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Fernando Zalamea Traba nació en Bogotá, en 1959. Foto: Andrés Torres / El Espectador.

Entrevista

“Muchos pensadores han buscado a un ser supremo con las matemáticas”

El matemático Fernando Zalamea Traba, hijo de la curadora Marta Traba y hermano del artista Gustavo Zalamea, fue elegido hace poco como una de las 100 mentes más atrevidas del mundo por la Academia Domus de Milán. Ahora que se presenta en el ciclo de conferencias medievales de la Universidad Nacional, hablamos con él.

Christopher Tibble
2 de junio de 2016

Usted  recientemente salió en el libro 100 mentes globales, los pensadores transdisciplinarios más atrevidos en el mundo. ¿Qué significó eso para usted?

Es es una noticia sorpresiva y agradable que recibo con gran curiosidad y un poco de escepticismo, pues esas listas tienden a ser aleatorias. Pero tiene la ventaja de que ayuda a mi obra, que ya es razonable en el sentido de que combina bastantes temas de cultura, mucha matemática con literatura, arte y filosofía. Me llamó la atención el libro pues se trata de una lista elaborada por jóvenes, eso me gusta. Les preguntaron por pensadores que les gustaban y salieron 400 nombre y un algoritmo de la Universidad de Turín hizo una búsqueda de esos 400 basándose en los más citados por fuera de su campo de especialización. Me gustó la combinación de juventud y lo interdisciplinario.                      

En términos legos, ¿nos podría explicar su filosofía de la globalidad?

Consiste en la idea de que las distintas regiones de la cultura, como la literatura, el arte, la filosofía o la poesía son modos de pensamiento que son básicamente universales. A pesar de ser producidos localmente, alcanzan un registro universal. Estoy pensando en Juan Rulfo, por ejemplo. Su localidad es completa, situada en una región específica de México, en una época particular y sin embargo él tiene la capacidad de expresar una vida que trasciende lo local. Eso también pasa en las matemáticas, tienen múltiples regiones de aproximación del mundo, ya sea con entendimiento discreto de las cosas o entendimiento continuo. Estas distintas regiones, en un cierto sentido, tienen conexiones con regiones de la cultura, entonces se conectan a través de diversos puentes, y eso a la larga da un tejido general de la cultura.

¿Y ese tejido del que usted habla podría, por ejemplo, ayudar a Colombia en la coyuntura del proceso de paz?

Pensaría que sí. Al menos desde el punto de vista de que si se está en el ámbito cultural o matemático este tiende a ser elástico y eso es supremamente importante. La rigidez en el pensamiento creativo de poco sirve. El principio de elasticidad a la hora de dialogar, la necesidad de ir en contra de los binarismos y aceptar que en la vida lo que importa es la mediación, es clave en la lógica contemporánea. Esa flexibilidad del pensamiento general es un ejemplo interesante para el proceso de paz, pues la única manera de hacerlo es con la elasticidad de las partes. Ninguna postura exagerada o dicotómica va a llevar a ningún lado. Y ahí ya sabemos de quién estamos hablando.

¿Qué pueden aprender las matemáticas de la cultura?

Eso siempre ha pasado. Es poco conocido porque lo que nos enseñan en matemáticas es ese recetario de fórmulas, pero en realidad los grandes matemáticos siempre han estado abiertos al pensamiento general, casi siempre tienen formación filosófica y en algunos casos literaria, algunos incluso no sabían si dedicarse a las matemáticas o a la literatura. También su influencia está en la matemática creativa. De hecho, el más importante lógico es lo últimos años, Saharon Shelah, pone la belleza como la máxima aspiración de las matemáticas, más allá de las definiciones. Para él es fundamental que siempre estén cerca de la estética.

Cuando pienso en matemáticas y otros ámbitos, se me viene a la cabeza la prueba matemática de Gödel de la existencia de Dios. ¿Qué opina al respecto de esa prueba?

Es una prueba fabulosamente bonita. Es una joya de concepción, de precisión y casi de convicción. Lo que él logra es que, si se admiten dos principios básicos, se logra probar la existencia de Dios. En matemáticas varios pensadores se han acercado a la búsqueda de un ser supremo. Un ejemplo es Cantor con su ‘Teoría de los infinitos’, y es curioso que las matemáticas del siglo XX, en las que se basan todos nuestros avances tecnológicos, surgen de esas búsquedas teológicas de Cantor.

Usted viene de una familia de humanistas. Su madre es la crítica Marta Traba y su hermano, el artista Gustavo Zalamea. Y de alguna manera parece que, si bien usted se ha dedicado a las matemáticas, sigue interesado en el ámbito cultural.

Sí, es lo que llamo mi único golpe de genio: a los 15 años entendí que las matemáticas complementarían mi visión del mundo. Mi camino no estaba destinado a eso, sino a la literatura, a la crítica, que es un poco lo que he hecho en mis ensayos. Hice muchísimas matemáticas entre los 15 y los 30 años, mucha técnica, es una maravillosa amante pero también exigente y dura. A partir de ahí quise volver a la cultura.

Usted es un gran admirador del cineasta Andrei Tarkovski. ¿Por qué?

Sí, soy gran admirador. De hecho tengo un libro titulado Razón de la frontera y fronteras de la razón en el que escribo bastante sobre él. En el libro exploro a Tarkovski alrededor de la idea fundamental que él intenta expresar con imágenes: aquello que no podemos ver. Siempre está tratando de ver cosas que se escapan. Él habla de nuestros ojos ciegos, que no nos dejan ver bien las cosas. Esto lo hace a través de un cine que con imágenes bellas expresa el más allá, con esa tendencia religiosa tan suya. Y es algo cercano a las matemáticas, que intentan describir con estructuras e imágenes y conceptos de número y espacio lo que se nos escapa.

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Para más información sobre el ciclo de conferencias en el que está participando el profesor Zalamea Traba, haga click aquí.