Home

Noticias

Artículo

columna del lector

La Angosta de Abad

Alfredo López, lector de SEMANA.COM, escribe sobre su desilusión al leer la premiada 'Angosta'.

Alfredo López
12 de febrero de 2006

En la edición del 22 de julio del 2005 leí en esta revista un artículo de Héctor Abad Faciolince en el cual decía que su novela Angosta estaba siendo traducida al mandarín por un catedrático chino llamado Zhang Guangsen, quien esgrimía un simple argumento: "La novela me gustó y la estoy traduciendo." Zhang Guangsen, quien, según el articulo, había sido profesor de español durante más de 20 años en la Universidad de Beijing, logró culminar la traducción de las 400 paginas de la novela en poco más de tres meses, y tal velocidad fue para Faciolince una prueba sorprendente del rigor stajanovista de dicha cultura oriental. Aparte de esto, en alguna parte leí, creo que en la revista Numero, que la casa de la Literatura Popular, la más grande de las editoriales literarias de la Republica China, y la Sociedad de Investigación de la Literatura Extrajera le habían otorgado a Angosta la distinción de "mejor novela del mundo hispano hablante del 2004". Carajo, tremenda distinción - pensé en ese momento sin ninguna sospecha - así que habrá que leerla, mucho más teniendo en cuenta el gran numero de halagadores comentariaos en los que han llegado a calificarla de "genial" y "obra maestras". Fue por tanta zalamería que decidí leer Angosta, después de varias lecturas que nada tienen que ver con el tal país del sagrado corazón. Me acerque a las páginas de la novela y después de tres jornadas concluí la lectura con un muy mal sabor, pero no por el tipo de historia que narra -sabida y consabida por cualquiera que se asome a la ventana, lea los periódicos o vea noticieros- sino por esa mezcla grotesca de realidad y fantasía que es Angosta, la novela, que, empleando una expresión borgiana, adolece de ridiculez, de ridiculez extrema, desde el desafortunado titulo hasta el lenguaje empleado por el escritor. En las primeras páginas, Angosta es identificada claramente con Medellín. Pero más adelante el lector observa que perfectamente puede ser una metáfora de Colombia o una prefiguración del mundo entero. Es una prefiguración burda, y por lo tanto muy poco sutil y de dudoso valor estético, en la que son recreados de forma increíblemente flagrante otros universos literarios. Por ejemplo, los de la Divina Comedia de Dante. Angosta está dividida en tres niveles: el sector F o frío (habitado por los Dones); llamado Paraíso, el sector T o templado (habitado por los Segundones); y el sector C o caliente (habitado por los tercerones), donde puede encontrarse un lugar conocido como La boca del infierno. Es mucho más que obvia la correspondencia entre cada uno de estos sectores y los niveles del Paraíso, el Purgatorio y el Infierno del poema dantesco, aunque esta división tripartita es mucho más antigua y puede remontarse a cualquier mitología. Para colmo, en el sector de Paraíso encontramos a una señorita bien, llamada casualmente Beatriz (la famosa musa de Dante), y sólo por pura casualidad entre el sector T y el C hay un río de aguas podridas que no es el Río Sucio Antioqueño, sino el pseudos imaginario Turbio, al cual es preciso cruzar en pequeñas barcas para pasar de T a C, es decir, hacia La Boca del infierno, o viceversa. Lo único que le falto al escritor fue decir que el barquero mencionado se llamaba Caronte, el famoso personaje que atravesaba las aguas de río Aquerón, llevando en su barca a las almas que iban rumbo al infierno. Pero lo grotesco no está del todo aquí, sino también en mezclar de manera burda estas herramientas literarias con circunstancias consabidas de la realidad colombiana y mundial. La vieja lucha de clases entre los poderosos y los parias está bien. Pero también se atreve a decir que los Tercerones y Segundones sueñan con vivir en Paraíso, en cuyos linderos están construyendo una gruesa muralla para continuar con una política de "apartamiento" y evitar definitivamente que los Tercerones y Segundones se sigan pasando por el "hueco". Habla también de un grupo terrorista de Tercerones llamado "Jamás" (cualquier parecido con el grupo terrorista palestino Hamas es mera coincidencia), quienes burlan la guardia de Paraíso y hacen estallar sus cuerpos forrados de explosivos causando estragos y desatando con ello grandes represalias de los Dones, que consistían en bombardeos computarizados al Sector C (¿una C llamada Franja de Gaza, o Irak?), donde se hacían batidas, para luego enviar a los sospechosos capturados a los campos de "Guantánamo" (¿Cuba? ¡No que va, quién dijo!). Y habla igualmente de los consabidos atropellos contra los derechos humanos cometidos por una oscura organización para estatal llamada la Secur (¿por casualidad no hubo alguna vez entre sus comandantes un tal Castaño?). Hablar de todo esto, enmarañado con la historia de personajes que no fraguan y de una ciudad que no existe pero que si existe, es sencillamente ridículo, y ridículo por su evidencia, su obviedad, por su falta de creatividad, porque para eso es preferible quedarse con los periódicos y los noticieros de televisión. La novela no terminó siendo ni realista ni fantástica, y mucho menos podría ser clasificada dentro de aquello que una vez se llamó Realismo fantástico, donde lo real y lo fantástico se fundían de una manera tan poética y sutil que se perdía el carácter de lo inverosímil. Esto no pasa en Angosta, a pesar de que el autor en varios pasajes intente fallidamente emplear el lenguaje ya inaceptable de García Márquez. Digo fallidamente porque no le sale, no le queda bien, así como tampoco le queda bien el empleo de un léxico en desuso o ¿es que acaso el lenguaje no evoluciona? A Abad sólo le faltó decir, por ejemplo, jamelgo en vez de caballo, o menester en lugar de necesidad. Y para colmo de colmos, no contento con todo esto, el escritor nos sale con el ridículo cuento de que la familia de uno de los personajes, una muchacha apodada Candela, procedía de un pueblo de la costa llamado nada más y nada menos que Macondo (¿en qué estaría pensado?), de donde llegaron desplazados con muy pocas pertenecías, entre ellas un pescadito de oro. ¿Por qué no dijo también: "fraguado en el taller de joyería del coronel Aureliano Buendía"? A estas alturas me pregunto: ¿qué fue lo que le vieron los chinos a la novela? ¿Será que mordieron el anzuelo y se comieron el cuento de que entre las nuevas novelas escritas en Colombia, Angosta es la que más se aproxima al universo recreado hace más de 35 años por García Márquez? ¿Así de mal estarían las otras novelas que participaron? Pero pensándolo bien, si el traductor Zhang Guangsen, encerrado en su mentalidad oriental y por mucho español que sepa, no sabía quienes son David Bowie ni Juan XXIII ni Corín Tellado (como afirma el propio Abad en la columna mencionado al comienzo), mucho menos va a poder saber claramente que es el Realismo mágico y comprender el espíritu de eso que todavía puede verse deambular por las calles de los pueblos de caribe. Por ultimo, en alguna parte también leí o me dijeron - no lo recuerdo - que estaba proyectada la realización de una película basada en Angosta. Bueno, eso es lo único que le falta, así, o terminan de tirarse la historia, o logran superar a la novela con el lenguaje cinematográfico (y eso ya deja mucho que decir de una novela), como sucedió con la famosa novelita de Jorge Franco, Rosario Tijeras, una historia increíblemente vacía con personajes flojos, muy poco concretos (y no me refiero a la película, sino a la historia escrita por Franco).