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Argumentos para un gobierno totalitarista

Jose Alejandro Rico, lector de SEMANA.COM, debate los argumentos de los uribistas anonadados y descrestados con la Política de Seguridad Democrática del presidente Uribe.

Jose Alejandro Rico
15 de mayo de 2005

Hablaba en días pasados con una amiga de Medellín, ciudad a la que adoro pese a ser bogotano hasta la médula, y el tema dio un giro hacia cosas que yo no ansiaba en ese momento. Ella como buena exponente de la belleza paisa me interesaba para profundizar acerca de "otros" temas, pero, el objeto de la conversación se centró en la reelección y la gestión adelantada hasta la fecha por el Presidente Uribe y ahí fue Troya.

Como buena representante de la pujante raza antioqueña, se encuentra anonadada y descrestada con la llamada política de seguridad democrática del Presidente. La defendió con un argumento simplista, pero a su vez cargado de argumentos inteligentes (las mujeres me apasionan, sobre todo, por su inteligencia): desde que Uribe está mandando se pudo volver a la finca. ¿A qué viene lo de la argumentación inteligente? Pues bien, el alegato de ella no se detuvo en esta frase que para un reaccionario de verdad, sería suficiente para mandarla a la hoguera. Por el contrario, fue mucho más allá. Con la "seguridad" en las carreteras, los campesinos pudieron volver a sacar sus cosechas y los intermediarios a su vez pueden desplazarse hasta puntos impensados en gobiernos anteriores para recogerlas y transportarlas a los centros urbanos en donde a su vez se generan menores costos para el consumidor final. De otra parte el turismo por carretera ha sufrido un despertar impensable en gobiernos como el anterior en donde ya nos daba miedo ir a almorzar al "Norte" como decían los cachacos de antes.

Dejando de lado el campo privado, valga la pena traer a cuento argumentos esbozados por el propio Presidente, por algunos de sus Ministros (casi todos) y hasta algunos empresarios, estos últimos más con recelo que con optimismo: hay un clima de confianza para atraer la inversión extranjera. Lo dice el propio hijo del Industrial más respetado de Colombia, el Señor Alejandro Santodomingo. ¿Y bien?, ¿a qué costo se ha logrado esto?, ¿será que saber de desapariciones todos los días como en el gobierno del Presidente Turbay Ayala es un indicador de bienestar?, ¿se ha preguntado alguna vez al Comité de Personas Desaparecidas que dirige el Defensor del Pueblo cuántas personas son reportadas como desaparecidas al mes en Colombia?, ¿quiénes son esas personas encontradas en fosas comunes en las inmediaciones de San Onofre y las masacres, sobre todo la última, la de San José de Apartadó?

Definitivamente la respuesta o ley imperante en este gobierno es la más desfachatada que se pueda esperar. Como lo dijera a comienzos de su mandato algún respetable columnista, el Presidente considera que el país es su hacienda y que todos somos sus peones (esto entendido como desafortunadamente aún se entiende en un país medievalista como el nuestro, es decir como lo entienden los gamonales, como animales de yunta, como gente sin derechos -perdón se me olvida el malestar que le produce a nuestro Presidente la palabra derecho-). Como tal tenemos que soportar que la explicación para una masacre de la que existen serias dudas de que haya sido perpetrada por el Ejército: "al parecer dentro de la comunidad había simpatizantes de la guerrilla". Por favor, ¿qué indolencia es esta?, ¿qué gobierno de la estirpe mas fascista ha salido a proclamar abiertamente su aversión hacia la población inerme como la hace este?

Pues si, las ventajas pueden ser muchas: el clima de confianza para los inversionistas extranjeros es propicio, hay zonas en donde el campesinado ha vuelto a cosechar en paz, las zonas ganaderas son cada vez más seguras (no debemos olvidar que esta es una de las actividades preferidas del Doctor Uribe). Pero señores, hay dos principios o pilares fundamentales básicos en cualquier sociedad: la honestidad y la transparencia. Es claro que estas son las dos mayores falencias en la nuestra. No puede predicarse la honestidad de un gobierno en el que el Presidente de la República hace declaraciones como las citadas anteriormente; en donde el Ministro de Defensa realiza visitas conyugales a una mujer implicada por narcotráfico; en donde uno de los viceministros del mismo ramo acepta descaradamente que su familia ha pagado "impuesto" a las autodefensas desde hace años y que no considera que eso tenga ninguna relación con ser el segundo al mando en dicho Ministerio.

La verdad no se entiende cómo se mantiene un "Estado de Derecho" sin derecho, sin transparencia, sin un ápice de honestidad en las actuaciones públicas y, mucho menos, en las no tan públicas. Cómo se mantiene la guerra sucia en contra de los detractores del gobierno y cómo, para tener un puesto en cualquier esfera del Estado, el primer requisito es ser oriundo de tierras antioqueñas. Insisto, quiero mucho a Antioquia, particularmente a Medellín, pero no hay derecho. Este país tiene un noventa por ciento de la población de origen diferente al de esta honrosa estirpe.

Resumiendo, se hace preciso a esta altura aclarar que estoy a favor de la reelección. Pero de una reelección democrática con unas reglas de juego claras, sin componendas ni maniobras amañadas para hacer de la Constitución Política un comodín para completar el trío o la escalera que le hace falta al mandatario de turno para ganar la partida. No puede pretenderse cambiar las reglas del juego cuando este se encuentra a la mitad. Tengo confianza en que la Corte Constitucional, pese a lo politizada que se encuentra, tome una decisión en derecho y se pronuncie de manera honesta, diáfana y contundente. Si el Presidente está tan convencido de su gestión que se presente en el 2010 y se haga reelegir en una contienda en donde se respeten los principios fundamentales de una democracia. Quién lo sabe, hasta podría tener un triunfo más contundente y legitimador para su gestión.