Alexandra Hall Hall, de la Embajada Británica; Tommy Stramberg, de la Embajada Sueca, y Bastienne Karel, de la holandesa.

ENTREVISTA

“Visitar a Nariño nos sirve para mejorar nuestras formas de cooperación con Colombia”

Un grupo de diplomáticos visitó la capital de este departamento para conocer cómo lo afecta la guerra.

10 de febrero de 2010

Entre el 2 y el 4 de febrero, estuvieron en Pasto Alexanda Hall Hall, jefe de Misión Adjunta de la Embajada Británica; Tommy Stramberg, consejero de la Embajada de Suecia, y Bastienne Karel, segunda Secretaria Encargada de Asuntos Políticos de los Países Bajos (Holanda).

Su intención era conocer de primera mano qué les está pasando a los indígenas awá, a los líderes y a las organizaciones sociales que a menudo reciben amenazas de grupos armados y a los habitantes de la zona montañosa de Nariño.

Con diplomacia, pero con sinceridad, hablaron con Semana.com al final de su visita.

¿Qué imagen les queda de Nariño después de haberlo visitado?

Alexandra Hall Hall (AHH): Es la primera vez que estoy en Nariño y es mi segunda visita por fuera de Bogotá. Por ahora, estoy aprendiendo sobre Colombia. Mi impresión más fuerte es que la situación es mucho más compleja que lo que uno piensa desde Bogotá, que no es posible generalizar sobre la situación del país, que en Nariño es claro que hay problemas muy profundos y que un resultado de la política del gobierno de los últimos años es que la situación aquí en Nariño ha profundizado un poco.

Bastienne Karel (BK): Para mí es muy claro que la población quiere paz. Es un mensaje que recibimos en cada reunión. Pero para mí la impresión es que Nariño es una región muy diferente a otras regiones. Es un sitio estratégico donde están los diferentes grupos. Es una región con mucha marginalización y es una región estratégica.

Tommy Stramberg (TS): Yo creo que si bien el país tiene mejoras en indicadores de desplazamientos, violencia, masacres, etc, por lo que escuchamos, aquí esto está en aumento. Es algo que se está agravando en los últimos diez años y mucho en los últimos tres, cuatro o cinco años. Es preocupante que la que sufre es la población civil. Hay una demanda muy grande de apoyo con asistencia humanitaria y no hay quién pueda cubrir esas necesidades. En parte, tengo la impresión de que las autoridades locales y regionales podrían hacer más si tuvieran más recursos, pero eso es parte de la estructura del Estado. Coincido plenamente con lo que dice Bastienne en que es muy claro que lo que quiere la gente es la paz. Lo que muchos nos plantearon es que cuando llegan los enfrentamientos y los combates o los conflictos por territorios es cuando llegan todos los males. Allí hay visiones muy distintas de cómo arreglar el problema. Una visión es llegar con la fuerza legítima y la violencia legítima del Estado para acabar con los grupos ilegales. Y otra visión es la construcción de la paz desde abajo, desde las comunidades y las regiones. Lo que veo muchas veces es que falta realmente un diálogo entre las diferentes perspectivas y ver cómo se pueden combinar para solucionar las necesidades de las poblaciones.

La gente mencionó que hubo diálogo con los grupos ilegales para que se retiraran unas minas del camino. ¿Cómo ven esos acercamientos de la población con grupos ilegales?

TS: Yo entiendo eso como una respuesta directa a las necesidades que viven las comunidades.

BK: Ellos ven eso como parte de la solución, pero más como necesidad de ellos porque viven muy cerca de los grupos.

AHH: Para mí es algo de necesidad. No es que reconozcan a los grupos armados como actores legítimos. Es que los grupos armados están en sus vecindarios y según su perspectiva no hay otro remedio para ellos. El problema para el gobierno es que no acepta esos grupos como actores legítimos y, por eso, es un poco difícil aceptar este proceso, pero desde la perspectiva de un residente en el sitio es algo de necesidad. Para mí, muestra cada vez más la importancia de un mejor diálogo entre los habitantes de la región y las autoridades para tratar de llegar a un acuerdo sobre cómo tratar con estos problemas. Es muy importante el diálogo.

¿Por qué quisieron venir a Nariño para conocer de primera mano lo que está pasando?

TS: Hemos escuchado sobre la situación de los awá, Samaniego, sobre la situación preocupante del conflicto y la presencia de diferentes grupos armados. Eso nos lo han reiterado durante esta visita. Pero la guerra ha llegado al sur de una manera que hoy se nota más que antes y aquí hay presencia de todos los grupos, lo que lo hace preocupante, pero también interesante para conocer más a fondo qué está pasando.

BK: Visitamos a Nariño con tres embajadas, entonces uno de los objetivos para mí es hablar con las otras embajadas sobre qué podemos hacer como Unión Europea para mejorar la situación.

AHH: Para la Embajada de Gran Bretaña, los derechos humanos son un enfoque muy importante de nuestra presencia aquí. Antes de venir, yo había escuchado que las comunidades se sienten amenazadas y nuestra presencia es muy importante para mostrar que la comunidad internacional está aquí para entender y mostrar sus problemas y que no están solos. Al mismo tiempo, para entender de manera más profunda cómo son los problemas. Nariño tiene una situación muy profunda y no solo hablamos con comunidades y ONG, sino que también tuvimos una reunión con autoridades oficiales, que es una manera de entender la perspectiva que tienen personas por fuera de Bogotá para poder mejorar la calidad de nuestro diálogo e intercambio con el Gobierno.

¿Encontraron muchas diferencias entre la realidad de la gente y la que manejan los gobiernos de Nariño y Bogotá?

TS: Hay diferencia, incluso, en lo que manejan las autoridades de acá y las de Bogotá también. La situación es grave y nadie lo niega. Hay diferentes definiciones de quién es desplazado, quién no, pero que hay una situación grave, con violencia, con coca, etc, no lo niega nadie. Donde hay diferencias es sobre cómo salir de eso. Y es muy difícil tener una propuesta muy concreta. 

BK: El Gobierno local admite que hay problemas aquí. No escuchamos una historia diferente de los campesinos y las comunidades cuando hablamos con el Gobierno. Pensamos es que hay en diferentes soluciones.

AHH: Es claro que hay diferencias entre lo que piensa un funcionario tratando de solucionar varios problemas en todo el país y la experiencia individual de la gente. Dicen que es que la gente de Bogotá no sabe nada de lo que pasa en Nariño. Naturalmente, esta es una parte de su política y es lo mismo que pasa en todo el país. El Gobierno nacional tiene una visión de las realidades, pero las personas en la región tienen otra perspectiva y pensarán que las prioridades deben ser otras. Lo que me interesa es lo que el Gobierno quiere hacer a nivel nacional y cómo son los resultados pasando por unos niveles nacional, regional, municipal. Eso es un reto también. Hay una política muy clara. También hay diferentes perspectivas sobre cuál es la mejor solución, pero no es que haya un rechazo total a una manera u otra.

¿Qué sale de este viaje?

TS: Mayor conocimiento sobre la situación y mejores herramientas para tener el diálogo con el Gobierno sobre estos temas. En nuestro caso, nos sirve para mejorar nuestras formas de cooperación y los canales que tenemos para hacer llegar esa cooperación a las personas que la necesitan.