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Una de las maneras como más se refleja la esclavitud moderna es la prostitución sin que la persona lo desee.

DERECHOS HUMANOS

El comercio de esclavos aún es una práctica, pese a que se hable de su abolición

Este 23 de agosto se conmemoró el ‘Día de la abolición de la esclavitud’, pero los tiempos modernos revelan nuevas formas y nuevas causas de sometimiento. De los negocios ilegales, este es el tercero más rentable, después del narcotráfico y la venta de armas. Hay preocupación en Colombia.

23 de agosto de 2007

Una multitud de esclavos de Bois Caiman y Santo Domingo se elevaron en contra de la condición a la que estaban sometidos.

El hecho, que ocurrió entre el 22 y 23 de agosto de 1791, se presentó en lo que hoy se conoce como Haití y República Dominicana. Sirvió para abolir la trata de esclavos a lo largo del océano Atlántico.

Debido al impacto que tuvo el hecho, la Unesco declaró el 23 de agosto como el ‘Día internacional para el recuerdo del comercio de esclavos y su abolición’. Pero, a propósito de esta efeméride, ¿cómo está Colombia en el tema de la esclavitud?

No muy bien. Es popular la historia de la Conquista cuando los indígenas fueron sometidos a trabajos pesados y que tras miles de muertes fue insuficiente la ya escasa población de éstos para hacer trabajos forzosos. Entonces los españoles, portugueses e ingleses trajeron a negros africanos para realizar aquellas funciones.

Pero quizá pocos saben que la esclavitud sigue hoy en condiciones diferentes. Se dice que durante el tiempo de la Conquista, las personas eran llevadas a la fuerza para ejercer el difícil trabajo.

Hoy, las víctimas son “personas dispuestas a asumir riesgos, como salirse de su entorno para emprender un viaje o dejar atrás a su familia y amigos sin saber a qué se van. Frecuentemente están dispuestos a viajar a un lugar desconocido en el que algunas veces se van a encontrar con una cultura y un idioma diferente”, según lo descubrió la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

En un estudio, aquella organización reseña que “hay varias razones por las que hombres, mujeres y niños son contactados, reclutados, movilizados, vendidos y comprados por redes de tratantes. Entre estas razones están principalmente la falta o limitada presencia de oportunidades así como el aprovechamiento de los sueños de las personas que viven en condiciones de pobreza, desempleo y poco acceso a la educación”.

Por eso se aclara que la esclavitud hoy no está ligada a ninguna condición económica, sino a un tipo de personalidad que busca logros fáciles en medio del desespero.

Esa condición se encuentra en la historia de Laura*. Ella es una mujer vallecaucana de 28 años que tiene título de bachiller, un curso en sistemas y un hijo.

Un día estaba en su casa desesperada, llorando, porque no tenía trabajo. En ese momento la llamó una amiga y le dijo que le habían hecho una propuesta para irse a trabajar a una gran empresa petrolera en Venezuela. Supuestamente, allí necesitaban a varias personas en el área administrativa.

Entusiasmadas, enviaron la hoja de vida y las aceptaron. Les enviaron todos los gastos del viaje y salieron con más sueños que equipaje. El hijo de Laura se quedó en su casa.

Pese a la tristeza de dejarlo todo, iban felices, en busca de un sustento para mejorar las condiciones de sus familias. El viaje fue por carretera y les tocó atravesar todo tipo de caminos.

Cuando llegaron al sitio indicado, se encontraron con un pueblo polvoriento, desconocido y caluroso. Buscaron la dirección que les habían dado y allí las esperaba un hombre tosco, de aspecto rudo y sin afeitar en un salón donde había un billar y olía a orines. Estaban en un burdel.

Al ver su sueño estrellado, Laura quiso salir corriendo, pero un hombre la cogió a la fuerza. La llevó de nuevo al salón donde estaba el que desde ahora sería su patrón y él le dijo que tenía que quedarse trabajando y pagarle el dinero que le había enviado para el viaje.

“Si no le gusta, venga le enseño qué es lo que va a hacer”, le dijo, y la llevó a un cuarto. Abusó de ella.

Desde entonces tuvieron que soportar largo tiempo en aquel infierno. Cada día atendían entre 20 y 30 hombres que no saben cuánto pagaban porque no les daban nada con el pretexto de que tenían que pagar la deuda.

Después de mucho sufrir, un hombre que visitaba el sitio conoció sus historias y las ayudó a salir de allí.

Casos de ese tipo hay muchos. Y les ocurre también a hombres y niños, que son reclutados a la fuerza para todo tipo de actividades. La nueva modalidad de esclavitud recibe el nombre de ‘trata de personas’. Según la Ley 958 de 2005 esto se refiere a la captación, traslado, acogida o recibo de personas en el país o en el exterior con fines de explotación.

Así, el proxeneta que somete a una persona a trabajar a su servicio contra su voluntad, está esclavizando. La mamá que pone en arriendo a su hijo para que otra persona pida limosna en la calle haciéndose pasar por la madre del niño, también lo está haciendo.

Y lo mismo haría un hacendado que tiene personas trabajando en sus tierras o sus minas por la fuerza. Pero se estima que el 95 por ciento de los casos son para trabajar en prostitución.

En el país la situación es bien preocupante. Unos 80.000 colombianos son víctimas cada año de este negocio, que no dista mucho del narcotráfico, pues, anualmente, mueve cerca de 12.000 millones de dólares en todo el mundo. Después del comercio de drogas y de armas ilícitas, la esclavitud es el tercer negocio ilegal más rentable del planeta.

Lo más triste es que tal vez los responsables en Colombia no reciban el castigo que merecen. En la Ley 985 se dice que quien delinca con trata de personas debe recibir una pena de entre 13 y 23 años de prisión y una multa entre los 800 y 1.500 salarios mínimos legales vigentes.

Sin embargo, parece que no tiene aplicación, porque aún no hay jurisprudencia. Hasta ahora, quienes son denunciados por practicar la esclavitud son juzgados como proxenetas o incitadores a la prostitución y tienen condenas inferiores que no superan los cinco años de prisión.

Es tal la ausencia de la aplicación de la norma, que el año pasado se presentaron 1.500 denuncias y sólo dos personas recibieron la condena que estipula aquella norma.

“Para evitar que esto siga ocurriendo, vamos a hacer unas capacitaciones con fiscales y jueces. Allí les enseñaremos a identificar bien cada delito, porque de nada sirve que nos demos la batalla por una ley que se ignora”, dijo Sergio Restrepo, coordinador del programa contra la Trata de Personas de Unodc.

Mientras se da la capacitación, la mejor forma para combatir la esclavitud es previniendo a las personas. Ya existe la línea telefónica 018000522020, a donde se puede llamar y pedir asesoría sobre cómo actuar cuando se presentan oportunidades de trabajo en otro país o en otra región. Ya muchos lo han hecho. Sólo durante los primeros tres meses de este año se recibieron 270 llamadas.

También hay numerosas campañas en los medios de comunicación para que la gente lo piense dos veces antes de aceptar un trabajo en otro sitio sin conocer bien de qué se trata.

La estrategia se basa en el mensaje “que nadie dañe tus sueños”, porque se tiene bien identificado que la idea de una vida mejor está desembocando en esclavitud. Es cierto. Aunque se diga que esta práctica fue abolida hace cerca de 200 años, sigue vigente, pero con otro nombre.



*Nombre cambiado por seguridad de la fuente.