Home

On Line

Artículo

Los ministros de Agricultura, de Comercio Exterior y el jefe del equipo negociador colombiano Hernando José Gómez

Febrero 27, 3:10 p.m.

Colombia firmó Tratado de Libre Comercio

Aunque ambos gobiernos celebran los beneficios que el tratado traerá a sus países, para que el TLC sea algo más que un papel membreteado queda mucho trecho

Alfonso Cuéllar
27 de febrero de 2006

Cómo se anticipaba Colombia firmó hoy el Tratado de Libre Comercio, que tendrá un gran impacto sobre la economía del país en los próximos años. Ambos gobiernos se manifestaron complacidos con el resultado final de una negociación que duró más de un año (ver comunicados).

“Hemos sellado un acuerdo determinante que abre claras oportunidades de desarrollo y crecimiento para el futuro del país”, dijo Jorge Humberto Botero, ministro de Industria y Comercio. Anunció que las exportaciones a Estados Unidos crecerán en un 50 por ciento, que habrá un mayor acceso a nuestros productos lácteos como quesos y mantequillas, una cuota para incrementar nuestro acceso al mercado cárnico y mayor acceso para nuestro tabaco. Esto, además, de consolidar las preferencias de la ATPDEA, privilegios que vencían al final de este año, y que han beneficiado a los sectores de las flores y de confección.

“Hoy es un día histórico para Colombia, para la agricultura colombiana, para todas las generaciones de colombianos que viven y vienen detrás de nosotros”, opinó Botero, feliz.

En el lado del gobierno estadounidense los elogios para el tratado tampoco faltaron. “El acuerdo de libre comercio con Colombia generará oportunidades de exportación para la agricultura, la industria y los proveedores de servicios estadounidenses y ayudará a crear empleo en Estados Unidos”, dijo el Representante Comercial de Estados Unidos, Rob Portman. Afirmó que además de eliminar los aranceles, Colombia “eliminará las barreras al comercio de servicios, proporcionará un marco legal seguro y predecible para los inversionistas estadounidenses que operan en Colombia, proporcionará aplicación efectiva de la legislación laboral y ambiental, protegerá la propiedad intelectual y proporcionará un sistema efectivo de solución de conflictos”.

Las últimas puntadas

Las negociaciones del tratado con Estados Unidos comenzaron en mayo de 2004, pero dos decisiones del pasado miércoles 22 de febrero fueron las decisivas para darle luz verde al polémico acuerdo. Se adoptaron en dos oficinas de Washington D.C., separadas por varias cuadras. La primera fue pública y se conoció en la sede del representante comercial de Estados Unidos (USTR), Rob Portman.
 
Durante una rueda de prensa con el comisionado comercial de la Unión Europea, Peter Mandelson, Portman dijo que creía que “estamos muy cerca de finalizar un acuerdo con Colombia”. Para muchos observadores, acostumbrados a la excesiva locuacidad de los ministros colombianos, la importancia de la frase pasó desapercibida.

Desde hace varios meses el gobierno, desde el mismo Presidente Álvaro Uribe hacia abajo, ha hablado de la inminencia de la firma del TLC. En septiembre 2005, Uribe dijo que "si le hacemos unos ajusticos que estamos pidiendo, especialmente en ese sector agrícola, lo vamos a firmar y los vamos a aplicar rapidito”.

Lo novedoso de la declaración de Portman, sin embargo, es que era la primera vez que el USTR se mostraba tan optimista ante los medios. Los negociadores comerciales gringos son reconocidos por la parquedad de sus comentarios y su discreción. El mensaje de Portman parece haber llegado a su destinatario principal: los negociadores gringos. Había llegado la hora de resolver los temas pendientes.
 
Aunque no fue inmediato, eventualmente hubo la necesaria flexibilidad de parte de ellos para hacer posible el anuncio del TLC entre Estados Unidos y Colombia.

Ese mismo día, en una reunión en el séptimo piso de 1901, de la calle N -donde queda la oficina comercial de Colombia- los ministros de Comercio, Jorge Humberto Botero, y de Agricultura, Andrés Felipe Arias, acogieron un cambio de táctica sugerido por el negociador Hernando José Gómez.

Era evidente que el tema agrícola estaba en un punto muerto debido a las continuas negativas de la negociadora norteamericana, Mary Latimer, a las pretensiones colombianas. Gómez propuso a los ministros celebrar negociaciones paralelas con los gringos: una técnica con Latimer, encabezada por él, y una más política, con el jefe agrícola de USTR, Richard Crowder. La estrategia funcionó.

Se pudieron desempantanar los temas más espinosos y lograr firmar el tratado, un objetivo trazado inicialmente por el entonces presidente César Gaviria en 1993 y abordado como prioridad por Uribe en una reunión con el mandatario estadounidense George Bush en abril de 2003. Esta noche el presidente Uribe se lo explicará a los colombianos, y vendrá la evaluación de cada uno de los sectores (ver punto de vista).

Lo que viene ahora

Ahora viene lo difícil. A pesar de la euforia y los abrazos, al TLC le queda un camino repleto de obstáculos antes de volverse realidad.
Hoy es apenas un documento de buenas intenciones entre las ramas ejecutivas de dos gobiernos amigos. Durante los próximos 90 días se reunirán los abogados y técnicos para definir los más mínimos detalles.
 
Es un proceso tortuoso, ya que el acuerdo debe ser comprensible tanto en inglés como en español. Por eso la firma del tratado se haría en junio, posiblemente después de que se haya definido la presidencia de Colombia para el período 2006-2010.

Los gobiernos buscarán el mejor momento para buscar la aprobación del tratado en sus respectivos congresos. Para el presidente George W. Bush no será nada fácil: su popularidad sigue cayendo y los acuerdos comerciales son poco apetecidos por los congresistas en un año electoral como el actual. Y si por allá llueve, aquí no escampa.

Según las encuestas, a los colombianos no les gusta el TLC. Durante los últimos meses han escuchado que el acuerdo va a acabar el campo, agravar el conflicto, dejar millones de desempleados y aumentar el precio de los medicamentos. Y lo increíble, todo de voz de los ministros. Como lo dijo un dirigente político a SEMANA, la mayor oposición al TLC provino del mismo gobierno, especialmente de los encargados del ministerio de Agricultura y Protección Social. Sólo hasta este año, todos los funcionarios cambiaron el libreto y empezar a hablar de los múltiples beneficios del acuerdo. Pero ya habían perdido a gran parte de la población.

Uno de las grandes incógnitas del álgido debate fue el silencio de muchos sectores favorecidos. Según conoció SEMANA, el gobierno pidió discreción a esos gremios con el fin de evitar conflictos internos y al mismo tiempo, debilitar la posición negociadora colombiana ante los gringos. No sirvió lo uno ni lo otro. Hace un año la mayoría de los colombianos apoyaba el TLC, hoy sólo una tercera parte.

La demora en llegar a un acuerdo garantizó que el tema fuera central en la campaña electoral. Ya candidatos presidenciales como Horacio Serpa y Antonio Navarro volvieron el “no” al TLC el eje de sus campañas y en las elecciones legislativas de marzo, son pocos los aspirantes que profesan aprecio por el acuerdo. Esta antipatía hará difícil su trámite por ese Congreso que se instala en julio. Y aun si se logra su aprobación antes de finalizar el año, quedaría pendiente la revisión por parte de la Corte Constitucional en 2007.

En otras palabras, de aquí a que el TLC sea algo más que un papel membreteado queda mucho trecho.