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Arde París

Miércoles 09. Darío Acevedo, lector de SEMANA.COM, explica desde París las posibles razones de las revueltas en la ciudad.

Darío Acevedo Carmona*
12 de febrero de 2006

Después de 14 jornadas de amotinamientos que han dejado grandes destrozos, entre ellos dos muertos y más de 3500 vehículos y comercios arrasados por el fuego, en París no se sabe a ciencia cierta si este estallido se propagará por otras regiones de la ciudad y de Francia o si cederá ante las medidas tomadas por el gobierno de Villepin. El debate acerca de las causas o motivaciones de estos hechos apenas comienza. Los analistas y los reportes de prensa dan a entender que se trata de una manifestación de protesta de jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes que viven en condiciones de hacinamiento en las banlieu (barriadas) pobres del norte de la capital gala; zonas donde se acentúa mucho más el fenómeno del desempleo, la carencia de servicios públicos y altas tasas de desescolarización. Algunos sociólogos ya han avanzado algunas interpretaciones en las que se afirma que las revueltas son una especie de cuenta de cobro por una treintena de años de discriminación y pauperización de estas comunidades. Hay versiones según las cuales, de por medio está la manipulación religiosa de líderes musulmanes fanáticos y que también están involucrados los intereses de mafias de esos sectores que controlan el mercado de drogas y otros negocios ilícitos que no quieren tener cerca a las autoridades de policía. Las protestas que empezaron como muchas que han ocurrido en el pasado, a partir de circunstancias coyunturales, se han agravado hasta el punto de mantener una cota alta de acciones y se han logrado extender a otras zonas de la periferia parisina, dando lugar a sentimientos de alarma y llamados que van desde aplicar mano dura, reaccionar con firmeza, como también al apaciguamiento y a estudiar la necesidad de adoptar medidas de choque para subsanar las condiciones de vida de estos habitantes. Los jóvenes con edades entre los 15 y los 25 años empezaron utilizando una forma de confrontación de cara a los policiales, pero luego, y ante el aumento de las detenciones, han optado por organizar actos de sabotaje realizados por pequeños grupos que aparecen por sorpresa para prender fuego a los vehículos. Es una suerte de guerra de guerrillas urbana. Y aunque ha habido disparos, esto no es lo más característico. Sorprende también la continuidad de los hechos de vandalismo pues ni siquiera se toman el descanso los fines de semana (ya van dos) y la eficacia de su organización, aspecto que iría a favor de quienes sostienen que los amotinamientos son expresión de un plan de saboteo. Aunque la precariedad del discurso reivindicativo de los amotinados, como el hecho de que otros sectores sociales no se hayan sumado a los jóvenes, sirve para poner en duda la tesis de un complot. Quizás haya un poco de todo lo que se ha dicho, pero es difícil identificar, por el momento, cual es el motor del estallido, si la sola pauperización, si la exclusión que da el cuadro de un cierto apharteid con los inmigrantes, si el activismo fanático, si las mafias locales, si el desempleo o incluso, si una protesta que podría haberse resuelto en cosa de dos días, por vía de la inercia, se extendió en razón de la intervención del ministro del Interior, Nicolás Sarkozi, presidenciable para el 2007, quien hizo declaraciones fuera de tono cuando apenas se iniciaba el motín al tachar a sus promotores de "chusma". En todo caso, estos factores se pueden haber cruzado para convertir una protesta aislada en un fenómeno inquietante: la acción vandálica por parte de jóvenes rebeldes, des o inadaptados, descontentos, que de alguna forma expresan por esa vía lo que los mayores, sus padres, que no han tomado parte en los acontecimientos, nunca se han atrevido a expresar. Dentro de poco, las librerías se llenarán de libros de sociólogos y politólogos con sus versiones, análisis e interpretaciones sobre el significado de esta revuelta que nos ha vuelto a recordar de modo dramático que las realidades del tercer mundo también afectan al primero y cómo estas ciudades opulentas llevan su carga de miseria. Claro que con una diferencia notable que les da herramientas para resolver la crisis: recursos inmensos y una democracia profunda para encarar la realidad fragmentada de estas urbes. * Profesor de la Universidad Nacional e invitado del Instituto de Altos Estudios de la America Latina de Paris