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Cuatro años más de Putin

Aunque el presidente ruso Vladimir Putin entregará su cargo, es previsible que continúe decidiendo el futuro de su país durante los próximos cuatro años.

30 de abril de 2008

“Mi misión es la misma que eligió este país hace ocho años”, dijo Dmitri Medvedev el 2 de marzo, minutos después de conocerse los resultados que lo dieron ganador como Presidente de Rusia. Esta afirmación, en clara referencia al momento en el que llegó al poder el actual presidente, Vladimir Putin, es un reflejo de lo que se espera desde este 7 de mayo, cuando Medvedev se posesione. La percepción generalizada es que Putin seguirá mandando.

Antes de abandonar su puesto en el Kremlin, Putin se aseguró de mantener su margen de maniobra una vez traspase el poder. Es así como Medvedev, con seguridad, lo escogerá como Primer Ministro, luego de que Putin llegó a la Duma encabezando la lista del partido oficialista Rusia Unida, en diciembre pasado. Además, el 15 de abril aceptó liderar esta agrupación política en la Duma (Parlamento), lo que le garantizará más poder y una presencia poco despreciable en el panorama político del país.

Para muchos analistas, Medvedev será una marioneta de su antecesor. Putin no quiere perder ni un milímetro del terreno ganado durante sus dos periodos, en aspectos como la estabilidad económica y el posicionamiento de Rusia entre los grandes de la política mundial. Por tal motivo, se aseguró de tener un reemplazo de total confianza, alguien que siga sus instrucciones al pie de la letra. Y ese es Medvedev. Su trayectoria política ha estado ligada a la de Putin desde hace 17 años, cuando éste lo nombró como asesor en la Alcaldía de San Petesburgo. Fue su jefe de campaña en las elecciones del 2000 y actualmente funge como vice Primer Ministro para asuntos sociales, y como presidente del directorio de Gazprom, la empresa del sector del gas más importante del mundo.

Pero hay diferencias que no hacen tan claras las razones de quienes pronostican más de lo mismo. “Medvedev es más joven (42 años) y su formación es posterior a la caída de la Unión Soviética. Por esta razón parece menos atado a la nostalgia soviética y su encarnación institucional, como los servicios militares y de seguridad”, explica Jeffrey Mankoff, experto en Rusia del Council on Foreign Relations. No hay que olvidar que Putin es un ex agente de la KGB y que en su gabinete hay ex funcionarios de seguridad. Su sucesor, un abogado con formación en economía, estará rodeado por un círculo más técnico.

Medvedev se ha mostrado más abierto al libre mercado, al punto de considerar el ingreso de empresas estatales en la dinámica bursátil. También ha anunciado la intención de mejorar sus relaciones con Occidente, especialmente con la Unión Europea (UE). Desde ya está planeado que en junio, cuando se lleve a cabo la cumbre UE – Rusia, se formalicen acuerdos económicos que denoten mayor fluidez entre ambos frentes.

También hay retos que le esperan y que, dependiendo de cómo los afronte, pueden darle cierta personalidad al gobierno de Medvedev. Por ejemplo, los altos niveles de corrupción, una actividad por la que en 2007 se hicieron transacciones de 300.000 millones de dólares en el país; la inflación que el año pasado alcanzó 11,9 por ciento, y las restricciones a la libertad de prensa, asuntos que son el caballito de batalla de la oposición.

Pero a pesar de los cambios que pueda implicar la llegada de Medvedev, hay asuntos en los que se presume no habrá, ni puede haber, modificación alguna. Si pretende conservar la influencia de Rusia en la región, deberá mantener el aprovechamiento del gas como herramienta política. Gazprom suministra una cuarta parte del gas que necesita la Unión Europea, y la actividad económica de países de Europa del este, como Ucrania, depende de esta corporación. Cuando Moscú amenaza con cerrar la llave, todos se ponen con los pelos de punta. En otros aspectos, y siguiendo la misma línea, es previsible que el Kremlim mantenga su oposición a la expansión de la OTAN y al escudo antimisiles que construirá Estados Unidos en Polonia.

Medvedev se moverá en dos frentes: en el primero, deberá dar continuidad a las políticas de su antecesor –para lo que en últimas fue elegido–, pero en el segundo, tendrá que sacar a relucir su propia forma de gobernar, de tal manera que su poder sea real y evite que la sombra de Putin se convierta en un estigma que lo limite.

“La pregunta real es cuánto poder va a tener Medvedev”, señala Mankoff. Aunque en teoría el Presidente tiene más autoridad que el Primer Ministro, todo parece indicar que Putin será una influencia permanente durante el mandato de su sucesor. Incluso, los funcionarios que permanecen en el Kremlin leales a sus políticas servirán de obstáculo en caso de que Medvedev pretenda alguna que otra reforma.

El mismo pueblo ruso le teme al cambio, pues se encuentra en una época en la que su bolsillo está bien y la fiebre del consumo opaca la necesidad de otros derechos y libertades. Éste es quizá el mayor activo de Putin. Uno pueblo seducido que no lo quiere fuera del escenario político. El mismo pueblo que lo reelegiría en caso de que se presente a un nuevo mandato en 2012. Y es muy posible que lo haga.