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COLUMNA DEL LECTOR

Guerra animal

Miércoles 22. "Sorprende que todavía quede un mundo con tanta guerra sin fin", opina Manuel Rodríguez, lector de SEMANA.COM.

Manuel Rodríguez Díaz
19 de junio de 2005

Las hormigas también hacen la guerra. Se pelean, se matan y hasta se comen unas a otras. Tal parece que eso nos las ha llevado muy lejos.

A cincuenta años del fin de la Segunda Guerra Mundial, "resolver" y hasta "prevenir" conflictos, sigue costando millares de soldados y civiles, gentes al fin, tirados en el piso con las vísceras al aire; frentes agujereadas, brazos y piernas sin dueño, tímpanos rotos, futuros postergados, derechos pisoteados por mostrencos ensoberbecidos. Miedo animal, furia animal, dolor animal, atraso animal. La insensatez no deja de estar de moda.

Cada día, y a cada momento de cada día, alguien carga un fusil o entierra una de esas invenciones sádicas que llaman mina antipersonal, planea un ataque aéreo, nuclear, con palos y piedras o de cualquier otro tipo. Nunca se detiene el afán de hacer arder el dinero, el esfuerzo, el tiempo y el ingenio que podrían crear soluciones y que prefieren usar para tratar inútilmente de matar los problemas, arrasando al mismo tiempo con todo lo que esté en medio.

Hay quien dice hacer la guerra para evitarla, quien la justifica por cobardía, quien la cobra en millonarias cifras y quien la paga con sangre sin recibir vuelto.

Las hormigas también guerrean, no son capaces de compartir un espacio por inmenso que sea para ellas. Si juntan algunas de diferente color dentro de un pote vacío, no pasará mucho rato para que comiencen a luchar con ímpetu. Pareciera que como parte de un juego macabro, tampoco puede haber humanos de diferente color, creencias o lenguaje dentro de la misma lata.

Cincuenta años del fin de la segunda guerra mundial. Sorprende que todavía quede un mundo con tanta guerra sin fin.