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columna del lector

El próximo gabinete de Álvaro Uribe

Thilo Hanisch Luque, lector de SEMANA.COM que da por descontada la reelección de Uribe, asegura que la calificación que reciba su segundo mandato depende de su audacia para elegir a sus ministros.

Thilo Hanisch Luque
12 de febrero de 2006

Dicen los que saben que los segundos períodos presidenciales en Suramérica suelen ser un desastre político. Para sustentar esta aseveración, se citan algunos casos "típicos" como los de los ex presidentes suramericanos reelectos en la historia contemporánea reciente, el peruano Alberto Fujimori y el argentino Carlos Saúl Menem. Pero más allá de los protagónicos papeles de los jefes de estado reelectos, preocupa la conformación de los gabinetes (ministros, secretarios, directores institucionales) encargados de ejecutar las políticas de gobierno propuestas durante sus campañas. Teniendo en cuenta la nueva y complicada maquinaria de alianzas estratégicas, tanto la de los uribistas originales, como la de los recientemente convertidos al fundamentalismo uribista, y tildados de "oportunistas" por la oposición, vale la pena revisar algunas "técnicas de selección de personal", toda vez que es de suponerse que habrá una nueva repartición de cuotas burocráticas para compensar las lealtades de unos y otros. Además el viejo sueño de Uribe de terminar su mandato con el mismo gabinete, igual hace rato que quedó en el olvido. Y claro está, también tiene sentido esta reflexión para que nuestro popular presidente mantenga los altos niveles de aceptación entre el electorado, no sólo hasta el día de su eventual reelección, sino hasta el final de su segundo mandato. Para alcanzar esta meta, nada mejor que recurrir a la obra llamada "El Príncipe", de Nicolás Maquiavelo, quién en el siglo XVI dio claras pautas con tal fin. Empecemos citando el capítulo XXII, "El primer juicio que hacemos, desde luego, sobre un príncipe y sobre su espíritu no es más que conjetura; pero lleva siempre por fundamento legítimo la reputación de los hombres que se rodea este príncipe. Cuando ellos son de una suficiente capacidad y se manifiestan leales, podemos tenerle por prudente a él mismo, porque ha sabido conocerlos bastante bien y sabe mantenerlos fieles a su persona". En este sentido no hay mucho que reprocharle a Uribe, pues ha sabido bien hasta cuando mantener a sus ministros, y cuando prescindir de sus servicios, sobre todo cuando las opiniones y problemas personales de estos han creado una polémica incómoda a la imagen suya y la de su gobierno. Llegado el momento, Uribe cambió los ministros del Interior y Justicia, Medio Ambiente y Vivienda y Defensa Nacional, la cúpula de la Policía Nacional, entre muchos otros funcionarios. Veamos: El ex ministro del Interior y de Justicia, Fernando Londoño, por ejemplo, se caracterizó por sus polémicas declaraciones, que en algunos generaron reacciones de profundo rencor (y hasta odio), y en otros despertaron las raíces más hondas del clásico buen humor bogotano, como cuando declaró al respecto de algunos magistrados de la Corte: "Los que lean la Constitución después, cuando todo esto termine, se preguntarán qué clase de cigarrillo se estaban fumando los que aprobaron esto." Tampoco ayudó su lío judicial con Ecopetrol, por lo que el costo político de mantener al ministro dentro del gabinete era demasiado alto para la imagen presidencial. Según Maquiavelo, "es necesario saber que hay entre los príncipes, como entre los demás hombres, tres especies de cerebros. Los unos imaginan por sí mismos; los segundos, poco acomodados para inventar, cogen con sagacidad lo que se les muestra por los otros, y los terceros no conciben nada por sí mismos, ni por los discursos ajenos. Los primeros son ingenios superiores; los segundos, excelentes talentos; los terceros son como si ellos no existieran." Equiparando el cargo de príncipe con el de Presidente, es justo decir que nuestro presidente clasifica al menos en la segunda categoría maquiavélica, es decir, la de los hombres con poca inventiva, pero mucha sagacidad para coger las ideas que les muestran los otros políticos. Si perteneciera al primer grupo, no hubiera escogido al ex ministro Londoño para la cartera del Interior en primer lugar, porque hubiera previsto lo polémico de esta decisión. Pero fue inteligente al aceptar su renuncia, habiendo conocido de cerca su discurso reaccionario que podía dañar su imagen política. Con la ex ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, los líos comenzaron con los nombramientos de sus propios asesores, que al parecer carecían de los conocimientos y la experiencia necesarios para la administración de las fuerzas militares. De acuerdo a la mayoría de las críticas de ese entonces, Ramírez no supo ganarse la confianza y simpatía de los altos mandos militares, y polemizó en temas sobre los cuales es bastante probable que no tenía ni la más remota idea. El ejemplo más ilustrativo, es el de su natural ignorancia sobre las capacidades, costos de mantenimiento y alistamiento de los ocho aviones de combate Mirage F-1, que el gobierno español de José María Aznar "generosamente" había ofrecido como donación a la Fuerza Aérea Colombiana (FAC). El ex comandante de la FAC, el general (r) Héctor Fabio Velasco, acertadamente, desestimó la utilidad de esta donación, toda vez que las características de operación y mantenimiento de las dichosas aeronaves no se ajustaban para nada a las necesidades estratégicas y logísticas de la FAC. Si la ministra, que no tiene por qué saber de aerodinámica, mísiles, maniobrabilidad aérea, coordenadas, bombas guiadas por láser, etc., se hubiera asesorado primero de los que si saben, nada de esto hubiera pasado. Sin embargo, en un principio, Uribe avaló la gestión de su ministra por encima de la de este experto militar, y en una primera instancia se vio forzado a renunciar éste último, mucho antes que la ministra. Maquiavelo seguramente le diría al presidente al respecto que, ". (..)..Debemos forzar sobre él (príncipe-presidente) un juicio poco favorable: porque ha empezado con una falta grave nombrándolos así." El presidente planeó un gabinete para cuatro años, pero no le resultó por todo lo anterior. Seguramente tendrá que planear otro para pagar favores políticos, lo cual no es un delito, siempre en cuando elija gente verdaderamente capaz de las diferentes opciones que le ofrezcan sus aliados políticos. Aunque hay mucha tela por cortar en este tema, para no extendernos más en ejemplos, vayamos a la cuestión central que nos ocupa, y que según Maquiavelo reza, "Pero ¿cómo conoce un príncipe si su ministro es bueno o malo? He aquí un medio que no induce jamás a error. Cuando ves a tu ministro pensar más en sí que en ti, y que en todas sus acciones inquiere su provecho personal, puedes estar persuadido de que este hombre no te servirá nunca bien. No podrás estar jamás seguro de él, porque falta a la primera de las máximas morales de su condición. Esta máxima es que el que maneja los negocios de un Estado no debe nunca pensar en sí mismo, sino en el príncipe, ni recordarle jamás cosa ninguna que no se refiera a los intereses de su principado." Claro está que Uribe también deberá conservar a toda costa aquellos miembros de su gabinete que sean buenos, y para esto Maquiavelo recomienda: "los grados honoríficos y riquezas que él le acuerda llenan los deseos de su ambición, y los importantes cargos de que éste se halla provisto le hacen temer que el príncipe sea cambiado de su lugar, porque sabe bien que no puede mantenerse más que con él. Así, pues, cuando el príncipe y el ministro están formados y se conducen así, pueden confiar el uno en el otro; pero si no lo están, terminan siempre mal uno u otro". Lo mejor de todo esto es que, si el presidente Uribe logra seguir este último consejo de Maquiavelo aquí citado, nada podría impedir que se apruebe otra reforma para la reelección presidencial perpetua en el año 2009, porque ninguna corte querrá "mantenerse más que con él", incluso la Corte Constitucional... Amanecerá y veremos.