Home

Noticias

Artículo

columna del lector

Entre la calma fronteriza y la reelección uribista

Jueves 24. ¿Por qué Uribe mantiene su favorabilidad?, ¿su actuación en la crisis con Venezuela fue la de un presidente o la de un candidato? Carlos Mendoza responde esa y otras preguntas.

Carlos Mendoza Latorre
20 de febrero de 2005

Después de la tempestad viene la calma y es el momento de evaluar lo que se hizo bien y lo que se hizo mal en el manejo de la crisis con Venezuela. Repasemos. Colombia violó la jurisdicción del territorio venezolano para capturar a un guerrillero de apellido Granda que oficialmente es terrorista. Pero el debate fue diferente. ¿Qué país es más violador? Colombia que no siguió el conducto regular a la luz del derecho internacional y no acude al gobierno venezolano para capturar terroristas? O ¿Venezuela que los "protege"?

Luego vinieron declaraciones de parte de parte. Cuidadosas por parte de la cancillería venezolana si se las lee; incendiarias en boca de ministros y funcionarios colombianos. La frontera entró en tensión. Quedaron suspendidos los proyectos energéticos binacionales, se elevaron los precios y el comercio se vio afectado. La guerrilla aprovechó la coyuntura y volvió a cometer actos terroristas en Nariño y Meta. Cuando el presidente Uribe se enfermó antes de encontrarse con el presidente Chávez, se canceló el viaje a Europa y también los encuentros tan difíciles de lograr con los países del viejo continente. Luego en Caracas se encontraron los presidentes de ambos países y se abrazaron. Después lo hicieron los cancilleres en Bogotá y decidieron darle vuelta a una página pasada.

SEMANA publicó una encuesta en la que la popularidad del presidente no parece verse alterada tras la crisis más fuerte que ha tenido este gobierno. Pero hay una variable que no aparece en ninguna encuesta y es el apoyo de los medios y los sectores empresariales a la gestión presidencial. Eso puede explicar la popularidad entre los encuestados.

Y es evidente que ello se vio en medio de la crisis con Venezuela. Un apoyo de los medios a la improvisación del gobierno en cuanto a política exterior se refiere. Bien para el gobierno pero malo para el país. Lo mismo que pasa cuando se dice que a la economía le va bien y al país mal.

Debe haber responsables políticos y no los hubo ni los habrá. La salida de un ministro imprudente que reconoce sobornos en vivo y en directo sería apenas algo normal en una gestión que se da la pelea de poner a sus funcionarios a improvisar en plena crisis con un vecino tan difícil como Chávez. Haber ofrecido su salida en una crisis como la vivida, pudo haber acelerado el fin del malentendido. Y un gobierno sin intereses de reelección lo habría hecho. Pero el país estuvo en un mal momento por tener un gobierno que le dio más importancia a sus anhelos de mantenerse en el poder, que a la estabilidad o supervivencia de las poblaciones fronterizas.

Eso debe tener un costo político perceptible en las elecciones. El error debe pagarse por el bien de la figura de estado y como lección para que los líderes nacionales antepongan el interés de la nación y de los gobernados y de las poblaciones que dicen representar y ayudar, al suyo propio.

Que no vengan a decirnos que lo se hizo se hizo bien. Un mes puede ser mucho o poco tiempo. Poco para los que vivimos en las grandes ciudades del interior del país. Puede ser una eternidad para los que viven en Cúcuta o San Antonio. Por ellos vale la pena la salida de un funcionario indiscreto. Eso se hace en cualquier estado bien manejado que busca el bienestar de la población y que no está dispuesto a sacrificarla mientras tira la pelota a cada lado de la frontera para encontrar quién es más culpable y no quedar mal en el intento.

Pero eso nunca ocurrió. Y no se hizo porque mientras Chávez acabó de ser reelecto Uribe está en plena campaña de reelección y no podía reflejar debilidad. El gobierno le endosó sus errores -es normal de cualquier gobierno cometerlos-, al Estado y eso sí es grave porque ya no es el Estado en su tradición histórica el que puede amortiguar y superar las políticas del gobierno de turno sino un gobierno, el que en su afán de figuración deja débil hacia el futuro un Estado con menos poder de interlocución y negociación que antes. O como creen ustedes que se ve en el mundo a ministros comandantes de fuerzas militares reconociendo sobornos? Cuestionable para la moral de la tropa. Vergonzoso para el Estado colombiano.

En política debe entenderse que los ministros son fusibles y se cambian cuando se queman. Un ejemplo sencillo. Los ministros de hacienda que generalmente no son populares ni tienen intereses políticos a futuro se retiran después de lograr aprobar una reforma tributaria en el congreso o haberlo intentado. Lo mismo pasa con los ministros del interior que no logran convencer a los congresistas de apoyar los proyectos del gobierno. Hay que cambiarlos porque ya nadie les cree y el interés del gobierno es sacar adelante sus proyectos, no mantener en sus cargos a altos funcionarios porque ello indica estabilidad y seriedad en el gobierno. En política el orgullo existe mientras no se busquen resultados perceptibles y a los gobiernos se les juzga más por sus actos que por el nivel de sus orgullos.

Nada más sano entonces para la gobernabilidad que las crisis ministeriales. No es un capricho de los críticos, es una decisión consecuente con el desgaste que traen las negociaciones y las gestiones de un gobierno. Pero este súper-gobierno no lo ha entendido y con el argumento de tener ministros de cuatro u ocho años para que la gerencia de las políticas públicas no se altere, se está llevando las instituciones por delante para dejar el sello de una administración exitosa. Y todos lo aplaudimos. ¿Pero qué Estado nos deja para los políticos que vengan después?

Uno que existe mientras el presidente Uribe continúe en el poder. La de-construcción del Estado a manos de los empresarios ministros deja mucho qué desear en cuanto legitimidad política y prestigio internacional se refiere. Por eso existe el miedo de no reelegirlo, porque la desinstitucionalización es tal que se teme no llegar a contar con alguien que encabece la dirección del estado como el presidente Uribe.

Igual pasa con las declaraciones oficiales. Tener un vicepresidente que considera puede dar opiniones personales sobre los temas del país es un despropósito que hace sonrojar a cualquier estadista serio. Y es una grave equivocación. Y en ello deberían pensar los asesores de imagen del gobierno. Este vicepresidente no es un buen escudero. El ministro Londoño salió por imprudente y mientras él hablaba y escandalizaba, el presidente quedaba inmune y su popularidad no sufría mella. Y ahora pasa lo mismo. Pero en este caso, un vicepresidente es el potencial reemplazo de un presidente que nadie pensaba podía enfermarse. Por el bien del país y de su prestigio como Estado en el ámbito internacional, más que por impopularidad, es preferible la prudencia y la autocensura. Bien lo dijo Churchill. "Los políticos que no están dispuestos a la impopularidad cuando deben tomar decisiones difíciles, son indignos de su cargo"

En cuanto a la reelección hay un mito que vale la pena cuestionar. La lucha contra el terrorismo es una política mundial irreversible y por eso mismo con Uribe y sin Uribe va a continuar. No depende de su permanencia en el poder que continúe o no. Se dirá que hay diferencias de tono y es cierto, aunque más de símbolos y confianzas que se endilga este gobierno haber recuperado. Si tal recuperación del sentido de seguridad y confianza es tan grande como se dice, precisamente por ello tales valores recuperados existirán en el gobierno que le preceda y que hereda los logros nacionales de la administración anterior. Así que si confiamos en la gestión de este gobierno, debemos creer también que no es necesaria su permanencia para que los logros se mantengan.

Vale la pena recordar que el crecimiento presupuestal y operativo de las fuerzas militares tiene mucha importancia en el gobierno Pastrana, paradójicamente en un gobierno con proceso de paz con las guerrillas. ¿Acaso el gobierno de Uribe no ha utilizado esos logros y esa capacidad militar en su lucha contra el terrorismo? No solo heredó esos logros sino que los ha incrementado en ejercicio de su política de seguridad democrática. ¿Tuvimos que reelegir a Pastrana para que continuara la guerra contra el terrorismo? No. Además él fue quien les declaró la guerra cuando culminó el proceso de paz y Uribe heredó la tendencia final de su gobierno y la canalizó electoralmente. Así que la continuidad de políticas bien hechas no depende de la permanencia de un gobierno en el poder.

Aunque esté de moda la reelección y ya lo hayan logrado en sus países tanto Bush como Chávez, Colombia puede ser la excepción para no convertirse en el factor desestabilizador de la región junto con Venezuela. Y mientras al vicepresidente se le permite seguir hablando en público, no resta más que confiar en la recuperación de la salud del presidente Uribe, para que culmine su labor y le permita al próximo gobernante, lograr una gestión que si bien ha recuperado la confianza de los ciudadanos en la actividad política, no puede volverse una atadura de la que no se pueda prescindir para seguir gobernando y trabajando por el país hacia el futuro.