Home

Noticias

Artículo

columna del lector

Los chats y el amor

Ángela María Pérez, una escéptica de los chats, se enamoró en uno de ellos. Cuenta su historia.

Ángela María Pérez Moreno
18 de septiembre de 2005

¿Se ha preguntado usted alguna vez si las personas que visitan los chats son tan reales como sé autorretratan? Esos cibersitios son visitados por toda clase de personas, que forman el mundo globalizado. No existen fronteras ni temas prohibidos. Seguramente ahí estarán todos los sicópatas, los pederastas, los voyeristas, todos los seres humanos que quieran darle rienda suelta a alguna perversión no manifiesta. Ahí es fácil que un hombre se haga pasar por mujer y conquiste momentáneamente a otro hombre, a sabiendas de lo que hace. En ese lugar no hay clóset para esconderse, la gente puede ser como realmente es y el interlocutor puede decidir si quiere o no hablar o ver a esa persona que lo llama.

Hay salas de temas muy diversos, unas "sanas", otras abiertamente "descaradas". Todas son de acceso libre e incluso a ellas pueden llegar los niños con libertad. La conciencia de contestarle a un niño está ligada a la capacidad del adulto que casi nunca piensa que ese niño podría ser el suyo y que realmente no le gustaría que visitara estos sitios a tan temprana edad. La Internet no tiene manera de bloquear el acceso a niños menores y lo más probable es que éstos busquen saciar su curiosidad infantil en salas malsanas, que para nada les harán bien.

No critico los chats. Los he utilizado en momentos de soledad personal, pero como mujer, siempre visito las salas que más participantes tienen. Después de cierto tiempo de visitarlos he encontrado que el corresponsal que busca "un ligue" por este medio, en medida general va al grano directamente. La primera palabra que siempre se dice es "hola", la segunda es "de donde eres" y luego a lo que vinimos: "¿qué quieres ver?" Hacen tratos indecentes: "¿qué me das a cambio de lo que yo te de?", normalmente es una sesión de sexo auto practicado. Luego de hacer el intercambio, viene la hora de pagar. Como espectador hay que entregar algo de la propia intimidad.

La gente que lo hace sabe a qué va, qué tanto puede dar y no se sonroja con lo que ve. Nada es imposible de ver en un chat. Hay salas geográficamente definidas, siempre se huye de la que corresponde al país donde se vive,. Las hay con un tema, amoroso, sexo, religión, literatura, todos muy variados. Se maravilla el espectador de ver a través de una económica camarita y un barato manos libres, todas las sensaciones que pueden venir incluidas. Puede incluso llegar el amor, en forma de persona que no se puede tocar, ni besar, ni amar, pero que sientes como cercana a tu corazón.

Eso me pasó a mi edad, ya madura, pero no avanzada. Un día después de sorprenderme de ver tanta genitalidad sin tapujos exhibida, me encontré con una cara que llegaba de España, de una Isla llamada Mallorca que no conozco. Ese rostro me llamó la atención, no tenía nada de especial, se manifestaba como la fachada de un ser tímido, y curiosamente. no me ofrecía ver nada. ¡Sorpresa! Un ser en el chat con deseos de conocer personas, cerebros de seres humanos para ser exactos.

Me mostró su cara, ¿la había soñado o la conocía? Inconscientemente tenía una sensación rara de dejavù, de haberlo conocido siempre. Empezamos a conocernos, primero me mostré como una súper mujer, a sabiendas de que no lo soy, que mi fuerte no es un buen cuerpo ni una buena cara, que soy más que una figura. Intuí que era un ser distinto, que era especial y chateamos cinco horas seguidas por espacio de un mes completo.

De aquel encuentro no me podía despegar por más que lo quisiera, era magnético para mí, un imán potentísimo que no me dejaba separar de ese hombre. Acabamos confesando nuestro amor mutuo, increíble, ni yo lo creía. Era totalmente imposible, no lo lograba ni conociendo a la persona cara a cara. Creo que la clave estuvo en que pude conocer a un ser especial a partir de su cerebro y sus sensaciones, dejando el instinto animal para después, que inevitablemente llegó en forma de deseo.

Ahora mi vida ha cambiado, soy positiva, sé que puedo sentir amor verdadero. Lo único que quiero, es volar a conocerlo, saber a qué huele, cuál es el tono de su voz, si su sentimentalismo es real, si su amor es grande. No sé si es alto, si es bajo, si su piel es suave o áspera. Solo, se que lo amo y que es grande el deseo de conocerlo.

Ahora mi meta es viajar, no veo la hora de irme del país, de dejar todo por seguir su camino. ¿Me enloquecí? Muchos pueden pensar que sí y parte de razón tienen, pero quiero asumir el riesgo para saber si mi maravillosa de aventura funciona o no, nunca me perdonaría negarme conocerlo por miedo al que será.

Ya la vida se basa en ahorrar para ir, conectarme diariamente para decirle con ansias que lo amo y oír sus bellas palabras de vez en cuanto por el chat de voz. Pienso en como será ese encuentro, lo sueño todos los días, lo varío, lo ordeno por sitios geográficos que tendré que recorrer para llegar a esa isla del Mediterráneo. Me pregunto cómo será esa casita antigua que me ofrece en mitad del campo de la isla. ¿En qué trabajaré? Soy arquitecta y seguramente en un país extraño no podré homologar mi título. Además soy pintora y en la isla hay turistas, así que me volveré hippie y pintaré.

¿Pero saben que es lo que más sueño? No voy a volver a oír silbar las balas, no ulularán las sirenas de las ambulancias de las víctimas de los atentados, no tendré miedo de que me maten por equivocación, como suele suceder aquí. Prefiero dejar mi país y buscar un mundo en paz, con el silencio como compañía. ¿Será verdad tanta belleza? A veces creo que me gané la lotería, que conocí la piedra filosofal, la verdad oculta de la alquimia. ¡Y todo por un chat! Ya les contaré el final de la historia desde Mallorca.