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columna del lector

El chisme, tradición oral

"El chisme es una institución nacional (aunque podría decirse que es patrimonio intangible de la humanidad), por ello es tan difícil de eliminar, así sea por decreto municipal, como lo desea el Alcalde de Icononzo", opina Dixon Moya.

Dixon Moya
29 de mayo de 2005

El chisme es una institución nacional (aunque podría decirse que es patrimonio intangible de la humanidad), por ello es tan difícil de eliminar, así sea por decreto municipal, como lo desea el Alcalde de Icononzo.

En Colombia le damos muchos nombres, para no reconocer que se trata de un chisme, si es político le llamamos alborotar el cotarro, si es social lo elevamos al arte del cotilleo, en noticieros, periódicos y revistas inventan secciones "especializadas", con títulos rimbombantes como confidenciales, código secreto, teléfono rosa, hasta los llamamos en inglés, sweet, versión dulce de gossip. Incluso en los sobrios y ceremoniales corredores del Palacio de San Carlos, se sintoniza lo que alguien bautizó como "radio pasillo", las abuelas a las horas de las onces o medias nueves hablaban del "costurero" y cuando se trata de temas artísticos o culturales, los intelectuales acuñaron conceptos como la tertulia o el taller literario.

La fuerza del rumor, puede ser insospechada como la historia garciamarquiana de un pueblo que se incendia por un comentario dejado a la voluntad del viento. Una señora ha tenido un sueño apocalíptico sobre la destrucción de su poblado, relato que después de ires y venires, todo el mundo da por profecía inminente, hasta cumplirla, pues al final, llenos de pánico, los vecinos abandonan sus casas y para que la desgracia no se apodere de sus viviendas, deciden quemarlas. El chisme ha generado seguramente más de una novela galardonada, muchas biografías no autorizadas, "chivas" periodísticas basadas en informaciones extraoficiales o no confirmadas y seguramente algún libro de historia dado por cierto.

Hay chismes de todos los tamaños y colores, algunos malsanos y calumniosos, otros divertidos e inocuos, unos basados en la envidia, otros en la fantasía de aspirantes a escritores. Es otra manifestación de la tradición oral, que sigue viva en los medios modernos de comunicación, una forma de narración de juglares iletrados y fuente de sustento de algunos cultos periodistas. Nadie puede tirar la primera piedra, en esta volátil y sutil materia, todos hemos conjugado el verbo chismear.

Pero lejos de lo que puede pensarse, considero acertada la decisión del alcalde de Icononzo, sobre prohibir los infundios y falsos testimonios en su jurisdicción, por la sencilla razón que ha generado el chisme más memorable y benévolo de su población, dándole resonancia universal. Con seguridad si el mandatario local, hubiera pavimentado una carretera o edificado una escuela, ningún medio internacional como la británica BBC o la multinacional CNN, para dar dos ejemplos, se hubieran ocupado de ese municipio y no estarían preguntándose con vivo interés, en dónde quedará ese pueblo de lengüilargos, chismosos o curiosos y bien informados colombianos.