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Japón enciende sus alarmas en temporada de huracanes

Por estar concentrado en la tragedia de Nueva Orleáns, el mundo occidental ha pasado por alto el peligro que corren países lejanos geográficamente. Sara Guevara, una periodista colombiana residente en Tokio, escribe sobre la alerta en ese país y un reciente tifón que golpeó las islas japonesas.

Sara Guevara
25 de septiembre de 2005

Siempre se ha sabido que en cuanto a desastres, lo impensable es probable y que sólo se necesita un poco de mala suerte para que los peores augurios se materialicen. Esa parece ser la lección aprendida por el gobierno japonés de la tragedia de Nueva Orleans. Ya no solo son los terremotos, Katrina despertó en los japoneses los temores más profundos.

Hace algunos días un tifón similar al Katrina, de categoría 4 y con un radio un poco más amplio, de 300 kilómetros cuadrados, golpeó las islas japonesas. Nabi -así se llamaba la tormenta- obligó a la evacuación de 100,000 personas y dejó por los menos 20 muertos, decenas de heridos y millones de yenes en pérdidas económicas. Algunos ríos se desbordaron, algunas carreteras según las imágenes de la televisora estatal NHK, quedaron intransitables por la altura del oleaje y la corriente, muchas casas fueron anegadas o destruidas por avalanchas de tierra. El impacto fue frontal contra Kyushu, otra isla japonesa, no tan poblada como la próspera región de Kanto, en la isla principal, que según los datos disponibles tiene mas de 1,200 habitantes por kilómetro cuadrado.

La reflexión que se hicieron las autoridades japonesas es si el país está preparado para afrontar una situación similar a la de Nueva Orleans. La respuesta es que aun no se sabe y por eso se han encendido las alarmas ante una situación bastante posible. Por el calentamiento global, dicen los expertos, se intensifican la cantidad y la categoría de las amenazas climáticas.

Interesado en las razones por las que fallaron los diques de Nueva Orleans, el gobierno japonés planea enviar un equipo especializado a la devastada zona para realizar investigaciones de campo, obtener toda la información posible e incrementar las medidas de seguridad para las zonas bajas del Japón.

La preocupación no es injustificada. Japón tiene un total de 1,169 kilómetros de tierra al nivel o bajo el nivel del mar, incluyendo la llanura de Kanto -que alberga la ciudad de Tokio -, y la llanura de Osaka. Por ejemplo, en lo que se conoce como el distrito de Koto, cerca de la Bahía de Tokio, habitan más de tres millones de personas y ni qué decir de Osaka, otro gran centro financiero.

Japón también cuenta con diques muy similares a los que se usan en Nueva Orleans. Por eso, según las agencias de información, es importante que expertos oficiales elaboren un detallado análisis de las causas que provocaron el colapso del material utilizado y del refuerzo planeado para los diques en la ciudad estadounidense arrasada. También es necesaria una revisión de las medidas actualmente existentes en Japón para evitar los daños por oleaje y grandes inundaciones.

Una de las medidas piloto incluye el proyecto "G Cans", un mega complejo de túneles cuyo objetivo es convertirse en una infraestructura capaz de prevenir las inundaciones provocadas por los ríos y canales de Tokio. Este gran proyecto subterráneo es el más grande del mundo y consta de cinco impresionantes silos de 32 metros de diámetro y 65 metros de profundidad a su vez conectados por 64 kilómetros de túneles ubicados 50 metros por debajo de la ciudad. El sistema tiene a su vez turbinas de 14,000 caballos de fuerza que podrían evacuar decenas de toneladas de agua por segundo.

Sin embargo, los expertos han coincidido en que no toda la culpa es de los diques. Muchos opinan que el hundimiento causado por la urbanización juega también un rol importante en la tragedia de Katrina. En el caso japonés, el área de Koto, en Tokio, rodeada por los ríos Arakawa y Sumida, sufre un hundimiento paulatino. Se dice que la zona se ha hundido en un promedio de dos metros desde 1949, cuando otro tifón inundó a gran escala los distritos de Koto y Sumida en Tokio.

Un escenario similar al de Katrina sería catastrófico para una ciudad como Tokio, cuyo movimiento económico llega fácilmente a los 1,300 trillones de dólares, superando con creces la economía de cientos de países y donde se han desarrollado costosos proyectos inmobiliarios en islas artificiales justo en frente de la Bahía de Tokio, donde el metro cuadrado se vende igual o por encima de los 4,000 dólares, en los lugares más exclusivos de la capital japonesa. Las aseguradoras, que ya tiemblan ante la posibilidad de que un terremoto en la zona supere las pérdidas de Katrina en Nueva Orleans, palidecen ante esta nueva amenaza.

El temor no es gratuito. Las experiencias hablan por sí solas. En 1959 un tifón que golpeó la Bahía de Ise, y provocó olas de 5 metros de alto, rompió los diques de la llanura de Nobi en Nagoya y otras ciudades. Dejó a su paso más de 5,500 muertos y desaparecidos. A partir de entonces el gobierno japonés reforzó su control de inundaciones mediante la construcción de rompeolas y compuertas resistentes a la marejada causada por las tormentas, tomando en cuenta una fuerza similar a la provocada por el fenómeno meteorológico.

Aun así los tifones continúan causando estragos y grandes pérdidas económicas. El tifón No. 18 en septiembre de 1999, mató a 12 personas en la Prefectura de Kumamoto, en la isla de Kyushu. En agosto del año pasado, otro tifón causo enormes daños a mas de 15,000 viviendas, también en la misma isla.

Pero lo que más preocupa aparte de los tifones son las corrientes de los ríos japoneses, que son relativamente cortos y se ven rápidamente afectados por los fenómenos naturales.

Por lo pronto, la voz de alerta ha sonado en Asia, no solo para países costeros como Japón y Taiwan, sino en los países costeros o isleños caribeños que pueden verse afectados con tragedias similares por encontrarse en o cerca al corredor de huracanes.

La diferencia es grande, mientras en Nueva Orleans la falla que causo el caos fue estructural, en países en desarrollo más pequeños esa carencia estructural podría eventualmente causar una falla total y traumática en todo un territorio.