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columna del lector

El espejismo chino

El encanto económico que se está despertando en Occidente por China ocurre en parte por la ignorancia. Por ejemplo, pocos saben que "las prácticas predatorias y desleales de los chinos en el comercio internacional son proverbiales", escribe el abogado Rafael Rodríguez-Jaraba.

Rafael Rodríguez-Jaraba*
15 de mayo de 2005

Baden Powell, fundador de los Scouts, estaría fascinado explorando la China de hoy. Aunque no podría sembrar la semilla del espíritu escultista en esos confines por no ser miembro del Partido Comunista Chino.

Si bien la colosal cifra de habitantes de China subyuga la mente de empresarios y comerciantes ávidos de conquistar nuevos mercados y colocar productos en esa latitud, es exigua e impredecible la posibilidad de realizar ventas a un régimen estructurado a base de subsidios para vender barato y comprar poco, o en el mejor de los casos, lo estrictamente necesario.

China es el país más poblado del mundo, con un total aproximado de 1.300 millones de habitantes. O sea, más de una quinta parte de la población mundial. "El síndrome de Estocolmo", proclive a muchos animadores a distancia de las revoluciones perdidas del tercer mundo, es muy similar, a "El Espejismo Amarillo" que tiene trastornando a muchos soñadores incautos sobre el promisorio mercado chino.

La información sobre China disponible en occidente, aunque abundante y detallada, es trasunto de los documentos oficiales que promulga el régimen chino y las agencias gubernamentales. Los portales de China en Internet se ven amistosos y hospitalarios. Trasmiten confianza y respeto por la libertad y la dignidad humana. Revelan interés por los extranjeros, e inclusive, permiten "ver y oír en chino", las 100 frases más recurrentes y necesarias.

La visión fragmentada captada por compradores esporádicos y miembros de misiones comerciales que últimamente han visitado China, sus animados cometarios coloquiales y sus experiencias episódicas, poco ayudan a dilucidar el contexto legal, social y económico de esa enigmática nación.

La frugal redacción de las normas comerciales chinas, en principio, pueden inducir al lector a imaginar un estado de derecho fundamentado en principios y valores, derechos y garantías, pues, inclusive, se admite la posibilidad de disentir.

Pero estudiando con rigor la Constitución, las leyes y la estructura del Estado, y examinando en detalle los siderales indicadores económicos alcanzados, así como su política monetaria y cambiaria, bruscamente nos percatamos que estamos ante a un régimen comunista totalitario y heterodoxo.

Para sustentar esta afirmación y negar el beneficio de la duda, revisemos el artículo 1.1 de las estipulaciones de la Constitución China, que dice: "El Partido Comunista de China ha sido, es y será el dirigente del pueblo chino". El artículo 3.1. Lo ratifica: "El sistema socialista dirigido por la clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina es el sistema fundamental de la República Popular China. Toda organización e individuo saboteadores del sistema socialista son enemigos del Estado y del pueblo." Lo dicho, de suyo, niega en el presente y a futuro, la posibilidad de que partido distinto al comunista, pueda llegar a gobernar el país.

Las prácticas predatorias y desleales de los chinos en el comercio internacional son proverbiales. El desprecio del régimen chino por las normas mundiales que protegen el Derecho de la Propiedad Intelectual no admite dudas.

Las acusaciones a China por la práctica sistemática y soterrada de dumping económico, social y ecológico son un clamor mundial y sirven para explicar las sanciones impuestas y la descomunal pero engañosa competitividad de sus productos en cuanto a precio. Baste recordar que un obrero chino devenga US$73 mensuales, un dominicano US$102 y un colombiano US$150 más prestaciones adicionales.

Los que sueñan con conquistar el díscolo mercado chino, deben empezar por registrar sus marcas y patentes en Beijing y exigir respeto por ellas. También deben solicitar que se amplíe la libertad de expresión, de manera que durante sus visitas, puedan entrar a las páginas Web de Amnistía Internacional, Human Rights Watch o la BBC y que no aparezca la leyenda: "Esta página no puede ser desplegada" como le sucedió a Andrés Oppenheimer, (Premio Pilitzer, Premio Rey de España y Premio Ortega y Gasset), quien alarmado por esta censura pidió una explicación a diplomáticos extranjeros destacados en China y le confirmaron que hay decenas de miles de censores del gobierno dedicados tiempo completo a bloquear los sitios políticamente sensibles.

De igual manera, los colonizadores del mercado chino, deben aprender mandarín, que es difícil y difuso, pero más difícil y difuso parece que resulta comprender la ductilidad de su semántica cuando el régimen interpreta el alcance de la normatividad comercial de acuerdo al espíritu del pensamiento comunista. "La interpretación extensiva de la ley", proscrita en la democracia, es instrumento de aplicación discrecional por parte del régimen comunista chino.

A fuerza de acumular un poder omnímodo, el Buró Chino ha logrado domesticar en silencio a 1.300 millones de habitantes y consolidar un imperio económico fundamentado en el dumping, y que mimetizado en la globalización, invade mercados, socava la estabilidad de muchas industrias y siembra esperanzas fallidas en la agenda comercial de más de un centenar de naciones.

*Abogado Consultor & Asesor Empresarial. Profesor Universitario de Globalización, Derecho del Comercio Internacional y Derecho Financiero.
Abogados@Rodriguez-Jaraba.Com