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Juan Pablo Arenas

CARTA

La llamada que nunca quisieras atender

Este es conmovedor relato de Claudia Tabares, la mamá de Juan Pablo Arenas, el joven asesinado en la calle 85 de Bogotá el pasado 31 de diciembre, sobre la tragedia de su hijo.

Claudia P. Tabares G.
13 de enero de 2009

Las tres de la madrugada, suena el teléfono, quedamos sentados en la cama.
 
Contesta mi esposo: "¿Con quién hablo? ¿quién?"

Alcanzo a oir: ¿Usted es el papá de Juan Pablo Arenas?

_Sí ¿qué pasó?.

Se me heló la sangre y se me paró el corazón. "Mi hijo está muerto" pensé y el corazón de una madre no se equivoca. Vestirse rápidamente sin pensar lo que te pones eso no importa. El señor en la línea dice que está muy mal que vayamos pero yo lo sé: está muerto.

Le digo a mi hija que no lo quiero ver muerto y ella me dice vamos a ver que pasó a lo mejor no es eso. Pero yo lo sé el alma me lo dice.

Espero la llegada del cuñado de mi esposo que nos viene a recoger. Es eterna la espera.
 
Por fin llega. Me subo al carro, que viaje tan eterno, tan lleno de incertidumbre. Pienso en algunos momentos: "Yo soy muy trágica Juan Pablo a cada rato me lo dice: ‘Pero ¿qué me va a pasar mamá?". A lo mejor está borracho, tanto que no puede ni hablar ni pararse; esa es mi esperanza.

Estamos llegando. Antes el viaje me parecía demasiado largo, ahora no quiero llegar, no quiero ver, no quiero saber. Llegamos a la plazoleta de la 85 no dejo de temblar. Mi corazón late con fuerza a punto del infarto. Nos dicen que es por detrás, retrocede el carro hay cintas de la policía, todavía no veo nada. Llegamos, hay policías. Cuando de repente miro hacia la calle y allí tirado en la esquina está mi hijo.

Lo reconozco por la ropa que había comprado en Navidad y que yo lo acompañé a comprar. Estaba estrenando todo menos los tenis que le había regalado muchos meses atrás, su ex novia, el amor de su vida.

Me bajo del carro y corro como loca para tocarlo para besarlo por última vez, me detienen y me dicen que no puedo acercarme porque daño las evidencias. Grito desesperada: "¡Mi niño, mi niño, es mi niño!", estirando las manos para alcanzarlo pero no me dejan, no me dejaron darle un último beso. Luego desesperada le grito: "!Párate, párate ya! ¡Juan Pablo no me hagas esto!". Pero nada. Yacía inerte en esa calle fría acompañado por desconocidos.

Era una persona con nombre y apellido a la que no ayudaron, que no auxiliaron. Nunca sabré si pudieron salvarle la vida pero no lo intentaron siquiera. Lo único que sé es que él ya no está. Que junto con él mataron parte de mi vida y rompieron mi corazón en mil pedazos. Ya no estará para hacerme reír, para jugar por todo el apartamento corriendo y haciendo chistes. No está para alegrarnos la vida, para consultarme cuando hacía algún diseño: "Mamá que te parece? yo soy un duro!". "Yo soy la tercera revelación", "Yo soy un ser de amor", todas las frases que decía.

Se perdieron todos sus sueños, sus proyectos, sus ganas de volverse a enamorar. Todo se quedó en un callejón obscuro donde alguien a quien le faltó mucho amor le quitó la vida.

Dios quiera que éste mensaje les llegue a todos los padres de familia, a los jóvenes y al público en general. No piensen que nunca les va a tocar. Eso pensaba yo. Espero que se cuiden y que hagamos todo lo posible para que gente como esa que acecha en la obscuridad, para atacar a la gente indefensa, no esté en las calles y que nunca reciban ésa terrible llamada.


Claudia P Tabares G.