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Territory, freedom and dignity: el grito del último pueblo oprimido de Colombia

La semana pasada, más de mil sanandresanos marcharon en contra de la corrupción y el olvido en el que los tiene el Estado. Crónica de Jesús Ramírez, experto en minorías étnicas que estuvo en el lugar.

Jesús Ramírez*
28 de noviembre de 2004

El viernes 19 de noviembre a las 5 de la tarde, una manifestación de mil personas desembocó en la atiborrada Avenida 20 de Julio de San Andrés. Llamaba la atención que más que una marcha, lo que pasaba era una larga procesión compuesta en su gran mayoría por adultos, hombres y mujeres que no gritaban, ni voceaban consignas estridentes, abajos o vivas a nadie en particular. Cantaban en coro y se acompañaban con las palmas, respondiendo a una vos que los precedía. Era un gran culto trashumante que pasaba a los ojos de los turistas que nada entendían y en frente de los almacenes de turcos, paisas y judíos cuyas empleados salían de los almacenes a mirar con curiosidad y sorna. Caminaban cuidados por la policía que cerraba las vías adyacentes de esta oración itinerante convocada algunos Pastores Bautistas, organizaciones e intelectuales cansados de ver como la sobrepoblación, las basuras, la insuficiencia del alcantarillado y la escasez de agua, están acabando con la isla.

Trasegaba esta larga plegaria por las calles ajenas del centro de la ciudad o North End, como se llama este reducido espacio que alberga la hotelería y el comercio que asfixian a los isleños. Unas calles llenas de huecos que aún no ha podido tapar la corrupción que sigue haciendo de las suyas en el archipiélago

"We are marching to victory, toward God's horizon (nosotros estamos marchando hacia la victoria, hacia el horizonte de Dios").

Marchaban los descendientes de los esclavos africanos y puritanos ingleses que desde el siglo XVI llegaron a este archipiélago-paraíso. Aquellos que a mediados del siglo pasado no pasaban de 10.000 mil almas de estas tierras. Los mismos que hoy son una minoría aplastada por el concreto sembrado por cadenas hoteleras y mafiosos, invadida y despojada de su tierra por los continentales colombianos traídos por el Gobierno a ejercer soberanía y ahogada por los turistas de chanclas y pelota de letras que llegan en paquetes y por paquetes a la isla.

Venían de La Loma, tradicional lugar de residencia raizal a donde la avanzada del cemento y del pavimento lo ha ido confinando. Se fueron congregando desde las 2 de la tarde en la Iglesia Bautista de Mount Zion, a donde llegaban a píe y en enormes buses amarillos donados a las iglesias de la isla por sus homólogas de Estados Unidos. Una Ford Explorer negra, de doble cabina y platón descubierto, con un raizal cobrizo y de trenzas al timón y un altoparlante en su capota, recorría las calles adyacentes haciendo sonar una melodía en ritmo rasta-rap, cuyo coro repetía incansable, en una mezcla de creole e inglés:

"den no like wi, aal den waan da we lan!" (Ellos no nos quieren, solo quieren nuestras tierras)."

Llegada a la esquina de la Avenida Las Américas con Avenida Newball, la procesión hizo un alto. El Pastor Raymond Howard, de la Primera Iglesia Bautista de la Loma, tomó el micrófono y se dirigió a los devotos, que de inmediato se quitaron sombreros y gorras, agacharon la cabeza, entrecerraron sus ojos, levantaron su mano derecha y acompañaron musitando: yes!. Aleluya!

"Que Dios perdone a nuestros ofensores y que nos perdone a nosotros también, y a todos los que se ponen al frente de los ídolos".

La marcha-oración había llegado a la Barracuda de los ojos azules, un enorme pez lloroso con las fauces abiertas y llenas de afilados dientes, que reposa sobre un pedestal de un metro de altura en el round-point que une las dos avenidas.. La barracuda y muchas construcciones pintadas de colores extravagantes que hoy amenazan o son ya ruina, fueron levantadas por Simón González y sirvieron para vender en el continente la idea de una tierra exótica, "alcancía mágica donde tus sueños se convierten en realidad", según palabras del mismo González. Imagen que sirvió además, para ocultar el proceso de neocolonización de las islas y expropiación de la gente raizal que ya realizaban narcos, ministros y hasta presidentes en ejercicio.

Continuó luego el Pastor Reymond llamando la atención en contra de las malas prácticas, que nos son exclusivas de los continentales y que también azotan a la gente raizal:

"No hay que practicar la brujería, hay que cuidarse de fornicar, no podemos aceptar que nos maltraten ni podemos maltratar a otros.

Caminamos en esta marcha por el bien de la gente, no para el mal, sentenció el Pastor antes a arrancar de nuevo. Un coro se levantó: Aleluya"!

El desfile continuó por la Avenida Newball, adelante una pancarta del largo de la calles era llevada por dos jóvenes raizales: "amen-sd: the raizal people legitimate way of constructing unity and organizaed authority" (Amen-sd: la organización legitima raizal construye unidad, organización y autoridad). A la altura de sus pecho, escritas a mano, los orantes llevaban cartulinas rosadas escritas con marcadores azules y negros, en las que se podía leer: "No hace falta más corrupción". No hace falta más sobrepoblación". "No hace falta más ángeles falsos".

Pasando por el Sunrise Beach Hotel, mafioso monumento faraónico que hoy se encuentra incautado por la Dirección de Estupefacientes y según los raizales, dado en concesión por una irrisoria suma, la marcha-procesión deja escuchar, acompañada de palmas y en un canto uniforme y melódico:

"Pedimos libertad y que recibimos? Hambre, muerte, azotes, corrupción!"

"Territory, freedom, dignity, that is what we Native need!" (territorio, libertad, dignidad, es lo que necesitamos los Nativos).

"De ahora en adelante nadie que no sea bilingüe puede trabajar en nuestro territorio!"

Llegado el culto al frente de la Gobernación, en la Coral Plaza, los participantes se agrupan a escuchar las palabras de sus Pastores. En el camino, se han sumado otras personas, entre las cuales se cuentan más policías a píe y en moto, jóvenes y empleados raizales que salen de su trabajo. Tres pastores intervienen, mejor, oran por San Andrés, para que su situación se mejore, para que terminen los abusos, la opresión, la corrupción, la discriminación laboral y porque se cumplan las leyes del Estado colombiano a favor de la isla. Entre tanto, los agentes de civil de la Policía Nacional y el Das filman todo lo que pasa, no quieren dejarle al olvido esta suplicante concentración.

Finalmente, por encima del ruido de las motos y carros que están dejando pasar al lado de la concentración, el Pastor Raymond eleva su plegaria:

"Dios no se equivocó cuando entregó este territorio a los ancestros, por eso estamos en la obligación de defenderlos porque son nuestra herencia. El estado, el gobierno, las instituciones y las organizaciones fueron creados por Dios y su obligación es reconocerlo y proveer el bienestar a la comunidad. Cuando el estado y las instituciones no cumplen con esos fines, el pueblo está en todo su derecho a levantarse y exigir que esos poderes cumplan con los propósitos que fueron creados".

Terminada su intervención, desde la camioneta se escuchó perentoria y repetidamente: "Dios los bendiga, dejen las cartulinas y las pancartas, suban a los buses en orden. La lucha sigue"!