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columna del lector

Un Apóstol se confiesa

El publicista Germán Medina es uno de los personajes que aparecen al lado de Alejandra Azcárate en la última y más cuestionada portada de SoHo. En su columna asegura que volvería a posar para la revista, que le gusta la representación que Azcárate hace de Cristo y que rechaza la tiranía de los cruzados, que ahora se visten de Everfit y Arturo Calle.

Germán Medina
7 de agosto de 2005

Hace unas semanas Daniel Samper Ospina me invitó a participar en una fotografía que recrearía la última cena de Cristo. Acepte gustoso pues me parece que la revista SoHo se ha vuelto un baluarte de expresión que mueve y cuestiona en un país en donde los movimientos y los cuestionamientos no son usuales. Esa última cena dio paso al Apocalipsis o, en lenguaje más pagano, se armó Troya.

Inmediatamente aparecieron los guardianes de la moral pública a señalar, a perseguir y a condenar en medio de una nube de incienso.

La situación no es nueva, es más, es bien antigua. Por lo general siempre hay gente que se abroga el derecho a determinar qué deben ver, oír, saber o creer los demás. Así sucedió con los valores heroicos de la sociedad aristocrática griega, con los que juzgaron y condenaron a Sócrates, con los que quemaron cristianos en Roma o herejes en la edad media, con los que llenaron los gulags de disidentes, con los que incineraron negros a orillas del Misissipi, libros en Varsovia o brujas en Salem.

Por desgracia las voces que se escuchan son las mismas sólo cambia el atuendo de los voceros de turno ya no usan capuchas blancas, cruces gamadas o armaduras de cruzados. Ahora se visten de Everfit o Arturo Calle. Pero el relleno es el mismo. El mismo discurso de intolerancia que ha movido generaciones y generaciones de hombres a luchar por la libertad de pensamiento, por la libertad de expresión, por la libertad de conciencia y por la tolerancia.

La libertad de expresión no es oír lo que uno quiere sino oír cualquier cosa. La libertad de pensamiento no es que se piense lo que yo quiero. Sino pensar cualquier cosa. Voltaire, otro perseguido y señalado, acuñó una hermosa frase: "no estoy de acuerdo con lo que usted dice pero daría mi vida por dejárselo decir". Alexis de Toqueville y John Stuar Mill decían que la peor dictadura no es la que ejerce un tirano desde el gobierno sino la que ejercen los otros hombres en las calles. Es decir, la tiranía de las mayorías. Una tiranía a la que no le gustan las diferencias, los contrastes o los puntos de vista.

Lamentablemente soy publicista y consultor político, mi trabajo es la creatividad y el análisis del discurso público, y en la esencia de mi ser están las diferencias, los contrastes y los puntos de vista. Esa es mi alma. No me gustan los absolutismos, vengan de donde vinieren. Me gusta decir lo que quiero, hacer lo que quiero y pensar lo que quiero. No me voy a aprisionar en mí mismo. Prefiero La Modelo, La Picota o El Barne. Soy católico, apostólico y romano y me ofende la forma como algunos fundamentalistas entienden mi religión, que es una religión de amor y humildad.

Si esto me cuesta la libertad me iré feliz a la cárcel pues creo que esto tiene profundas consecuencias en nuestra forma de entender una sociedad democrática, pluralista y tolerante. Ojalá me toque en la misma celda de mis compañeros de foto, pues esa diversidad me mostró la sociedad en la que yo quiero que viva Juan Mateo, mi hijo. Ahí hay liberales, conservadores, socialistas, negros, blancos, homosexuales, jóvenes, viejos, artistas y escritores. Todos en torno a una mesa, como debe ser.

No quiero terminar sin decir otra cosa: me fascinó ver a una mujer en el sitio de Cristo, pues no estoy de acuerdo con el papel que ellas desempeñan dentro de mi religión. Creo que deberían ejercer los mismos cargos que el hombre.