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El balance de Sabas

A pocas horas de dejar su cargo como ministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt está tan convencido de que cumplió su misión que algunos lo ven relajado y hasta despreocupado por la cartera.

Élber Gutiérrez Roa
22 de agosto de 2006

Hace apenas dos meses el ministro Sabas Pretelt hacía cuentas alegres sobre la tranquilidad que caracterizaría sus últimos días al frente del Ministerio del Interior y Justicia. Pensó que la fase final de su ministerio sería de completa calma porque ya había sacado adelante los retos y proyectos que asumió en materia legislativa. Sin embargo, hoy piensa que cometió un error al prolongar su presencia en el alto gobierno hasta que Carlos Holguín, su sucesor, dejara a su vez listo el relevo en el Partido Conservador.

Desde hace mes y medio, cuando empezó la última crisis con los paramilitares, Pretelt cuenta con desespero las horas que faltan para la llegada de las seis de la tarde del 22 martes 22 de agosto, hora en que Holguín asumirá ante el presidente Álvaro Uribe. En la soledad de su despacho le confesó hace poco a sus asesores más cercanos que quiere desde hace rato y que cada nuevo impasse en el proceso de desmovilizaciones de los paramilitares lo pone a pensar en por qué no lo hizo antes.

Detrás de su aspecto bonachón y de las frases curiosas con que elude las preguntas incisivas de la prensa está el verdadero Pretelt: Un ministro cansado, al que algunos analistas vieron demasiado relajado desde el 20 de junio (cuando finalizó la anterior legislatura) y hasta despreocupado por su cartera.

Pretelt llegó al cargo despertando más dudas que certezas. Asumió el 6 de noviembre de 2003 con el reto de remplazar al súper ministro Fernando Londoño, funcionario que deslumbró al Congreso con su poder de oratoria y sus conocimientos históricos y jurídicos, pero que le granjeó muchos problemas al gobierno por su estilo frío y distante con los políticos. Quemada la carta del “hombre culto”, Uribe optó por la del “buen tipo” enviando un mensaje de paz a la oposición, por ese entonces exacerbada contra Londoño.

Pretelt tenía fama de conciliador, pero había varios elementos en su contra: no era abogado, no conocía el Ministerio, no poseía el perfil elevado de Londoño y no tenía idea sobre los intríngulis de temas tan importantes como el estatuto antiterrorista, la ley de justicia y paz, la reglamentación de la reelección presidencial y la reforma pensional. Aún cuando el primero de estos temas se cayó luego en la Corte Constitucional, todos fueron aprobados por el Congreso, hecho que lo convirtió en uno de los ministros más eficientes de la primera administración Uribe.

Ganó Pretelt, pero también ganó Uribe, quien al nombrarlo despertó la ira santa de varios de sus aliados más poderosos, entre ellos Germán Vargas Lleras, quienes habían propuesto nombrar en el cargo a personalidades más cercanas al Congreso.

La fórmula

Si su lado exitoso está en la aprobación de las leyes, los mayores reparos para Pretelt están en la forma como logró que el Congreso las avalara y en la calidad de las mismas. Desde su llegada al cargo reaparecieron los rumores sobre reparticiones burocráticas que no existían en tiempos de Londoño. Y fueron varios los momentos en los cuales se le señaló como promotor de la inyección de oxígeno para la díscola bancada de gobierno en el Congreso.

En el debate a la ley de justicia y paz quemó buena parte de su capital político al enfrentarse públicamente con el comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, en actitud que terminó desorientando a la bancada y que incluso los llevó a ambos a renunciar. A los congresistas de oposición también les pareció sospechoso verlo defendiendo artículos polémicos (como la sedición para las autodefensas) sin siquiera explicar por qué.

En otro de los episodios más vergonzosos de su ejercicio se le vio haciendo de portero a la entrada del recinto del Senado para evitar que los congresistas se le escaparan sin votar los proyectos del gobierno.

Su más grande fracaso fue no poder ambientar la reforma a la justicia, que en varias oportunidades anunció que llevaría al Congreso.

Sin embargo, fue un funcionario a la altura de las necesidades de Uribe: efectivo en su trabajo, menos brillante que el jefe, leal, obediente y hasta dispuesto a poner la cara por culpas ajenas. Incluso permitió que otros funcionarios se metieran en temas de su resorte, como ocurrió desde 2005 cuando Uribe nombró a Juan Manuel Santos como enlace con la bancada uribista, ante la dificultad de las relaciones con el Ministro. Sus peores relaciones fueron con los aliados del uribismo debido a envidias por tratos privilegiados y a que su estilo conciliador muchas veces fue percibido como ambiguo frente a temas claves.

Su más reciente salida en falso ocurrió el miércoles anterior, a solo una semana de dejar el ministerio. En plena crisis del proceso con las autodefensas, Pretelt salió por los medios a dar un parte de tranquilidad y a decir que todo marchaba sin novedad. Minutos después la prensa nacional registró las imágenes de funcionarios de la Dijín “capturando” por orden presidencial a todos los jefes de las autodefensas para conducirlos a un centro de reclusión en la Ceja, Antioquia. Aunque el ministro dijo que la decisión de reunir a los paramilitares fue tomada con posterioridad a sus declaraciones, en el ambiente quedó la sensación de que no estaba informado sobre el tema o que no le quiso dar importancia. Horas después se le vio muy tranquilo en La Ceja presentando a los paramilitares con su sucesor.

El ministro en frases

“La política es dinámica”
(Al explicar ante el Congreso por qué fue que Álvaro Uribe, ya como presidente, decidió cambiar su posición frente a la reelección y postularse para otro mandato).

“La Corte no va a tumbar la reelección porque Dios existe”.
(Al ser consultado acerca de sus expectativas frente al fallo que sobre el tema debería emitir la Corte Constitucional).

"Yo sí estoy de acuerdo con la reelección del presidente Uribe. Claro que lo digo a título personal".
(En rueda de prensa a la salida del Ministerio del Interior cuando apenas se hablaba sobre la radicación del proyecto).

“Yo no soy pantallero”.
(Al explicar el por qué de su bajo perfil en el Congreso).

“Con excepción mía el presidente Uribe está muy bien rodeado”.
(En julio de 2005, al desmentir la existencia de supuestos acuerdos del gobierno con la AUC).

“Mi momento de mayor sufrimiento en la legislatura fue cuando me tocó, honrosamente, hacer de portero”.
(Al hacer el balance de su segundo año como ministro).

“Una persona no está viva cuando está muerta”.
(En julio de 2004, interrogado sobre el paradero del jefe paramilitar Carlos Castaño).

“Yo soy tonto pero no tanto”
(Al negar que los narcotraficantes puros se beneficiarían con la ley de justicia y paz).

“Doctor Holguín: desde el martes usted entra al infierno y yo me voy para el cielo”.
(A su sucesor, tres días antes de dejar el cargo).