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Más allá del utilitarismo migratorio

Detrás del tema de la migración hay mucho más que remesas. Olga González, explica qué hay.

Olga L. González*
27 de marzo de 2005

La aproximación dominante en el tema de los migrantes colombianos en el exterior se ha centrado en su papel económico. Se valoriza esta migración en función de las famosas remesas, que como bien se sabe han constituido un pulmón del mercado de divisas. Mientras los bancos compiten por captar los giros y se crean portafolios de inversión, los medios se hacen eco del optimismo reinante, celebrando las cifras de la migración con las infaltables anécdotas de colombianos en los oficios más disímiles en remotos países.

Estamos muy lejos del sentimiento de vergüenza mexicano, el país que exporta más migrantes en el mundo y para el que ese flujo de personas representa un fracaso nacional. En Colombia, aparte de la picaresca, la óptica ha sido fundamentalmente utilitarista. Desde un punto de vista estrictamente contable, en efecto, todo es ganancia: sin necesidad de inversión, pues en la base hay exclusivamente iniciativas privadas, sin tener que influir en la dirección de los flujos, que se construyen solos, sin siquiera abastecer con algún recurso o bien a la contraparte, entran las remesas, puntualmente. Además, el ingreso es lo suficientemente masivo y la migración palpable, como para ponerse con minucias si por azar se colaran ahí reintegros por concepto de tráfico de drogas.

Esta óptica utilitarista soslaya las preguntas incómodas, como la relación entre la violencia doméstica y la migración, o las preguntas por la calidad de vida de los compatriotas de las remesas, o la inquietud por la fuga de cerebros. Adicionalmente, la mirada utilitarista evita analizar la situación colombiana en el contexto mundial y latinoamericano. El caso de Colombia no es, evidentemente, único. Estimamos que más de 700.000 personas provenientes de Colombia, Ecuador y Perú llegaron a Europa en tan solo un lustro, entre 1998 y el año 2003.

La magnitud de ese fenómeno enmarca un fenómeno social y cultural de gran calibre: mediante esta explosión migratoria se produjo en un breve lapso un verdadero Descubrimiento de Europa, especialmente de España. Diferentes estudiosos han insistido en la novedad del fenómeno para países como España e Italia, tradicionalmente expulsores (por oposición a países como Francia), pero que vieron con buenos ojos la llegada de estos contingentes. La explotación de una mano de obra barata y dócil, contribuiría a mantener competitivos varios sectores de la economía.

Pero, ¿por qué se van quienes deciden emigrar? ¿Es la falta de oportunidades un motor de la migración? En Europa, es perceptible la alta representación de colombianos provenientes de algunas zonas de la región cafetera. Sin embargo, estos migrantes no son agricultores, sino personas provenientes de pequeñas y medianas ciudades, con formación escolar, que han trabajado en el sector servicios, incluso ex empleados públicos. ¿Por qué deciden irse? Emprender el viaje implica realizar un ahorro cuantioso de dinero, movilizar redes familiares, amén de correr el riesgo de ser devuelto al pisar un aeropuerto europeo, sin mayores explicaciones. Sobre este punto, si bien la lógica de las redes migratorias explica muchas configuraciones, un sondeo realizado en Francia deja ver que el tema de la violencia aparece con elevada frecuencia.

¿Cuál es la calidad de vida real de los colombianos de afuera? ¿Existe mayor posibilidad de movilidad social en determinados países? ¿Qué se puede decir bajo la óptica de género?

Además de ser giradores puntuales y de gozar de la fama de excelentes trabajadores, los colombianos conocen situaciones muy disímiles. Uno de los criterios determinantes es si su estadía es legal o no. De esto se desprenderán posibilidades de acceso al trabajo, a la educación para los hijos mayores, o a la seguridad social. Asunto éste fundamental, máxime cuando realizan trabajos de riesgo, como sucede con los colombianos de Francia, muy activos en la construcción. Por lo demás, incipientes estudios señalan la fuerte presencia latinoamericana en el sector del servicio doméstico y en la prostitución.

Por lo demás, en Colombia se desconoce cuál es la incidencia de las remesas sobre la economía local. ¿Son las remesas una puerta de entrada para la construcción de proyectos locales sostenibles en el tiempo o una buena parte del dinero que entra se pierde en gastos suntuarios? Acá, la experiencia internacional es rica en enseñanzas: existen estudios sobre el gasto suntuario en ciertas comunidades ecuatorianas que reciben altas remesas, que contrastan con la fuerte organización de migrantes, por ej. de Malí, quienes cofinancian proyectos locales y generan sólidas adscripciones comunitarias.

Más allá del utilitarismo migratorio que percibe a los colombianos en el exterior como cuentas corrientes en el exterior, pensar en ellos en su dimensión humana es introducir una serie de preguntas embarazosas. Acaso las respuestas no serán motivo de orgullo desenfrenado, pero es preciso formularlas, aumentar el conocimiento sobre el tema e ir más allá del ensimismamiento con las remesas.

*Socióloga, actualmente realiza un doctorado en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París sobre el tema de los migrantes.
olgalu@free.fr