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columna del lector

Cambio en el "paisaje"

Martes 19. Ángela María Pérez, lectora de SEMANA.COM se pregunta ¿qué pasó con los antioqueños negociantes, mañosos y desconfiados que ayudaron a sacar adelante al país?

Ángela María Pérez Moreno*
17 de abril de 2005

Este "paisaje" del que hablo no se refiere al campo o a los bonitos arreboles. Tampoco es de índole urbana. Es un "paisaje" en sentido figurado y se refiere a los estereotipos que nos hemos ganado en franca lid los antioqueños y que ya tienen un olor intenso a naftalina. Ya no existe el personaje que cree empresas como Quijotes. Ellos se murieron y dejaron su legado sin esperar que las segundas generaciones hicieran mal uso de esos bienes tan importantes para la región. El paisa, el batallador, el ingenioso, el recursivo y del que hablamos "que es capaz hasta de vender un hueco", ha muerto en la paz del señor. Lo aniquiló el narcotráfico, que fue la falsa imagen del paisa emprendedor, que aceptó toda la población y con la que todos estamos untados de una forma u otra.

Había momentos en que en las clases más pudientes se hablaba sin tapujos ni vergüenza de haberse conseguido un "mafiosito" para vender por el doble de su valor algún bien de gentes muy conocidas. Aún quedan dudas de ese proceder, como en el conocido caso del negocio entre Rasguño y Fabio Rico Calle, que motivó comentarios tan graves como el de una supuesta extradición y que en su momento en Semana se analizó, dejando un mal sabor a publirreportaje.

Ya no existen los Diegos Mejías, los Echavarrías, los Toros del Éxito, ninguno de los visionarios, que empezaron con Don Pepe Sierra, quien se mostró como el prototipo de los antioqueños visionarios e incluso, en más de una oportunidad prestó dinero a la nación.

De alguna manera el exacerbado centralismo operante en Colombia ha callado la formación de nuevos emporios, que por lo general tienen su sede en Bogotá. ¿Pero quién era en esencia el antioqueño raizal de la leyenda? Era una persona muy poco estudiada, con una visión de los negocios comparable hoy con la de Bill Gates, mañoso, desconfiado, cuentero de historias inimaginables, capaz de vivir en una casa con piso de tierra y ser dueño de todo un emporio, de bajo perfil y muy austero en su vida.

¿Cómo ese estereotipo fructificó en la delincuencia? Por el hambre, la falta de estudio y oportunidades. Bello, Envigado e Itaguí vivían de empresas de gran calado como Fabricato y Coltejer, que ofrecían un nivel de vida a sus habitantes muy superior al de una clase media actual. Tenemos que ser capaces de entender que al antioqueño de hoy le importan más sus millones, que la cultura que pueda tener, hecho triste de decir.

Antioquia no es la que era, la generadora de diásporas nacionales y la de personas con un alto nivel de inteligencia. Ya en las familias antioqueñas se observan signos de deterioro lamentables. Es posible encontrar dentro del mismo núcleo de hermanos a los pudientes y a los paupérrimos. Eso habla de extremos, de polarizaciones sociales que antes del narcotráfico no se veían.

¿Cómo podemos revivir el mito del paisa de empuje? Como dice Uribe: trabajando, trabajando y trabajando. En esta zona hay todavía personas muy valiosas para el país y hay que aprovecharlas. Pero si no cede en algo el centralismo a ultranza que se vive hoy, reventará otro fenómeno tan o más nefasto que el soterrado (ahora) narcotráfico.

Antioquia era un país completo, autosuficiente, con más población rural que urbana, hasta la Guerra de los Mil días. Pero como pasó en la época de la primera violencia, todas esas familias pudientes llegaron a engrosar las cifras del censo urbano.

Todavía los antioqueños escuchamos nuestro himno regional como si fuera la más celestial de las canciones, y no hay que negarlo: es hermoso y da una coherencia de masa entre los habitantes de la región, como patria chica.

Pero todo ha cambiado por la violencia de las masacres y los retenes. Medellín se llena de desplazados que únicamente entran a llenar las huestes del desempleo, así que el campo antioqueño no existe. Todos nuestros pueblos están en estado de sitio, las haciendas productivas abandonadas a la suerte del que nerviosamente las cuida. Hasta nuestro hablado de vos se está perdiendo. Pronto olvidaremos los colores verde y blanco de la bandera y tal vez nuestros hijos tendrán que oír en disco compacto esas estrofas que dicen: "Libres acentos resuenan".

El paisa se quedó atrás en educación, es una de las regiones colombianas con peor calidad en éste aspecto y con mayor deserción escolar, con un índice anormal de madresolterismo y nos quedamos quietos, el asunto no es con nosotros, mientras no toque nuestro entorno familiar. Definitivamente la desunión forma el caos y salir de este bache, recuperar la idiosincrasia aportada por el mito de antioqueños verracos, será imposible de recuperar.

A Antioquia la mataron y no nos dimos cuenta. Así que tranquilos los que no nos quieren en el país, ya no somos lo que solíamos ser. Ya no hay Ñitos Restrepos, ni Tartarines Moreiras, ni Pedro Neles Gómez, Botero huyó, sólo quedamos los encargados de apagar la luz e irnos.

* Medellín