Home

On Line

Artículo

contra el lugar común

De nombres sin nombre

Los colombianos creen ser los más creativos en lo que a poner nombres se refiere. Dixon Moya, lector de SEMANA.COM, desvirtúa el prejuicio.

Dixon Moya*
14 de noviembre de 2004

Que la primera muestra de abuso de confianza de los padres hacia sus hijos, en el momento del bautismo, no es sólo exclusividad de los colombianos (como lo ha evidenciado Daniel Samper Pizano en divertidas crónicas), lo aprendí en Venezuela, cuando presté mis servicios en el consulado de Colombia en una bella y joven urbe llamada Ciudad Guayana, más conocida como Puerto Ordaz. Durante mis dos años de permanencia en aquel encantador sitio, ubicado en medio de los ríos Orinoco y Caroní, en pleno macizo guayanés y cerca de los territorios míticos de Canaima, desfilaron ante mis ojos muchos nombres de hermanos venezolanos, que aparentemente no obedecían a lógica alguna, pues no eran de origen castellano, anglosajón o de otro idioma conocido, como por ejemplo:

Briley, Danixca, Dacfreneis, Garabed, Judraska, Leinyth, Neptalio, Odalkis, Rosney, Sonsiré, Tadiana, Xioribeth, Yosbil, Yugledis, Zulairam.

Estos exóticos apelativos, que podrían ser candidatos para denominar nuevos elementos químicos de la tabla periódica, nada tenían que ver con los tradicionales "Coromoto" o "Tibisai". Luego supe que en una muestra de "creatividad" nominativa, algunos padres venezolanos para terminar de signar a su descendencia, deciden cortar sus propios nombres por la mitad y mezclarlos para crear nuevas identidades, en una actitud muy democrática y llamativa al mismo tiempo. La corresponsal venezolana de CNN en español se llama Ligimat, es muy posible que sus padres se llamaran Ligia y Mateo.

Por ejemplo, si el papá se llama Gerardo y la mamá Sandra, la niña podría identificarse como Gerandra, y si fuera varón sería conocido como "Sandardo". Como algunos de estos nuevos nombres podrían calificarse "unisex", varias veces pasé vergüenza por ignorar el género de la persona a quien llamaba por teléfono. Supongo que algunos de los impronunciables nombres mencionados arriba, son el resultado de varias mezclas generacionales. Lo importante es que siempre se aprende algo nuevo, para aplicarlo a nuestra realidad, por ello infiero que "Telésforo", es el híbrido producto del cruce entre "Teléfono" y "Semáforo".

Con mi esposa Patricia, incluso consideramos esa alternativa para cuando tengamos hijos, aunque si fuera niña, el nombre "Dixtricia" parecería más una enfermedad incurable que un buen apelativo. En caso de ser niño, podría ser algo positivo pues "Patron" (que por eufonía se convierte en "Patrón"), ayudaría para que desde pequeño los demás lo traten con sumo respeto. Pensándolo bien, creo que desecharé la idea.

El nombre que jamás podré olvidar, porque es en sí mismo la mejor muestra de unidad continental fue el de un pequeño que llevaron a registrar en el consulado, pues su madre era colombiana, el niño se llamaba Brascolven. No tuve que esforzarme mucho para saber, que su padre era de origen brasileño, su madre como ya lo dije compatriota nuestra, el infante obviamente había nacido en Venezuela. Ignoro si Brascolven, cuando mayor se sentirá una especie de símbolo americano o por el contrario, demandará en la Corte Interamericana de Derechos Humanos a sus progenitores, por atentar contra su integridad y buen nombre.

Ahora bien, en materia de nombres no sé que hago criticando los ajenos, cuando de alguna manera no tengo autoridad moral para hacerlo.

SEMANA.COM abrió un espacio para que los lectores envíen sus artículos y columnas. Sólo tiene que enviar un texto de máximo 7.000 caracteres a mmorenop@semana.com con todos sus datos en un documento word. El asunto del mail debe ser "Colaboración". Nos reservamos el derecho de publicación. Todos los artículos aparecerán firmados por el autor, cuya única utilidad será contribuir con la agenda informativa del país y manifestar su opinión sobre los hechos.

* Diplomático colombiano