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crónica taurina

Tres quiebros para el recuerdo

La corrida de rejones que vimos en Bogotá sigue confirmando el gran espacio que ha logrado este tipo de festejos en las ferias nacionales, escribe Mauricio Sepúlveda.

Mauricio Sepúlveda Castro
30 de enero de 2005

Cada vez asiste más gente, ayer hubo más de tres cuartos de plaza, y hay una afición especial y creciente por el caballo y por el arte del rejoneo. A todo esto ha ayudado la contratación de rejoneadores de categoría, que vienen de España a demostrar sus buenas condiciones, complementados por los rejoneadores colombianos más destacados.

En Bogotá vivimos una tarde de emociones en la que hubo de todo. Un toro que saltó al callejón y que por poco llega al tendido, la belleza de los caballos, el de por sí hermosísimo paseíllo de los tres jinetes, exhibiendo los mejores pasos de sus montados, banderillas colocadas de manera asombrosa, caídas espectaculares de los rejoneadores y hasta un sobresaliente de espadas que pasó un mal rato. Una tarde de reconciliación con la fiesta.

Se lidiaron toros de la ganadería de Manuel Orbes, bien presentados en general y de juego variado. Tres toros sirvieron pero los otros tres resultaron mansos y muy parados.

Lo más emocionante del festejo lo realizó Diego Ventura, que debutó en esta plaza y por tanto confirmó su alternativa. Hasta en tres ocasiones seguidas colocó banderillas al quiebro haciendo explotar a la plaza de emoción. Es, de lo que yo recuerde en corridas de rejones, lo más importante que se ha realizado en la Santamaría. Citó al toro dándole distancia y jugueteando con su caballo, que movía una de sus patas de manera desafiante, arando la arena como buscando pelea. Se arrancaban toro y caballo con el ímpetu de dos animales que se saben reyes de la situación, para en el momento del embroque, con una sincronía pasmosa, generar esa magia de ver burlar al toro con el movimiento armónico de su jaca llevando al astado imantado a los pechos de su cabalgadura, clavando limpiamente en lo alto del morrillo.

El segundo par fue de antología. Con la plaza entregada tomó una banderilla en cada mano y colocó el par en todo lo alto mientras la gente saltaba disparada de sus asientos, embargados de júbilo por lo realizado por Ventura. La plaza rumiaba un triunfo de clamor y pidió silencio, de manera unánime, para el momento de la verdad. Lastimosamente Ventura no estuvo fino ni con el rejón de muerte ni con el descabello y todo quedó en una ovación desbordante y dos vueltas al ruedo, una de a ellas con su caballo, el otro gran héroe de la tarde.

En el primero se había mostrado algo descentrado, en una labor que resultó muy trompicada porque los toros tropezaban constantemente sus cabalgaduras. Sólo algunas palmas se escucharon al final de esta actuación.

Andy Cartagena tiene la gran ventaja de contar con el cariño del público. Aparte de su entrega incondicional, así los toros no le colaboren. Y así ocurrió, el lote de Cartagena fue el menos colaborador de todos, pero el joven rejoneador sacó su repertorio y sapiencia para poder agradar. En el primero estuvo más lucido, interpretando bien todas las suertes, en especial las banderillas clavadas al violín. Una faena agradable clavando con limpieza y buena ejecución. Mató de gran estocada y quizás por eso, la presidencia, que ayer estaba bien generosa, le otorgó dos orejas. En realidad el premio justo era de un auricular, porque Cartagena no necesita de regalos para poder triunfar. En el segundo de su turno volvió a estar bien pero el toro le colaboraba menos, lo intentó por los adentros hasta que se hizo con el burel. La actuación hasta ahí, era normal, pero se produjo una caída espectacular en los terrenos de toriles, al parecer por un resbalón de su caballo y la gente se sensibilizó con el caballero desmontado, entró a matar, dejando un pinchazo antes de una buena estocada y lo que era una fuerte ovación se transformó en una oreja más, otorgada, por el ayer poco riguroso, palco presidencial. Al terminar la corrida salió a hombros por la puerta grande.

Juan Rafael Restrepo, que tiene muchos seguidores en la Santamaría, salió alegre y derrochando sonrisas, como es su costumbre. Le correspondió el mejor lote de la tarde que no terminó de aprovechar, sobre todo el segundo de su turno que iba muy bien y con buen tranco. Restrepo no le cogió nunca el aire al toro y aunque no estuvo mal no lo toreó como se merecía el astado. Algunos mostraron su inconformidad. En el primero de su lote, había estado bien, clavando con majeza. Quizás se demore mucho en realizar las suertes, con muchas probaturas antes de los encuentros. Lo malo fue que mató sin decisión, martillando con poca fuerza y se disipó una segura oreja. Vino el sobresaliente de espadas, que pasó las verdes y las maduras, para despenar al toro saliendo incluso revolcado en una de las entradas a matar. Dos avisos se alcanzaron a escuchar en lo alto, antes de que el toro cayera.

Incidencias: Se volvió a evidenciar que el piso de la Santamaría tiene algo raro. Los toros se malogran tarde a tarde y ayer para los rejoneadores el piso no estaba en las condiciones ideales. Algo pasa, porque se han intentado remediar esos desperfectos pero se siguen presentado estos incidentes.