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Bajo la sombra del terror

Paula Kling, corresponsal de SEMANA en Nueva York, escribe una crónica sobre lo que ha sido la vida en la gran manzana desde que inició la guerra en Irak.

Paula Kling*
24 de marzo de 2003

Cuatro ambulancias estacionadas afuera del terminal de subway de la Calle 14, frente a Union Square, les recuerdan a los neoyorquinos -algunos paseando sus perros, otros tomándose unas copas- que Estados Unidos está en guerra.

"No se preocupe. Los terroristas harían mejor en botar cualquier spray mortal en el verano", dijo un policía. Su cuerpo parece gordo pero es puro músculo. Me quedé callada pensando en la sola posibilidad de que eso se hiciera realidad. "Es porque la humedad ayuda a concentrarlo en el aire", me explicó. "Gracias. Entonces, esperemos a agosto", le dije en chiste, mientras me encomendaba a la Virgen.

La semana pasada comenzó el ataque de Estados Unidos contra Irak, hecho que aumenta la posibilidad de cualquier ataque en la Gran Manzana. El pasado martes, 18 de marzo, Tom Ridge, director de la seguridad nacional estadounidense, incrementó el nivel de alerta a naranja, el segundo más alto en la escala de advertencia.

Frank Libutti, comisionado adjunto de contraterrorismo de la policía de Nueva York y jefe de la nueva oficina antiterrorismo de esta ciudad, comentó: "Lo que hemos aprendido en los últimos años es que lo que Nueva York ofrece, es lo que hace esta ciudad atractiva para terroristas. Ellos quieren herir la economía y destruir los símbolos de América".

Antes de enero de 2002, no había una agencia antiterrorismo en ninguna ciudad del tamaño de Manhattan. No existen reglas y no hay doctrina para guiarla. Liderada por el Federal Bureau of Investigation (FBI) en sociedad con la policía de Nueva York (Nypd), esta nueva agencia antiterrorismo cuenta con inteligencia global, una línea telefónica para que los neoyorquinos colaboren, más de 100 detectives, y un doctor con especialización en enfermedades infecciosas. La agencia se concentra en entender al enemigo y deducir su agilidad.

Nueva York está saboreando casi la misma incertidumbre que vive Colombia día a día. David Cohen, comisionado adjunto de inteligencia, dijo: "Sabemos que quieren hacer el máximo daño, matar el máximo número de personas y causar el máximo miedo". Según información obtenida de los prisioneros de guerra de Afganistán detenidos en Cuba y detalles originados en Scotland Yard en Londres y la Prefectura de París, un ataque con armas biológicas, químicas y radiológicas no es simplemente otra película de Hollywood. Según Cohen y Libutti, es razonable prepararse para cualquier ataque, desde el más primíparo hasta el más complicado.

Según información de organismos de inteligencia de Estados Unidos, los terroristas tienen como meta destruir puentes, estaciones de gasolina y subways. Posiblemente lo harán con atentados suicidas, carros bombas y ataques de talla mayor -biológicos, radiológicos y químicos-. La paranoia es de todos los días. Personalmente, cada vez que tomo el subway, miro a mi alrededor de manera sospechosa. Mi imaginación empieza a funcionar. Pienso que mi vecino, de cara de inmigrante árabe, se ve flaco pero con una gran panza debajo de su chaqueta de cuero negra. ¿Será un suicida y el turupe en su estómago es la bomba? Pero, como se comenta ahora en las calles de Manhattan (sin precisamente saber la verdad), antes del Jihad, un suicida debe perfumarse con olor a rosas, afeitarse y rezar. Este hombre no está rezando, tiene barba y está tomando de una inmensa taza de café de Dunkin Donuts. Respiro de nuevo. El me sonríe amigablemente y me doy cuenta de que tiene enormes sombras debajo de los ojos. Es simplemente otro, de repente manteniendo dos empleos, que trata de sobrevivir una mala economía.

En Grand Central, la estacion de la Calle 42, unas jóvenes gritan: "Recen. i<>¡Tenemos todo para perder, nada para ganar!". Distribuyen panfletos de información para buscar a Dios. Otro joven vestido de Michael Jackson hace el moon walk, sus pies se deslizan como un caucho flexible. Ha logrado atraer a cerca de 30 personas a su espectáculo. ¿Pero por qué la gente se queda holgazaneando en un ojo blanco de terroristas?

En general, la mayoría de la gente muestra confianza en esta nueva agencia antiterrorismo. Todos siguen sus rutinas normales. Los oficiales de la policía encargados de asuntos comunales en cada barrio se dedican a educar al público sobre el trabajo de esta oficina. "El esfuerzo es hacia una sociedad, así que cuando la gente de la ciudad siente algo raro, alerta a la policía. Así construimos confianza", dice Libutti.

Es a través de las estaciones de policía locales que han logrado obtener valiosa información, igual que por la línea de teléfono (1-800-NYC-SAFE) que recibe entre 50 y 100 llamadas por día. En los últimos años, la ola de criminalidad en la ciudad ha ido en descenso. Enero y febrero de 2003, las cifras de crimen en la ciudad fueron 10 por ciento menos que los mismos meses del año anterior. Pareciera entonces que la batalla contra el terrorismo ayuda en la lucha contra el crimen.

"En los 16 meses que han pasado desde el 11 de septiembre, no hemos tenido ni un atentado. No sabemos qué hubiera pasado si la policía de Nueva York no hubiera estado haciendo su trabajo. No sabemos lo que hemos parado", dice Cohen. "Esta amenaza no se va a ir pronto".

*Corresponsal de SEMANA en Nueva York