En varias de las conversaciones 'chuzadas', el entonces Presidente del Comité Intergremial de Barranquilla, Arturo Sarabia(derecha), conversa con el Director de Tránsito de esa ciudad, Enrique Berrío (izquierda).

POLÍTICA

Chuzadas telefónicas clandestinas desatan escándalo en Barranquilla

Lo que dicen un líder gremial y un funcionario público en las conversaciones privadas escandalizó a los barranquilleros. Saber quién los 'chuzó' y con qué propósito los podría escandalizar aún más.

10 de junio de 2009

En rueda de prensa, el impulsor de la red Visión Compartida, Manuel María Márquez, entregó a los medios unas conversaciones telefónicas sin revelar cómo las consiguió, que pusieron a varios empresarios y líderes de la región a pasar verguenzas.

La mayoría de las conversaciones telefónicas sucedieron, hasta dónde estableció Semana.com, en abril de 2008 y fueron entre el entonces presidente del Comité Intergremial y actual embajador en Portugal, Arturo Sarabia, y el ex presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio, Enrique Berrío, actual director de tránsito distrital de la ciudad.

Un experto consultado por Semana.com dijo que este tipo de grabaciones no las puede hacer cualquiera en el país y que por su nitidez se puede deducir que fueron hechas con un sofisticado equipo al que sólo tienen acceso funcionarios estatales, con previa autorización de la entidad judicial competente por un período de tiempo que suele ser mínimo de un mes. "Estas conversaciones son seguramente apenas fragmentos de las que obtuvieron después de muchas horas de grabación", aseguró. Y observó además que la versión conocida parece editada.

En la conversación privada interceptada a Berrío y a Sarabia, comentan acerca de la persecución que perciben ha hecho Márquez en contra de Berrío y discuten cómo podrían contrarrestar la influencia del director de la Red sobre la Gobernación. En efecto, como ha sido de público conocimiento, Márquez ha sido un duro y sistemático contradictor de Berrio durante varios años.

También se difundió un fragmento de conversación entre Berrío y el reconocido empresario Kenneth Loewy, en la que hablan sobre la posibilidad de que el municipio de Puerto Colombia le cambie la nomenclatura a una calle que nace en Barranquilla y continúa, por efecto de la conurbación, en el municipio vecino. Sobre esta calle ha habido una interminable polémica porque en medio de dos vías fue construida una estación de gasolina de la que Berrío es socio. Los denunciantes sostienen que la estación se encuentra en un bulevar, mientras Berrío sostiene que son dos calles.

Terminó por agravar la polémica el hecho de que Berrío como director de la Secretaría de Tránsito de Barranquilla, construyera un separador en una vía cercana que, según sus detractores obliga al desvío hacia la gasolinera. Pero también es justo precisar que en el sitio donde se construyó el separador, transportadores de servicio público habían establecido una estación de taxis y hacían giros y cruces indebidos sobre la vía circunvalar, una congestionada arteria por la que circula tráfico pesado.

El tono de las conversaciones entre Berrío y Sarabia es desfachatado y a veces incluso hacen comentarios pesados, que no pasarían de ser una broma en una conversación privada, pero que al ponerlos en la picota pública suenan vulgares y escandalosas. Incluso, también se ha comentado en Barranquilla, donde no se habla de otra cosa desde el martes, que las conversaciones revelan un estilo prepotente y manipulador por parte de estos empresarios. 

Además se ha criticado que Berrío y Sarabia discutieran la posibilidad de poner en práctica costumbres que ellos le han cuestionado con vehemencia a grupos políticos tradicionales que durante años han gobernado a la ciudad. Así por ejemplo, en la charla, Sarabia aconseja a Berrío atacar la calumnia con calumnia y meterle una demanda a Márquez ante la Fiscalía, usando falsos testigos.

También se ha visto mal la posible instrumentalización del Comité Intergremial para manifestarle al gobernador Eduardo Verano que ya lo no están apoyando porque no los atiende o los recibe de manera displicente.

Sin embargo, ninguna de las conversaciones comprueba una conducta criminal o ilegal. Es más, al contrario de lo que se quiere demostrar con su difusión, si estas grabaciones demuestran algo es que estos líderes empresariales no son demasiado hábiles en fraguar conspiraciones.


La cuestión de fondo

Sin embargo, el escándalo que entretiene hoy a La Arenosa, no pasaría de ser una gran verguenza para su clase empresarial dirigente, de no ser porque el trasfondo es mucho más serio. El grupo de empresarios nombrados en las conversaciones como los amigos de Sarabia y Berrío, y que incluye a prestigiosos empresarios de la ciudad,  llevan ya varios años intentando neutralizar la creciente influencia de la politiquería y el clientelismo que había llevado a la parálisis a la ciudad caribeña.

La derrota de José Name a manos de Eduardo Verano en la contienda por la Gobernación del Atlántico, y el ascenso de Alejandro Char a la Alcaldía de Barranquilla, fueron recibidas con positivismo por sus aliados, la Cámara de Comercio, Andi y el Comité Intergremial presidido en ese entonces por Sarabia.

Estos empresarios han respaldado a Char en su gestión, aplaudida por los barranquilleros, por sanear las finanzas de Barranquilla y por renegociar o anular contratos y concesiones que habían resultado especialmente onerosas para la ciudad. Muchas de estas concesiones y contratos han sido cuestionados porque pudieron estar involucradas mafias y roscas politiqueras, mucho más peligrosas para la democracia que estas conversaciones de costurero entre un líder gremial y un funcionario de la administración Char. La paradoja es que con su pecado venial, los más interesados en que a Char le vaya bien, han empañado el ambiente de renovación que éste ha logrado construir. 

Sin embargo, no parece casual que se difundan estas grabaciones, con tanta saña, que dejan mal parados a a dos aliados de la administración Char, como Sarabia y Berrío, justo cuando el Alcalde está enfrentando, con más valentía que cálculo, viejos vicios de la gestión pública para hacerla más transparente y eficaz.