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El ajedrez asiático

Jueves 17. A raíz de la gira de Bush por Asia, Sara Guevara, periodista colombiana radicada en Japón, analiza cómo se mueven las fichas de la economía y la política en esa parte del mundo.

Sara Guevara
12 de febrero de 2006

"El Taiwán moderno es libre y próspero. Gracias a su libertad a todo nivel, ha dado prosperidad a su pueblo y ha creado una sociedad china libre y democrática", dijo el presidente George Bush en Kioto, Japón, durante su primera intervención en su vista de ocho días en Asia, antes de la cumbre presidencial de los Países de la Cuenca del Pacífico, que se celebrará en Corea el próximo 19 de noviembre. 

Minutos después, en una rueda de prensa, intentó bajarle el tono a sus declaraciones. Dijo que no se refirió específicamente a China. Sin embargo, es obvio que el presidente chino Hu Jintao tomó atenta nota del comentario, para sacarlo a flote durante su entrevista con el presidente estadounidense el próximo sábado, cuando Bush visite Pekín, luego de la invitación que le hiciera el mandatario chino el año pasado.

La reunión de presidentes de los países de la APEC (Cooperación Económica Asia Pacífico, por sus siglas en inglés) -que se espera que concluya con importantes acuerdos que van desde cómo lidiar con una posible pandemia de gripe aviar, hasta cómo impulsar el comercio regional - llevará de fondo una intensa labor diplomática estadounidense que buscará asegurar su posición y la de sus aliados frente al creciente dominio chino. 

China, el tercer país más importante a nivel comercial (después de Estados Unidos y la Unión Europea), poco a poco se convierte en una gran potencia capaz de desestabilizar el delicado equilibrio asiático, en el que Taiwán juega un papel importante y se convierte en la línea de fractura que puede provocar un conflicto sin precedentes. En Asia todos observan con cautela cómo el país se levanta y surge sin aspavientos y esperan con incertidumbre mientras que aseguran sus lazos políticos y militares con Washington.  

China desvela a los Estados Unidos y a Europa. Aunque la diplomacia presente el tema con los mejores arreglos, tal como sucedió la semana pasada durante la visita del mandatario chino al Reino Unido, Alemania y España. Las diferencias, que van desde el superávit comercial hasta  los derechos humanos y la democracia, son profundas. Occidente siempre ha dejado notar su inconformismo, no solo ante una economía china desventajosa hacia el resto de países, sino no ante el espinoso tema de la democracia y la libertad, que provocan escozor en el gobierno de Pekín.

El asunto no parece ser tan sencillo y muchos se preguntan si la economía china -el  pedal de su gran dinamismo político y militar- logrará mantenerse en sus actuales ritmos de crecimiento. Todavía necesita 203 mil millones de dólares  para poner en orden las finanzas de los bancos estatales.

La permanencia en el poder del Partido Comunista también es materia de especulación a medida que su población se acerca a los 1500 millones de habitantes, entre los cuales aumenta cada día la brecha económica. Las tensiones sociales son evidentes y según las mismas autoridades chinas, las manifestaciones públicas han aumentado de forma alarmante. Durante estos años aquellos que se han enriquecido comienzan a participar en temas nacionales, pero paralelamente los sindicatos continúan prohibidos. Aunque no se espera que el cambio sea inmediato, sí es posible pensar que sufra algún proceso similar al de la Unión Soviética. Es difícil de prever cuánto más vaya a durar el Partido Comunista en el poder. Pero nada tendría de raro que una gran manifestación provocara un cambio de esquemas similar al de la desaparecida Unión Soviética en 1989. El mismo vicepresidente Zhang Bijian señaló hace unos días en una entrevista con la prensa extranjera, la necesidad de reformas políticas y democracia como un objetivo a largo a plazo.

En la esfera militar, China se prepara y no en vano su gasto anual asciende los a 70 mil millones de dólares que le han permitido modernizar su aparato bélico. Sin embargo, sus portavoces son enfáticos al afirmar que su deseo de poner a punto sus habilidades defensivas, cuando tecnológicamente el mundo cambia tan rápido, corresponden a la necesidad natural de guardar sus vastas fronteras y proteger  a sus 1,300 millones de habitantes.

En el pasado China sorprendió al mundo con sus pruebas nucleares que finalizaron en 1996, cuando el país firmó el Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares.   Según los expertos de Global Security, una organización que investiga asuntos militares, el ejército chino bien podría tener cerca de 2.000 armas nucleares, representadas en misiles, bombas, proyectiles de artillería y minas. 

Semejante arsenal hace dudar a Corea del Norte ante el pedido multilateral asiático de desistir de su programa nuclear. El presidente norcoreano mira con sospecha el insistente deseo chino de una Península de Corea completamente desnuclearizada.

Entretanto, Taiwán espera y se crispa cada vez que China le asegura que debe prepararse para una inevitable reunificación pacífica con el continente, y cuando sus políticos advierten sin descanso que no vacilarán en utilizar sus armas nucleares en caso de una intervención americana en la disputa. El presidente taiwanés, quizá temiendo lo peor, le pidió en días pasados a Japón que asuma "un papel más positivo en Asia y el Pacífico para tratar con el creciente poder chino".

Con todos estos antecedentes, no es extraño que Japón, Corea del Sur, Filipinas y Taiwán  continúen  estrechando sus relaciones militares con los Estados Unidos. Como tampoco es extraño que China desapruebe los tratados bilaterales de éstos países con el gobierno estadounidense, y que a cambio, haya decidido, por primera vez en la historia, realizar ejercicios militares conjuntos con Moscú, un socio estratégico que cuenta además con importantes yacimientos de petróleo y gas.  

Pero China no solo se concentra en Asia. También dirige su mirada al Medio Oriente, no solo en busca de inversiones petroleras, sino con el ánimo de contrarrestar de cierta forma la presencia de los Estados Unidos en el Asia Central.    Ha fortalecido sus relaciones diplomáticas también en África y en América Latina, en donde se dispone a explorar petróleo en las costas de Cuba.

Existe la sensación de que China puede aprovechar su poderío más allá de las fronteras y asegurar, como cualquier potencia, el abastecimiento de sus reservas. 
 
Las palabras del presidente Bush durante esta primera visita asiática, desde que inició su segundo mandato, serán analizadas en detalle.  Se cree que en sus visitas a Japón, Corea del Sur, China y Mongolia transmitirá un mensaje directo del largo debate interno sobre la política que debe seguir Washington con relación a las intenciones chinas de emerger "pacíficamente" como una superpotencia, afectando sin lugar a dudas el delicado equilibrio de fuerzas en Asia.