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columna del lector

Del Quijote y sus amigos

Martes 18. En tiempos en los que solo se oyen homenajes al Quijote, Marco Valencia, lector de SEMANA.COM, cree que leer la obra de Cervantes -que por estos días cumple 400 años- es "una contrariedad que nos vacuna de por vida para odiar la lectura".

Marco Antonio Valencia Calle
16 de enero de 2005

Dice Gabriel García Márquez en su libro 'Vivir para contarla': ".mi lectura del Quijote me pareció siempre un capítulo aparte, porque no me causo la conmoción prevista por el maestro Casalins. Me aburrían las peroratas sabias del caballero andante y no me hacían la menor gracia las burradas del escudero, hasta el extremo de pensar que no era el mismo libro de que tanto se hablaba. Sin embargo, me dije que un maestro tan sabio como el nuestro no podía equivocarse, y me esforcé por tragármelo como un purgante a cucharadas. Hice otras tentativas en el bachillerato, donde tuve que estudiarlo como tarea obligatoria, y lo aborrecí sin remedio, hasta que un amigo me aconsejó que lo pusiera en la repisa del inodoro y tratara de leerlo mientas cumplía con mis deberes cotidianos. Sólo así lo descubrí, como una deflagración, y lo gocé al derecho y al revés hasta recitar de memoria episodios enteros."

Pues yo pienso lo mismo. Miguel de Cervantes Saavedra y su Quijote son un ladrillo inmamable. Una pesadilla sin fin, una contrariedad que nos vacuna de por vida para odiar la lectura, la escritura, la clase de español y a los profesores de literatura.

Jamás entenderé esa terquedad de algunos docentes por hacer sufrir a sus estudiantes de bachillerato haciéndonos leer obras de la literatura española como El Quijote, La Celestina, El Mío Cid, El Lazarillo de Tormes y obras de Luis de Góngora, Francisco Quevedo, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, y en fin, todos esos escritores de la rancia España, que hasta la generación del 27, y siendo sinceros, lo único que producen en la juventud de hoy, son largos bostezos ( y de pronto hasta madrazos).

Obras malucas que fueron escritas en un lenguaje anacrónico, con historias de épocas aburridas, difíciles de leer, y para nada interesantes. Un curso de literatura española para los estudiantes de nuestro tiempo es un infierno, y los docentes parecen no haberse dado cuenta de ello, a menos que les guste el papel de verdugos académicos o de sicarios intelectuales.

Ya es hora de que los maestros dejen de recitar cantaletas defendiendo a los autores del canon literario, o de libros que incluso ellos mismos ni siquiera han leído (porque no se consiguen buenas ediciones). Muchos docentes llegan a las aulas de clase diciendo que esos libros -sin leerlos- son excelentes porque otros libros dicen que lo son.

Leer al enmohecido Miguel de Cervantes enferma y da menos nauseas un domingo con dos mil ejercicios de trigonometría que sentarse a leer dos capítulos con las historias de ese gordo mentecato llamado Sancho y ese flaco deschavetado llamado Don Quijote. Y pienso que un maestro que insista mucho en la lectura de esos libracos "es sospechoso" y buen provecho le haría visitar una biblioteca de autores contemporáneos.

Ahora, otra perla: Si hay que leerlos por razones de fe, entonces me parece perverso leer autores clásicos de la literatura en ediciones piratas, resumes de internet o análisis prefabricados de dos mil pesos, que es lo que leen en los colegios, seamos sinceros.

A Miguel Cervantes y sus amigos se les acabó la gasolina con la llegada del siglo XXI. Nuestra gente quiere leer otras cosas y los maestros de literatura, debemos darnos por enterado de ello si pretendemos cultivar lectores.

Enseñar el hábito de la lectura no es fácil, ganarse el respeto de los jóvenes menos; pero con esos libracos, como el tal Quijote y sus amigos, que saben más feo que un purgante, nada se consigue.