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columna del lector

Dos hechos importantes y un libro

"Tres hechos han llegado a mi conocimiento en los últimos días. El primero es la muerte en Bogotá del profesor Carlo Federici Casa. El segundo, el genocidio de 1994 en Rwanda. Y por último, el nuevo libro de Fernando Vallejo, en franca oposición a las ideas de la Física", escribe Juan Rafael Martínez, lector de SEMANA.COM

Juan Rafael Martínez Galarza
20 de febrero de 2005

Hace 20 días nos dejó para siempre el italiano inmenso que se llamaba Carlo Federici Casa, luego de pasar en Colombia los 56 últimos años de su larga vida. Una pérdida lamentable que tal vez pase desapercibida para muchos y que sin embargo debería dolernos mucho más de lo que nos han dolido los decesos de célebres políticos y estadistas que han hecho menos por Colombia de lo que ciertamente hizo el profesor Federici. Este señor, que llegó a Colombia un día antes del Bogotazo y que lejos de salir despavorido de regreso a su Italia natal prefirió quedarse en este país que también fue suyo, nos enseñó a enseñar. Aunque lo hizo desde la plataforma de las matemáticas, que era lo que mas sabía, sus ideas sobre la pedagogía se aplican hoy en muchas instituciones colombianas. Pienso que gran parte de lo que somos hoy los bogotanos, mas cívicos y menos explosivos que antes, se debe a sus enseñanzas. Yo tuve la fortuna de escucharlo una vez en el auditorio del Departamento de Física de la Universidad Nacional, y sus finas y certeras opiniones acerca de la generalización del concepto de Números Reales en la enseñanza de las matemáticas me impresionaron menos que su capacidad y entusiasmo al transmitir su conocimiento. Lamento profundamente su muerte.

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Cuando hace diez años los colombianos nos arrancábamos los cabellos de desesperación y maldecíamos a los jugadores de la selección de fútbol por su pobre participación en el Mundial de Estados Unidos, en Rwanda, uno de los países del África Central que comparten la zona de los Grandes Lagos, tenía lugar un suceso mucho más desesperante y maldito. Me refiero al genocidio de 1994 que acabó con el ochenta por ciento de la etnia Tutsi, y perpetrado por miembros de la etnia Hutu, quienes guiados por un odio ciego provocado por los intereses de algunos poderosos asesinaron sin piedad a sus compatriotas y hermanos en un hecho que pasó casi desapercibido ante la prensa internacional. En cartelera hay actualmente una película llamada Hotel Rwanda que narra uno de los episodios de este genocidio. La recomiendo. Cuando la vi, pensé en Colombia, no porque crea que nuestra situación haya llegado a tal extremo de crueldad (aunque no dudo que cosas similares se ven en el campo colombiano hoy en día), sino porque me parece un ejemplo macabro de hasta dónde podrían llevarnos los intereses de aquellos a quienes les interesa mucho la guerra y que por desgracia llegan de vez en cuando al poder.

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Un brevísimo comentario acerca del último libro de Fernando Vallejo. Este paisa, autor de la Virgen de los sicarios y ganador en 2003 del Premio Rómulo Gallegos, escribe ahora una obra en la que arremete, lanza en ristre, contra las ciencias exactas y no exactas, pero en particular contra la Física, aduciendo que los grandes de esta ciencia como Newton, Maxwell y Einstein, no fueron mas que unos mendaces impostores que por medio de las ecuaciones pretendieron hacernos creer que habían entendido algo que no es posible entender, como la gravedad o la luz. Aunque no he leído el libro, sino un pequeño aparte, me permito expresar mi opinión al respecto: No se cuanta Física sepa el señor Vallejo, que estudió cine en Europa. Yo, después de cinco años estudiando esta materia, todavía no se nada de Física. Pero de lo que sí estoy seguro es de que la Física, y en general la ciencia, nunca interpreta como la "verdad absoluta" las teorías formuladas por estos hombres brillantes. Una teoría nunca se considera como la verdad. Simplemente se considera como la mejor aproximación a la realidad y sólo se considera válida mientras no aparezca un hecho experimental que la refute. De manera que no me parece adecuado calificar de impostores a quienes sólo han construido un aparato teórico para comprender mejor la naturaleza, sin llegar a afirmar que esa sea la verdad absoluta. El señor Vallejo, sin embargo, es libre de defender su opinión.