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"Estados Unidos puede pedir lo que quiera y el Gobierno verá si se lo da"

Eduardo Pizano, ex presidente de Telecom y asesor de Colombia Telecomunicaciones, explica por qué el Gobierno no puede ceder ante la propuesta de Estados Unidos sobre las telecomunicaciones.

1 de agosto de 2004

El país entero se sorprendió cuando el gobierno de Estados Unidos, que actualmente presenta sus peticiones en la tercera ronda de negociaciones del TLC, pidió privatizar el sector de las telecomunicaciones y reconoció el uso de antenas piratas para el envío de llamadas a Colombia. Uno de los primeros en responder fue el ex ministro de desarrollo, ex presidente de Telecom y asesor de Colombia Telecomunicaciones, Eduardo Pizano. En diálogo con SEMANA.COM explicó a qué se debe la controversia, por qué el Gobierno no puede ceder ante la medida y además, aclaró algunas dudas que ha generado el acuerdo.



El tema de fondo es que el TLC es un acuerdo en el que Estados Unidos puede pedir lo que quiera, pero el que decide finalmente es el Gobierno colombiano. Yo creo que ellos van a pedir todo, pero hay que tener en cuenta que esto no es un acuerdo de cooperación, sino uno comercial y así como los colombianos quieren coger el mercado norteamericano, los estadounidenses quieren entrar al colombiano.

Entre tanto, en el tema de las telecomunicaciones hay varias cosas que están en juego. Primero, las compañías del sector pueden prestar el servicio desde cualquier lugar, pues el mundo está lleno de redes satelitales y de fibra óptica. Entonces ellos esperan poder instalar una sociedad que opere desde su propio territorio para no pagar ni el impuesto de renta, ni el gravamen destinado al Fondo de Comunicaciones del Ministerio de Comunicación. Éste último es el que permite un servicio universal, es decir, que el servicio de teléfono llegue a todo el país, pues en la mayoría de municipios y regiones apartadas el servicio tiene que ser subsidiado. Ellos quieren que cualquier empresa pueda prestar su servicio de telecomunicaciones en el país. Eso tiene costos enormes para el país y los afectados serían los pobres.

Además, los servicios que prestan los operadores nacionales están sujetos a unas cargas y además necesitan un título que le da la autorización para prestar larga distancia y telefonía celular. Entonces lo que están en juego son las cargas equiparables, que no existirían si Estados Unidos presta su servicio desde su territorio.

En Colombia pueden llegar a haber diez operadores, por que la idea no es defender un monopolio que no existe en el país, todo el mercado está abierto y el que quiera puede entrar. Lo que se busca es quien participa en el negocio lo haga en condiciones de equidad con todos los demás jugadores. Eso es lo que los colombianos queremos, porque el que los estadounidenses presten el servicio transfronterizamente implica la quiebra de todas las empresas.

Los estadounidenses no pueden pretender montar una red privada y no pagar lo que pagamos todos. Por eso estoy de acuerdo con que se abra el mercado, pero con las mismas condiciones que se les impusieron a todos los demás. Ese es el punto de fondo.

A diferencia de Estados Unidos y Chile, en Colombia se tomó una decisión: hacer apertura, privatizar, pero el que se beneficie de eso va a tener que pagar. Orbitel, por ejemplo, pagó por la licencia de operación, el precio que le impuso el Estado. Esos costos tienen que asumirlos todos los que quiera operar en el país. Así es justo.

Colombia no está obligada a suscribir ese punto, simplemente entrarían a discutir cada uno de los capítulos. Pero hay que tener en cuenta que el TLC es un tratado comercial bilateral, donde los dos defienden sus intereses en las mismas condiciones y tienen las mismas posibilidades de ganar.

Pero si Colombia negocia mal puede salir perdiendo. Ahora, el Gobierno puede decir que el tratado no le sirve en esas condiciones y no suscribirlo. Hay que entender que algo hay que sacrificar, lo importante es saber qué y a qué costo. Esa es una decisión del Gobierno de Colombia y de los negociadores.

Por eso lo que yo le digo al Gobierno es que haga lo que quiera, pero tenga la seguridad de que no vamos a aguantar que aquí venga el norteamericano y en desigualdad de condiciones haga lo mismo que hace aquí el colombiano. Es que aquí el sector de las telecomunicaciones tiene más de diez mil millones de dólares invertidos en infraestructura y hay que cuidar eso, esa es parte de la responsabilidad del Estado.

El segundo tema de fondo en ese aspecto es que Estados Unidos exige que Colombia garantice que las señales satelitales de televisión no sean recibidas por operadores piratas y que todos los empresarios certifiquen que utilizan software legal. Pero en el tráfico de larga distancia internacional la situación es diferente.

En Colombia el 60 por ciento de las llamadas entrantes llegan a través de piratas, es decir, que las empresas de llamadas estadounidenses dirigen sus señales a antenas piratas ubicadas en los jardines de las casas donde hay unos conmutadores que enrutan la llamada. Eso a las empresas estadounidenses les resulta lucrativo. Pero las operadoras nacionales, que tienen que pagar una serie de impuestos, se ven afectadas y tiene grandes costos. Cuando yo era presidente de Telecom recibía anualmente 350 millones de dólares por el tráfico internacional entrante al país, actualmente se reciben 35 millones de dólares.

El tercer aspecto es el de la privatización. Los estadounidenses quieren un regulador autónomo y lo que garantiza esta condición es que el Estado no tenga inversiones en telefonía. Pero, ¿en Estados Unidos el Post Office de quién es?, pues del Estado. Pero eso no implica nada, lo que implica es que cada país es autónomo y soberano para tomar sus decisiones. Estados Unidos no puede meterse en lo que no le toca.

El argumento de los gringos es que si Colombia tiene una empresa, para defender sus intereses en ésta no deja que el regulador sea autónomo. Eso está bien en un Estado en el que hay una sola compañía de comunicaciones. Pero aquí hay más y el mercado es mucho más abierto.

Ahora viene un tratado de libre comercio con Estados Unidos y todo eso se va a negociar. Y es que los estadounidenses pueden llegar con un millón de propuestas y es responsabilidad de Colombia aceptarlas.

Pero en sí, el TLC tiene cosas positivas. Lo primero, es que el mundo se globalizó y hoy en día el incremento del comercio exterior en bienes y servicios es lo que está jalonando las economías del mundo. Los empresarios buscan, en vez de vender en un país como Colombia, que tiene un per cápita de 1800 dólares, vender en un mercado con 18.000 dólares per cápita (Estados Unidos), que tienen muchas más posibilidades de consumo. Entonces acceder a los mercados desarrollados es el ideal y tiene todo el sentido.

Otra de las posibilidades que se abren con un acuerdo de este tipo es sacar los productos al mercado. Colombia tiene un problema y es que la guerra es un disuasivo para que llegue inversión extranjera. Además, cuando México hizo el acuerdo con Estados Unidos y Canadá, tuvo una facilidad inmensa y copó el mercado de bienes que se producían en el tercer mundo, como las confecciones, y así incrementó brutalmente sus exportaciones a Estados Unidos. Lo mismo pasó con Centroamérica, República Dominicana, Chile, Jordania y Australia y Marruecos recientemente.

Entonces ya hay muchos países que tienen acceso libre de aranceles para poder exportar sus bienes a Estados Unidos y Colombia no se puede quedar atrás. Hay una serie de productos que se producen en Colombia, por ejemplo las flores y las confecciones, que si no logran tener esas mismas condiciones que tienen los otros países dejan de ser competitivos, pues tienen que entrar pagando impuestos. Por ello, si no hay un tratado de libre comercio con Estados Unidos esos sectores no van a poder entrar nunca.

¿Qué implica eso?, que indudablemente al tener acceso a la exportación de una cantidad de bienes, se tienen que abrir la economía a otros que suelen ser máquinas y algunos que requieren una mayor elaboración. Estos últimos son producidos por compañías a las que en otras condiciones no les interesaría entrar a Colombia.

Pero es igual desde Estados Unidos. Por ejemplo, la empresa coreana Hunday que vende 8.000 carros al año en Colombia va a tener que pagar un arancel más caro que el que pagan los carros norteamericanos, eso significa su salida del mercado, ya que su costo va a aumentar. Igual con las máquinas producidas en Alemania. Eso es un beneficio directo para Estados Unidos y va preferenciando que los bienes se originen en unos países determinados.

Por ello las negociaciones que se aproximan va a ser bien interesantes y las ganancias dependen de los términos en los que cada país negocie. Obviamente la ganancia va a ser de dos vías. Ahora que Estados Unidos está presentando sus propuestas y va a pedir mil cosas para ver qué saca, pero no significa que Colombia tenga que ceder a todo.