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columna del lector

Un concepto de moda en geografía económica

Lunes 24. Enoïn Humanez Blanquicett, lector de SEMANA.COM, analiza los pros y los contras del TLC, una semana antes del comienzo de una nueva ronda de negociación.

Enoïn Humanez Blanquicett
23 de enero de 2005

En materia de geografía económica el concepto de moda, en los últimos tiempos, es "acuerdos de libre comercio". Solo con mirar las paginas web da las universidades occidentales más prestigiosas (y supongo que las orientales deben andar en la misma onda) uno encuentra cursos, seminarios, conferencias y toda suerte de affaires relacionados con el tema. De paso por Québec el año pasado me tocó asistir a un referendo, que programó un colegio (allí se le llama colegio al sistema de educación preuniversitaria y técnica) para adoptar la posición oficial de la institución, con respecto a los tratados de libre comercio, que Canadá estaba en proceso de celebrar con otros países. En el debate se escucharon todas las posiciones que se conocen sobre el tema. Las de los antiglobalización, que ven en estos tratados al lobo feroz que se comerá a la inocente Caperucita Roja y la de los proglobalización, que los ven como el hada madrina que le traerá la felicidad a la Cenicienta.

Hace algunas semanas, la prensa colombiana informó que un grueso sector de la izquierda adoptó la lucha contra el TLC, como una de las banderas de la plataforma programática de su quehacer político. Valoro el coraje con el que asumen esa posición, pero considero que abordan el debate desde el perfil equivocado. Los acuerdos de libre comercio entre países no se pueden juzgar a priori como buenos o malos en sí. Eso es asumir una posición maniquea frente a las cosas.

Como todas las medidas de naturaleza política, económica y social, un acuerdo de libre comercio tiene sus ventajas y desventajas para cualquier país. En ese sentido los resultados benéficos o lesivos para su economía y sociedad van a depender de lo que se negocie. La Unión Europea es una demostración fehaciente de que los acuerdos de libre comercio, cuando resultan de medidas económicas y políticas, que se adoptan tomando como referente el consenso social y no el capricho de los gobernantes, traen buenos resultados para las naciones. Pero construir esos consensos demandan tiempo y honestidad política.

En lo que toca a América cabe decir que los acuerdos de libre comercio que se están cocinando, despiertan la sospecha porque se intentan negociar a marcha forzada y a espaldas de gruesos sectores de la sociedad civil. Además, las negociaciones de estos acuerdos están tomando un cariz de opereta, porque todos los países latinoamericanos están llegando a la mesa de negociación con los Estados Unidos dispersos y sin una estrategia de negociación en común y esa situación favorece sin ninguna duda a los Norteamericanos, puesto que pueden imponer su voluntad y hacer valer, a la hora de negociar, el poder hegemónico que tienen en el hemisferio.

En el pulso de las negociaciones un elemento que cuenta a favor del equipo negociador estadounidense es la actitud asumida por mucho sectores de la dirigencia económica y política latinoamericana, que manifiesta públicamente la tesis de que estos acuerdos son la única vía de salvación para las economías de sus países, en los que no habrá futuro de no lograrse su firma. Con esa aptitud las negociaciones no se están realizando entre países que se reconocen como actores iguales, que encuentran en la asociación la estrategia adecuada para jugar en el concierto mundial roles complementarios. Todo lo contrario. La precipitación de algunos gobiernos por firmarlos, les da a éstos el carácter de una dadiva, que la nación poderosa y rica le concede a sus vecinas pobres, a las que le permite de comerciar con ella. La parábola con que podríamos ilustrar esa tesis nos la ofrece la edad media. Los siervos de gleba empobrecidos se someten a los designios del señor poderoso para sobrevivir.

Como ya lo dije, un acuerdo de libre comercio puede traer beneficios a las naciones que lo firman y a sus sociedades. El ejemplo visible en América es Canadá. La dinámica de la economía canadiense está impulsada por la dinámica de la economía estadounidense. Mucho de lo que se produce en Canadá tiene como destino los Estados Unidos. Las factorías de muchas empresas europeas y japonesas que venden en los Estados Unidos, están en Canadá. Todo ese juego económico es producto de estos acuerdos. Pero en materia comercial Estados Unidos y Canadá se reconocen como actores complementarios. Así se pudo ver en la reciente visita de Bush a Ottawa. Desgraciadamente ese no es el ambiente que se percibe en las negociaciones de los países de la América del Sur con los Estados Unidos.

Con un amigo que estudia relaciones internacionales nos dimos a la tarea de hacer el inventario de las cosas positivas y negativas, que podrí traer para Colombia el acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. En nuestra consideración dicho acuerdo sería positivo porque:

1. Favorecería a los consumidores, ya que ampliaría la oferta de productos y sus proveedores. Esto desembocaría en precios más favorables que resultarían de la ampliación del numero de productos y proveedores y de la reducción de los aranceles que se cobran a las importaciones.

2. Al Facilitar el libre acceso al país de ciertas marcas y productos que le otorgan a la elite su sello especial, que se derivaba del privilegio de comprar en el extranjero cuando se viaja, de importar el producto o de ingresarlo de contrabando, estos acuerdos generarán en el seno de la sociedad la sensación de cierta igualdad, porque las marcas que otorgan el sello exclusivo se vulgarizarían. Así ya no volveríamos a ver en televisión aquel comercial famoso que hizo época en mi época de escolar, en el que una preguntaba curiosa: ¿"De dónde son tus zapatos?, y otra respondía engreída: ¡"Los traje de Miami!... y enseguida el gritico pegajoso... "mentira / mentira son jazz".

3. Otro elemento positivo para la economía colombiana lo representaría la posibilidad que tienen los colombianos residentes en el exterior de acceder a los productos de su país con mayor facilidad. Así tendríamos mayor posibilidad de comprar ropa colombiana de calidad, Emulsión de Scott para la gripa, cola granulada JGB tarrito rojo, hojas de plátano para los tamales y guascas para el ajiaco.

4. Las empresas colombianas que quieran entrar a estos mercados, y permanecer en ellos, estarían obligadas a adoptar en sus procesos productivos sus estándares de calidad. Ganarían los consumidores nacionales, ya que tendrían mayor calidad y garantías sobre los productos que compran.

5. Un acuerdo de libre comercio sería la medida más eficaz contra el contrabando que se ejerce desde los Estados Unidos hacia Colombia.

6. Llegarían -de pronto- las cadenas de supermercado estadounidenses, que favorecen a los consumidores con sus practicas comerciales inspiradas en la filosofía de "los precios bajan todos los días".

Del costado negativo estaría

1. La producción agropecuaria de nuestro país se vería arrasada, porque no podría competir con la de los Estados Unidos y Canadá, países que no eliminarían nunca los subsidios a sus productores.

2. En materia vial, portuaria y aeroportuaria el país tiene una infraestructura que no está adecuada para enfrentar este desafío. El tren, que sería muy útil, desapareció.

3. Si bien es cierto que podemos ofrecer como atractivo a la inversión extranjera el recurso de la mano de obra barata, también es cierto que esa mano de obra no está calificada y en este aspecto los inversores preferirían la china y los antiguos países de la Cortina de Hierro, donde la mano de obra, además de ser barata, es calificada.

4. Al país llegarían aquellas empresas que huyen de los severos controles ambientales y laborales que imperan en Estado Unidos y Canadá, porque saben que en Colombia impera la vieja filosofía de "la ley se acata pero no se cumple", que les resultaría útil para cometer sus fechorías ambientales y laborales.

5. Si los colombianos no vigilan lo atinente a la biodiversidad y firman lo que los Estados Unidos pretenden que se firme, el país habrá entregado a cambio de un hipotético mercado, la más grande riqueza que tiene.

6. Firmar el acuerdo con los Estados Unidos y dejar de lado los viejos proyectos regionales, sería una estrategia equivocada, que traería como resultado mayor dependencia de este país.

El asunto es interesante y de él debe ocuparse la izquierda colombiana con seriedad, porque es el eje central de la geoeconomía en el avenir.