al otro lado del Atrato.

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Esta casa es la sede de la ludoteca en la vereda Bahía Solano, una de las más pobres de Quibdó.

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Franz, a su llegada a la sede. Cada semana los niños esperan la llegada de los ludotecarios, que les traen juegos y actividades.

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Jhon, un profesor de Bahía Solano, que sirve como enlace para los ludotecarios.

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Los juegos en los que los niños participan son de distinta índole, y buscan desarrollar diferentes aspectos de ellos como seres humanos.

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A la sede de Bahía Solano asisten también niños de comunidades indígenas.

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Carmen, a la salida de la ludoteca, acompañada por los niños.

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Terminada la labor, Carmen y Franz en la lancha, de regreso a Quibdó.

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