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| Foto: Semana.com

ENTREVISTA

“Las encuestas que hay no son comparables”

Juan Carlos Rodríguez-Raga @jotacerrerre, experto en opinión pública y director del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, habla sobre la controversia en torno a las encuestas y explica por qué los resultados sobre el plebiscito arrojan cifras tan diferentes.

20 de agosto de 2016

SEMANA: ¿Cómo explica que frente al plebiscito, algunas encuestas le den una amplia ventaja al No y otras al Sí?

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ-RAGA: Las fuentes de variación en las encuestas son básicamente la coyuntura en que se hacen, la forma de redactar las preguntas y el diseño de la muestra. Una encuesta que se concentra en ciudades, como la de Ipsos, tiene resultados muy diferentes a una que considere la opinión de la gente en zonas rurales y municipios pequeños, como las de Invamer-Gallup o el Centro Nacional de Consultoría.

SEMANA: La encuesta de Invamer-Gallup concluye que la mala imagen del presidente Santos no incide en la decisión de los colombianos sobre el plebiscito, mientras que la de Ipsos concluye que sí lo hace. ¿Por qué esa diferencia?

J.C.R.: Sin duda hay una relación entre la popularidad presidencial y el plebiscito, pero la popularidad presidencial no es lo único que explica la intención de voto por el Sí o por el No. Podría pensarse que en zonas que han sido más afectadas por el conflicto (campo y ciudades pequeñas) la percepción del presidente tenga un peso menor en la intención de voto que el que puede tener en zonas tradicionalmente menos afectadas por la violencia de las Farc, como las grandes ciudades. Por esa razón, encuestas realizadas exclusivamente en ciudades, como la de Ipsos, podrían ser menos favorables al plebiscito.

SEMANA: ¿Qué tan comparables son las encuestas?

J.C.R.: Como no tienen un diseño muestral similar, algunas no son comparables. Lo que sí es comparable es lo que arroja, en el tiempo, una encuesta realizada con la misma metodología y representatividad. Por eso sorprendió tanto que en la medición de Colombia Opina (la de Ipsos) el No se disparara frente a la misma encuesta hecha hace menos de dos meses. Ahora bien: el No, según esa medición, se disparó en las grandes ciudades y, por tanto, no refleja la opinión generalizable a todos los colombianos. Aunque en este caso SEMANA y RCN publicaron la ficha técnica, les faltó aclarar que esa muestra no permite hablar de la ‘opinión de los colombianos’. Para hacer eso se necesitarían muestras más grandes y que vayan más allá de las grandes áreas urbanas.

SEMANA: ¿Qué explica que las encuestas coincidan en otros temas, como por ejemplo, en darle una alta intención de voto a Petro, a Vargas Lleras y a Fajardo para 2018?

J.C.R.: Hay temas que no son de la coyuntura y que todavía no representan motivaciones profundas de las personas. Las preferencias electorales, a dos años de las elecciones, se deben más a la recordación que a una verdadera intención de voto. En cuanto a otras coincidencias entre las encuestas, como el rechazo a que las Farc participen en política o a la baja popularidad presidencial, puede decirse que son opiniones generalizadas entre personas de distintos perfiles, que viven en el campo o en la ciudad.

SEMANA: En su pasada columna en SEMANA, Daniel Coronell afirma que la medición de Ipsos se equivoca al asumir que el 67 por ciento de los colombianos votó en la última elección, cuando la abstención real fue del 48 por ciento. ¿Qué opina?

J.C.R.: Coronell no consideró que en cualquier medición electoral, por buena que sea, siempre hay una inflación del resultado de participación electoral. Muchos encuestados prefieren mentir y decirle al encuestador que sí votaron porque les da pena decir que no lo hicieron, o que no lo harán. Técnicamente eso se llama ‘sesgo de deseabilidad social’. Idealmente las encuestas deben realizarse a votantes reales, pero eso requiere contar con bases de datos que no necesariamente son fáciles de armar para todo el país. La única que trabaja con estas bases es Polimétrica, de Cifras y Conceptos, pero tiene la limitación de que solo representa las principales ciudades.

SEMANA: ¿Qué tanto las encuestas terminan afectando la intención de voto?

J.C.R.: Entender cómo funciona un votante es muy complejo y en el país la investigación sobre el comportamiento electoral es aún incipiente. Sabemos que es irreal creer que los votantes deciden después de informarse en detalle sobre los asuntos o programas, pero no sabemos qué factores tienen en cuenta para tomar su decisión de voto, y, por tanto, cuál es el impacto de las encuestas ni en qué sentido se da ese impacto. En el caso del plebiscito, las encuestas cercanas a la elección podrían impactar en dos sentidos: una encuesta que, como la de Ipsos, le da un 50 por ciento al No, puede desanimar a los del Sí o motivarlos a hacer campaña. Creería que en la medida en que la competencia sea más apretada podría suceder lo segundo, dado que el voto por el No es quizás más emocional y más explícito, y llega más rápidamente a su techo.

SEMANA: Otro argumento de Coronell es que la pregunta de la intención de voto debe encabezar cualquier cuestionario y no realizarse después de preguntar sobre otros temas, sobre todo cuando los encuestados son críticos frente a ellos. ¿Cuál es su opinión?

J.C.R.: La columna de Coronell abrió un debate necesario: el de elevar los estándares de las encuestadoras en el momento de exponer sus fichas técnicas, y de los medios a la hora de publicarlas. Sería más transparente publicar el margen de error de cada pregunta y los cuestionarios y aclarar en los análisis qué tipo de colombianos respondieron la encuesta. Se deben publicar las muestras, la manera de formular las preguntas, el orden de los cuestionarios, y si estos se aplican telefónica o personalmente. Pero en la medida en que no sabemos bien cómo opera la mente del votante, no es claro si es mejor incluir la pregunta al principio o al final.

SEMANA: ¿Las encuestas de estos días permiten o no predecir cómo será el voto por el plebiscito?

J.C.R.: Predecir un resultado electoral es un arte, más que una ciencia. Hoy, hacerlo con el plebiscito, cuando aún no ha empezado formalmente la campaña, es difícil. Además de que un plebiscito es prácticamente inédito en Colombia (no ocurre hace 59 años), todavía ni siquiera sabemos cómo será la pregunta.

SEMANA: ¿Preguntar por el contexto del país antes de preguntar sobre la intención de voto, puede sesgar la respuesta sobre cómo votará un encuestado?

J.C.R.: Nada garantiza nada. En la medida en que los votantes colombianos son tan poco informados, es difícil saber qué es mejor. Uno no sabe si, en el caso del plebiscito, por ejemplo, el votante toma la decisión sin contexto, en cuyo caso es mejor preguntar por la intención de voto al principio, o si decide cómo votar después de analizar lo qué está pasando en el país, en cuyo caso es mejor que la pregunta electoral se haga al final. Lo que sí es posible predecir es que así como muy pocos votantes definen su voto por presidente a partir de leer el programa de gobierno, muy pocos decidirán cómo votan el plebiscito a partir de lo que diga el acuerdo final con las Farc.

SEMANA: A partir de las encuestas publicadas sobre el plebiscito, ¿cómo prevé que se portará la opinión?

J.C.R.: Es posible que la firma del acuerdo genere una euforia más adelante. Por ahora, tenemos una campaña del No emocional llegando a su techo, y una campaña por el Sí basada en beneficios racionales de acabar con la guerra, pero a la que aún le falta corazón. Apoyándose en lo que dicen las encuestas, una campaña eficiente por el Sí debería evidenciar que un voto a favor del plebiscito es un voto contra la guerrilla. Y es que, si en algo coinciden todas las mediciones, más allá de las diferencias muestrales, es en que la gente quiere la paz pero odia a las Farc. En articular estas dos emociones está la clave del Sí.

SEMANA: ¿Cree que debería haber una regulación más específica sobre la metodología de las encuestas publicables?

J.C.R.: Creo que la alineación de incentivos entre firmas encuestadoras, organizaciones contratantes y medios de comunicación por elevar los estándares de transparencia en la elaboración de los estudios y la precisión al divulgar los resultados son mejores, que establecer regulaciones más engorrosas que suelen ser inoperantes y contraproducentes.