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Buenaventura: tragedia anunciada

Tuvo que ocurrir una avalancha, cuyo trágico balance va en 38 muertos, 18 desaparecidos y más de 800 damnificados, para que el gobierno nacional prestara atención a las deplorables condiciones de la vía que comunica el principal puerto de Colombia con el interior del país.

Fabio Posada
17 de abril de 2006

La tragedia por la avalancha de lodo en la vía que comunica el puerto de Buenaventura con el interior del país continúa. Hoy Víctor Julio González, gerente de la Sociedad Portuaria Regional advirtió que esta entidad puede almacenar contenedores durante otros cinco días, pero después tendría que rechazar los barcos pues no habrá espacio donde acomodar la carga. El alcalde del puerto, Saulo Quiñónez, también mostró preocupación por el desabastecimiento de víveres en la ciudad y la especulación de precios que empieza a sentirse, “Una libra de carne pasó, de un día para otro, de 3.500 pesos a 5.000 pesos”. Por su parte los ingenieros de Invías anunciaron que para el próximo jueves es posible que se abra un carril con paso restringido para vehículos livianos. Mientras tanto la zozobra continúa.

El viernes el presidente Álvaro Uribe, de visita en la zona, decretó la emergencia económica de la zona, además, anunció varias medidas, entre ellas la construcción de la carretera de doble calzada hasta Buenaventura. También estableció un plan para que los 2.000 turistas, atrapados en el puerto, pudieran regresar a sus hogares el domingo, como en efecto lo hicieron. Durante el fin de semana las labores para remover el lodazal arrojaron sus primeros frutos: permitieron recuperar 29 cadáveres. El domingo en las horas de la tarde aparecieron, sanas y salvas, 19 personas que se escondieron y extraviaron en la selva, a raíz de la avalancha.

Aunque los gobiernos departamental y nacional, los organismos de socorro y la fuerza pública, superando dificultades y limitaciones logísticas, han procurado atender la emergencia, lo desconcertante es que no es la primera vez que se producen derrumbes en esa vía. En enero de 2004, sólo por nombrar el caso más reciente, este gobierno enfrentó un derrumbe cinco veces menor al de la semana pasada, que tuvo a Buenaventura incomunicada 15 días. (Ver artículo relacionado: De espaldas al mar. Edición: 1134) En esa ocasión, el Ministro de Transporte prometió de todo: culminar el corredor vial Bogotá-Buenaventura, recuperar la actual vía y adicionarle un tercer carril, además, adecuar la antigua carretera al mar como alternativa, para que nunca se interrumpiera el paso vehicular al puerto. Sin embargo, por haber faltado a su palabra, en el Valle lo llaman el pastorcito mentiroso.

De ahí que el anuncio que hizo el presidente Uribe de iniciar la construcción de la doble calzada en el tramo destruido, haya sido recibido con escepticismo. Es una noticia alentadora, pero debe hacerse toda la vía en doble calzada y no sólo un tramo, piensan en el Valle. Cuando se tapona la vía a Buenaventura y los exportadores incumplen sus compromisos o la producción nacional se retrasa, el país pierde credibilidad en los mercados internacionales y obliga a que sus socios comerciales busquen otras alternativas. (Ver artículo relacionado: Tarea pendiente. Edición: 1244)

Itinerario de la tragedia

A las cuatro de la madrugada del miércoles 12 de abril, mientras la mayoría de colombianos se alistaba para disfrutar del puente festivo más largo del año, el rugido de 20.000 metros cúbicos de lodo, que bajaban a toda velocidad por las montañas que circundan la vía al mar, despertó a los habitantes de las veredas Bendiciones y La 40 segundos antes de que la avalancha arrasara con todo. Los primeros datos de los socorristas que llegaron a la zona hablaban de ocho muertos y 30 desaparecidos. “Es como un Armero chiquito”, fue lo que atinó a decir Saulo Quiñónez, alcalde de Buenaventura, cuando estuvo frente al desastre sobre el medio día. Una hora más tarde, en el kilómetro 45 de la vía, un segundo derrumbe de piedras y lodo acabó con la vida de siete personas más. Durante esa tarde la tierra se desplomó contra la carretera 14 veces, dejando al puerto incomunicado con el interior del país.

Sólo 24 horas después de la primera avalancha, el jueves santo en la mañana, llegó la maquinaria del Invías para remover los escombros y tratar de encontrar a los desaparecidos, que para esa fecha sumaban 47, aunque las cifras no eran oficiales pues ha sido muy complejo consolidarlas. Por su parte, Angelino Garzón, gobernador del Valle, restringió el paso vehicular por la carretera para evitar mayores desgracias. A las dos de la tarde se completó el cuarto ataque de las Farc contra los uniformados que permanecen en el área y las operaciones de rescate fueron suspendidas. Al finalizar el día, un nuevo deslizamiento sepultó a Jairo Muñoz, periodista de la región.

Ahora, casi una semana después, en medio del dolor por la muerte de 38 personas y las pérdidas en turismo, pesca y comercio exterior durante los cinco días que lleva taponada la vía que ascienden a 35.000 millones de pesos surgen varias preguntas: ¿Qué hacían más de 800 personas viviendo al borde de una vía por la que pasan en promedio 500.000 tractomulas al año? ¿Por qué se permiten asentamientos humanos en zona de alta peligrosidad, como lo es el cañón del Dagua, que en algunos puntos tiene hasta 200 metros de abismo? ¿Qué entidad es responsable del mantenimiento de las principales arterias terrestres y por qué no detectó a tiempo los riesgos naturales de esta carretera? ¿Sabía alguien del alto gobierno a cuanto ascienden las pérdidas diarias si Buenaventura queda aislada?

La prioridad durante esta semana que comienza será el rescate de los cuerpos sin vida, la atención de los heridos y damnificados, además de recuperar la comunicación terrestre con Buenaventura. Pero el reto, en el largo plazo, es evitar que situaciones como esta se repitan y conseguir que la economía nacional, no dependa de caminos de herradura.