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columna del lector

Contra los parques naturales

¿Quiénes ganan con las fumigaciones?, ¿por qué el gobierno no quiere entender que le hace daño a la biodiversidad y a la gente?, ¿por qué contra los parques naturales? Son algunas de las preguntas que se hace María del Carmen Moreno.

María del Carmen Moreno Vélez *
3 de julio de 2005

Los acontecimientos son rápidos y no alcanzamos a digerirlos con la profundidad que su importancia amerita, seguramente porque no tenemos todas las herramientas, las ideas y nociones necesarias para entender qué es lo que nos está pasando. Hay que volverlos a pensar.

La información suficiente, oportuna, crítica, analítica se constituye en pilar fundamental de la democracia. Los ciudadanos tenemos derecho a conocer, a formarnos con elementos que nos permitan elaborar criterios sobre las situaciones políticas. Ocurren eventos dramáticos para Colombia que es preciso conocer, debatir y ojalá que en consecuencia, seamos capaces de tomar decisiones, por lo menos frente a quienes nos gobiernan y a quienes elegimos para hacer la legislación.

A los ataques guerrilleros, las muertes de soldados, los casos de corrupción y los temas políticos se le suman otros trascendentales: quieren fumigar, con glifosato, los Parques Naturales.

No hay nada nuevo que señalar sobre la fumigación aérea con glifosato. Por eso me limitaré a repetir algunas cosas que debemos analizar: "el esquema de fumigación y represión no funciona en Colombia". Así lo identifican, con claridad, las evaluaciones sobre sus resultados, en relación con la cantidad de producción y distribución ilegal de narcóticos y sus lucrativas ganancias.

Lo ratifica el creciente daño sobre la población adicta. La erradicación de cultivos propios de la tradición andina y que en las últimas décadas del Siglo XX empezaron a ser tratados como ilícitos, no soluciona la adicción, y sí expone a los seres humanos a las graves consecuencias de las guerras por los mercados, que reportan catástrofes para la naturaleza y someten a los habitantes raizales a embates crueles como el desplazamiento, el desarraigo, el desconocimiento de los valores culturales que la Constitución, en su Artículo 7, reconoce y protege.

De paso, esta guerra que incrementa las ganancias de los narcotraficantes obstaculiza la realización del Artículo 22 que reconoce la Paz como derecho y deber de obligatorio cumplimiento. En estos precisos días, indígenas de nuestros territorios vuelven a solicitar la atención de gobierno, legisladores y ciudadanía, pues nos demuestran con sus propios cuerpos, que las fumigaciones con glifosato sí son dañinas para la vida humana y, en general, para todas las especies biológicas propias de nuestra geografía.

¿Por qué se fumiga en Colombia? No entiendo la lógica de programas tan dañinos para la economía y la biodiversidad, incluidas las vidas que reciben efectos del herbicida. ¿A quiénes les sirven estos procedimientos?, ¿por qué el Congreso no legisla sobre políticas de empleo productivo y el Ejecutivo no las implementa?, ¿por qué no trabajan en programas que eliminen el negocio de la droga, en el que se comprometen los intereses de los actores armados? La legalización de los cultivos que pueden servir para narcóticos es muy grave para los narcotraficantes y está visto que los adictos no dejan de serlo aunque se acaben nuestros montes tratando de erradicar, por fumigación, nuestros cultivos. Lo que sí queda de ésta es el incremento de la población desplazada y el daño a la biodiversidad y a las conciencias.

¿Por qué acabar con nuestros Parques Naturales? En Colombia sí es necesario erradicar muchos males: la pobreza, el desempleo, la corrupción, los negocios ilícitos, la desigualdad en distribución de los bienes y servicios y, sobre todo la ignorancia. Esa misma ignorancia que nos tiene confundidos frente al quehacer con nuestros cultivos. Esa ignorancia que no nos permite la reflexión sobre el origen de la ilicitud, que es desde la legislación de los años 60 del Siglo XX. Colombianos: Acabando con la biodiversidad no se resuelven los problemas generados por la ilegitimidad de los mercados.

Una alternativa política que el país no ha asumido es la educación para el trabajo productivo. Y ello pasa por asuntos del lenguaje. Por ejemplo, se debe aclarar que la ilegalidad está más relacionada con los mercados de los productos que con la existencia de las plantas naturales. Lo ilegítimo es el enriquecimiento a través de negocios no que no logra controlar el Estado. Nos hemos preguntado por qué razones un Estado capaz de armar hasta a los más pobres para que se enfrente contra sus hermanos no ha podido controlar el negocio de los mercados. ¿Quiénes realmente están ganando con el negocio de la ilicitud? El mal no está en los recursos naturales y no se soluciona arrasando la riqueza, engañados por los negociantes del terror. Debemos conocer, discutir, aprender a debatir, para podernos defender de estos engaños y de las barbaridades de quienes nos azotan con sus fumigaciones.

* Profesora de la Universidad de Ibagué