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crisis con Venezuela

Solución salomónica

Viernes 21. La integración económica entre Colombia y Venezuela podría menguar las diferencias políticas entre Colombia y Venezuela, escribe el analista Juan Pablo Parra.

Juan Pablo Parra Rojas*
16 de enero de 2005

Las declaraciones del Presidente de Venezuela Hugo Chávez a raíz del asunto Granda han hecho evidente la estrecha relación entre los asuntos políticos y los económicos a la hora de examinar las relaciones entre Colombia y Venezuela. Un hecho de carácter político, como fue la captura del "canciller" de las Farc y la gran confusión que ésta generó, estuvo a punto de acabar con las relaciones económicas y comerciales de dos socios que debido a la intensidad creciente de los intercambios se necesitan cada día más para la consolidación de sus economías. Hechos como éste, exigen una revisión del proceso y los alcances de la integración colombo-venezolana.

La ola integracionista americana de los años 90 se caracterizó por un papel muy activo del sector privado frente al tradicional control que sobre estos temas ostentaban los gobiernos. De este período resultan acuerdos de comercio de estructura ligera cuyo propósito específico se limita a la creación de zonas de libre comercio sustentadas en la constante disminución de las barreras arancelarias. La integración bajo este esquema es impulsada por los mercados y sus actores y se presenta como una alternativa a métodos basados en la construcción de estructuras internacionales de carácter público. Colombia, después de un par de décadas concentrada en la construcción de una zona andina integrada a través del Pacto Andino, opta por el pragmatismo del TLC con Venezuela.

Gracias al libre comercio, las relaciones comerciales entre Colombia y Venezuela aumentaron de manera significativa durante la década de los 90, y aunque el comercio sufrió una fuerte disminución en los últimos años debido a diversos diferendos políticos con el Presidente Chávez, el año pasado los intercambios se reanudaron con gran dinamismo y explican en gran medida el crecimiento de las exportaciones colombianas en 2004. En la actualidad Venezuela es el segundo socio comercial de Colombia después de Estados Unidos, y de unas fluidas relaciones comerciales entre los dos países, depende en gran medida el éxito en nuestro desempeño económico. Colombia no se puede dar el lujo de poner en peligro las relaciones comerciales con Venezuela, pero ¿cómo no hacerlo, dada la evidente divergencia que en términos políticos existe en la actualidad entre los dos gobiernos? La historia nos puede ilustrar al respecto.

Tras la catástrofe vivida a causa de la Segunda Guerra Mundial, muy pocos veían con claridad el futuro del continente europeo. Es más, pocos eran optimistas acerca de la convivencia entre Francia y Alemania, que tantas veces había sido la causa de conflictos de envergadura. Un tratamiento muy fuerte por parte de los aliados hacia la vencida Alemania podría ser el germen de un nuevo conflicto, como había sucedido con la firma del Tratado de Versalles que estableció las condiciones de la post Primera Guerra Mundial, así como las causas de la Segunda. La rivalidad entre las naciones europeas debía terminar sin la humillación de los perdedores. La salida a esta situación no era fácil de encontrar. Sólo unos pocos visionarios vieron en la integración europea la manera de garantizar la convivencia en Europa, así como el camino de la prosperidad.

La situación entre Colombia y Venezuela no está para nada cerca de la vivida en la Europa de los años 50. Sin embargo, el camino de la integración nos podría ser útil para conseguir los mismos objetivos: la convivencia y la prosperidad. La crisis en la relación de los dos países, en lugar de alejarnos de Venezuela, debería ser el motor para el diseño de un proyecto integrador basado en el interés común. El proceso de integración se debe constituir en el elemento fundamental para evitar que los diferendos de tipo político entre los dos gobiernos afecten las relaciones económicas y comerciales. Esto suena aparentemente difícil de conseguir, y lo es. Pero no es imposible. Hay que tener claridad sobre la metodología y los elementos de la integración.

El papel jugado por el sector privado en la integración comercial ha dado buenos frutos. La dinámica creada a partir de intereses de provecho económico es sólida y el pragmatismo consecuente garantiza que los procesos no se queden en el simple discurso. El fortalecimiento de este método debe darse con la identificación de sectores claves de la economía. Al respecto, proyectos como el gasoducto transfronterizo es un ejemplo que se debe resaltar. El sector energético es estratégico y el trabajo en conjunto podrá consolidar intereses comunes inexistentes en apariencia. Pero ese no es el único sector que se debe explorar. La producción agrícola colombiana encuentra en Venezuela un espacio de exportación en muchos frentes, y aunque los intercambios son fluidos, se debe avanzar en la consolidación de proyectos comunes.

La realización de proyectos de gran alcance es la base para el acercamiento de las economías. Mientras más iniciativas comunes se desarrollen, más cerca se estará de la consolidación de un mercado común con todas las ventajas económicas que éste puede generar. Una gran integración en lo económico, promueve la concordancia de los intereses que afectan a la sociedad en su conjunto, o sea los intereses políticos. Cuando se logra una alta afinidad en los intereses políticos de dos naciones, aspectos como el desarrollo y la seguridad se convierten en elementos de cohesión, no de repulsión.

Dentro de las salidas planteadas al impasse diplomático ocasionado por el asunto Granda, se encuentra la creación de una comisión bilateral para el análisis del tema. Nuestro futuro con Venezuela necesita la creación de más de una comisión bilateral. Una entidad supranacional que garantice los intereses de los Estados y no los de los Gobiernos es necesaria. La crisis causada por la captura de Granda más que ser un problema es una oportunidad para el replanteamiento de un futuro, que por la cercanía de los países sólo puede ser común.

* Coordinador de la Maestría en Asuntos Internacionales. Universidad Externado de Colombia