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A pocos metros de la Ciénaga de la Virgen, en el barrio Olaya Herrera, con el picó al lado y cerveza en mano, un grupo de jóvenes se preparan para un largo fin de semana de rumba, alcohol y sexo. Cerca de ellos, sus amigas, novias y mujeres también están listas para un fin de semana como ese. Comienza los viernes y termina el domingo a la medianoche.

Viernes, 14 de julio

El drama del Sida en Cartagena

Cada día más madres de familia cartageneras se encuentran enfermas de sida. Por cada dos hombres una mujer es portadora y en un alto porcentaje fueron contagiadas por sus compañeros. Machismo, promiscuidad y desprecio por el preservativo, principales causas de transmisión.

Tadeo Martínez
14 de julio de 2006

Ofelia Rosales Y Pedro Luna (*) viven juntos desde hace seis años. El tiene 35 y ella 28 años. Ella tiene dos hijas de uniones anteriores, y ambos son padres de July, una niña de 18 meses. El trabaja como obrero de la construcción (pinta edificios y estuca paredes), ella es ama de casa. Viven en el barrio San Francisco, a orillas de la pista del aeropuerto Rafael Núñez y la Ciénaga de la Virgen en Cartagena. Los tres tienen Sida.

Pedro no supo cómo se contagió, pero hace seis años, cuando empezaba su relación con Ofelia, comenzó a sentirse mal: diarreas, pérdida de peso y fiebres permanentes. Con esos síntomas le ordenaron hacerse la prueba y en el Centro de Salud Púbica de Fátima, donde atienden a los pacientes con carné del Sisben, le informaron que era portador del VIH-Sida. Ella lo acompañó ese día y desde entonces la vida no es la misma. A ella le dijeron que se hiciera la prueba y también resultó positiva.

“Nosotros hemos cambiado bastante, yo no he aceptado esta enfermedad, me ha dado duro. He visto tantos cambios en mi, ya no soy la misma: estoy más delgada, se me cayó el cabello y no quiero a mi marido. Hace unos años pesaba 75 kilos y ahora peso 43”.

El caso de Pedro y Ofelia no es aislado. En los últimos cuatro años 843 personas han sido declaradas positivas en Cartagena (con un millón de habitantes), pero las autoridades de salud creen que por cada persona que es consciente de su enfermedad, hay 5 o 7 casos que no lo saben. Lo que resulta más alarmante para las autoridades sanitarias es que cada vez hay más mujeres madres de familia contagiadas por sus esposos. Hace una década por cada siete hombres una mujer era positiva. Hoy es un poco más de una mujer por cada tres hombres. Y los médicos infectólogos de la ciudad creen que dentro de muy poco la relación será uno a uno.

El contagio

Los hombres mienten al médico y a sus esposas acerca de quién los contagió, pero a medida que avanza la enfermedad y adquieren confianza con los terapeutas, confiesan quiénes fueron sus parejas. Los que más resistencia oponen son los hombres bisexuales, que no quieren aceptar haber tenido relaciones con otros hombres.

En el barrio Olaya Herrera, el más populoso y pobre de Cartagena, un tendero impuso la costumbre comercial de cobrar con sexo a las clientas que llegaban a fiarle. Durante algunos meses sus vecinas más simpáticas pagaron al lujurioso tendero en el catre de la trastienda cada vez que necesitaban víveres para el diario. Hasta que un buen día el tendero comenzó a sentirse mal y su salud a deteriorarse por fiebres recurrentes, diarrea y pérdida de peso. El tendero tenía Sida. De las tres vecinas que aceptaron practicarse la prueba, dos resultaron positivas, otras no quisieron hacerse el examen y nunca se supo cuál lo contagió.

Inocencio Marimón (*), un hombre de 39 años, de un metro ochenta de estatura y más de 90 kilos de peso, que estuvo sumido en la droga durante 16, atracador y ladrón de oficio, mantuvo relaciones durante esos años con hombres y mujeres en la calle. “La droga, dice, alimentaba mi sexualidad y me impulsaba a tener sexo con lo que se me cruzara”. En el año 2000 fue diagnosticado positivo, llegó a pesar 44 kilos, estuvo en fase terminal y hoy, gracias a un programa del DADIS que le suministra los antiretrovirales y le da asesoría sicológica, lleva una vida normal. Trabaja en una importante empresa, predica en una iglesia cristiana, se casó hace tres años con Isabel (*), una mujer a la que conoció en el culto y también es portadora y ambos confesaron antes de casarse estar contagiados con VIH - Sida.

Crece entre los pobres

Pero Inocencio y su esposa Isabel, que llevan una vida normal, son la excepción. La mayoría de los pacientes de los estratos 1, 2 y 3, en los que más prevalencia tiene hoy la epidemia en Cartagena, niegan totalmente la enfermedad, la sufren silenciosamente o la ignoran. Las sicólogas del programa de salud pública de la ciudad, que trabajan con una IPS privada contratada para atender este programa que contempla también el suministro de los medicamentos gratuitamente, dicen que hay pacientes que se acuerdan de que tienen la enfermedad cuando van a la consulta y esa actitud es negativa porque refleja descuido.

En la actualidad está ocurriendo algo muy grave y es que los pacientes de los estratos bajos que reciben los medicamentos y no trabajan venden las medicinas para comer.

El médico infectólogo de la misma IPS, Edilberto Zarza, dice que lo más grave que está ocurriendo es que nadie está buscando a los pacientes contacto, las instituciones del Estado no tienen personal para trabajar en esas áreas y la mayoría de los pacientes de estos estratos no se aferran a la vida. Un gran número, según el doctor Zarza, mantienen oculta la enfermedad a sus familiares. En el caso de las amas de casa reaccionan con impotencia y rabia ante su pareja. Al doctor Zarza le han llegado pacientes que creen haberse contagiado por haber tenido sexo a cambio de una bolsita de arroz para no acostarse sin comer.

La enfermedad está creciendo de manera incontrolable en los barrios de la zona sur oriental de Cartagena, empezando en Torices, San Pedro Libertad, Santa Rita, pasando por Daniel Lemaitre, Siete de Agosto, Veinte de Julio, San Francisco, La María, La Esperanza, Candelaria, Fredonia, El Líbano, Boston, Olaya Hererra hasta llegar a El Pozón, toda la cuenca de la Ciénaga de la Virgen, una población que se acerca a los cuatrocientos mil habitantes y la población más vulnerable está entre los 14 y los 24 años.

El infectólogo Fernando De la Vega dice que en Cartagena hay pacientes en todos los estratos, pero la prevalencia se reparte en el mismo porcentaje en que se encuentra estratificada la ciudad: el 70 por ciento se halla en los niveles 1, 2 y 3.

Muchas amas de casa están viviendo un infierno como el que describe Ofelia cuando dice que, “hay días que me levanto amargada y cansada. Me levanto sola y de mal humor, yo sola lloro por mis hijas. Al principio me refugiaba en Pedro, pero ya no porque me ha dejado sola. Sola me ha tocado pasar las recaídas mías y de mi hija. El no he estado presente. Su hija lo llora y él no la mira. Eso me duele porque todo lo que come lo vomita. Ella desde que nació tiene diarrea, pasamos días solas en la casa y lo peor es que a él no le da nada y además no se cuida. Bebe ron y se droga”.

Asimilar la enfermedad no ha sido fácil para Ofelia. Hoy sólo le pide a Dios que le de fuerzas para sacar adelante a sus hijas ya que no le permitió seguir siendo lo que ella era, una mujer amable y querida a la que la vida le dio muy duro.