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Desigualdad

Bajó la pobreza, pero no en el campo

Por qué el campo colombiano se empobreció en 2005 mientras que en todo el país más de un millón de personas dejaron de ser pobres

Natalia Carrizosa*
20 de enero de 2006

Jueves 19 enero, 2006

El año pasado 1' 205.000 personas dejaron de ser pobres. Se llegó así a un total de 49,2 por ciento de  pobres en Colombia, un porcentaje escandalosamente alto, pero el más bajo que se ha registrado desde que existen datos comparables en el país. El porcentaje de población indigente es de 14,7 por ciento, cifra  también muy alta, pero también la más baja desde que se cuenta con estadísticas. Así lo revelaron los resultados de las estimaciones de pobreza, indigencia y desigualdad del departamento Nacional de Planeación dadas a conocer ayer.

De acuerdo a los resultados del estudio, de 2002 a 2005 la pobreza cayó 7.8 puntos porcentuales. El Director de Planeación Nacional dijo que esta tendencia positiva se explicaba por el crecimiento de la economía, que generó empleos y mejoró los ingresos y la capacidad adquisitiva de los más pobres.

A esta conclusión se oponía el director del CEDE Fabio Sánchez en diciembre de 2004 cuando decía que, dado el ritmo de crecimiento de la economía, la pobreza se debería haber reducido 10 puntos. Eduardo Sarmiento, director del departamento de economía de la Escuela Nacional de Ingeniería, que siempre ha sido crítico del modelo neoliberal, considera en cambio que el 7,8 es un descenso muy significativo que corresponde a la evolución de los ingresos per cápita del período e implica que los pobres sí alcanzaron a beneficiarse de la pujanza de la economía. 

Por otro lado el estudio reveló que aunque hubo un pequeño avance en la distribución del ingreso, este  sigue siendo muy desigual. El coeficiente de Gini, que va de 1 a 0 (1 siendo la concentración más desigual y 0 la distribución perfecta) es de  0.55. Esto sigue situando a Colombia en la lista de los países más desiguales del mundo y de la región.

Santiago Montenegro, aunque sonriente por lo que consideraba buenas noticias, se mostró cauto. Reconoció que a pesar de los avances, las cifras de pobreza y desigualdad siguen siendo altas. "Por eso no puedo decir que estemos contentos. No podemos ser triunfalistas", dijo. También  insistió en la necesidad de trabajar para lograr una mejor focalización del gasto público. Los resultados arrojados por el Censo y el nuevo Sisbén serán clave para eso.

La variable verde (¿verde coca o militar?)

Los resultados positivos también se vieron ensombrecidos por la revelación de que el año pasado aumentó la pobreza en el campo. Esta venía bajando desde 2002 como sucedía en las ciudades, pero a partir del final de 2003 en las zonas rurales los pobres pasaron de ser el  63 por ciento de la población a ser el 68.2 por ciento en 2005. No son absolutamente claras las causas de este retroceso, pero los datos del estudio revelan que no se debió a un descenso en los ingresos asociados al sector agropecuario sino a una caída en el empleo y los ingresos del sector no agrícola, como los servicios, que representan un 60 por ciento de la actividad rural. 

Montenegro cree que la explicación tiene que ver con la erradicación de cultivos ilícitos. En efecto, semana.com ha venido reseñando cómo en departamentos como el Guaviare y el Putumayo la erradicación de estos cultivos ha  acabado con la economía de la coca, el empleo y los ingresos asociados a ella, y hoy en día la población que dependía de ellos vive en una situación más que precaria. El aumento de la pobreza en el campo tiene un impacto particularmente importante en la desigualdad, pues es en el campo donde se concentra la población más pobre. De acuerdo a Sarmiento, esto puede explicar que no haya habido una mejoría significativa en el índice de Gini a pesar de que las cifras urbanas fueron alentadoras.

Sin embargo, la incidencia de la lucha contra la droga en la pobreza es una relación más compleja de lo que se cree. De acuerdo al investigador Gustavo Duncan, coautor del libro "Narcotráfico en Colombia, economía y violencia", no es tan claro que los cultivos ilícitos signifiquen una rentabilidad grande para los campesinos. Ni siquiera que los saque de la pobreza. Existen muchas restricciones para ello. Por ejemplo, una presión inflacionaria en las zonas donde se cultiva la coca, que hace que las ganancias se consuman muy rápido y también costos muy altos de transporte. Según él, los campesinos cocaleros son bastante pobres, los empleos generados son de raspachines, los cultivadores no son dueños de los cultivos, siembran a la intemperie y tienen que pagar 'impuestos' a los grupos ilegales.

En cambio, habría que considerar otros factores para explicar la pauperización del campo como el desplazamiento y las desmovilizaciones de líderes paramilitares. El primero destruye el vínculo entre la demanda y la oferta de infraestructura de servicios públicos. Una población que está recibiendo salud, educación, y otros servicios al desplazarse se queda sin esa oferta. El profesor sigue recibiendo el sueldo, pero los estudiantes se quedan sin ir al colegio. La desmovilización lleva a una reducción de la nómina de los hombres que cuidaban a los líderes paramilitares.

"La gran pregunta es hasta qué punto el agro es capaz de absorber los empleos creados por los cultivos ilícitos o la guerra", dice Duncan. Según él, en el campo existen buenos negocios en términos de rentabilidad privada como la ganadería, pero que no generan muchos empleos. La mayor rentabilidad la generan unas pocas firmas con grandes recursos, pero la plata no se queda en el campo porque sus dueños viven afuera.

En parte por estos puntos negros, Montenegro insistió en la importancia de programas dirigidos justamente a la población campesina vulnerada por la erradicación de la droga y la guerra como "Familias en Acción", que subsidia a las familias que mantienen a sus niños en el colegio, "Familias Guardabosques", que emplea a ex cocaleros en el cuidado de bosques, y otros proyectos productivos. Pero quizás lo que más se necesita es pensar en una estrategia económica a largo plazo que le permita al campo competir realmente en los mercados internacionales.

*Reportera de Semana.com