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El polo opuesto

Carlos Gaviria, el hasta ahora ganador de la consulta interna del Polo, es un hombre liberal en sus ideas pero sus propuestas tienen mucho de las ideas de la vieja izquierda tradicional

María Teresa Ronderos
13 de marzo de 2006

Si alguien hubiera podido diseñar un personaje para presentarlo como la oposición diametral a Álvaro Uribe, difícilmente hubiera logrado construir a una antítesis más perfecta que Carlos Gaviria Díaz, el sorpresivo ganador de la contienda interna del Polo Democrático para la candidatura presidencial. Cree en la reivindicación de los derechos ciudadanos, está contra el TLC, favorece el proteccionismo económico y pide que los gringos saquen de Colombia sus asesores y sus bases. Cree en más Estado y menos sector privado, y aboga por tumbar la ley 100, con todo y EPS y fondos de pensiones privados.
Quizás lo único que tiene en común con Uribe, quien hace tiempo fue su alumno en la Universidad de Antioquia, es que es antioqueño (nacido en Sopetrán hace 68 años), y, que como él, goza de un gran carisma.
Gaviria se crió en un hogar donde se cultivó siempre el intelecto más que la devoción. Lo influyeron su abuelo que admiraba a los libertarios radicales y leía en voz alta Los Miserables de Víctor Hugo, ese retrato tremendo de la desigualdad y la injusticia; su papá, periodista y lector voraz, y su mamá, una dedicada maestra.
De esa raíz vienen sus ideas profundamente liberales, en el sentido de quienes creen en la libertad individual y la necesidad de organizar la sociedad para que esa libertad pueda florecer. Por eso, como profesor de derecho durante 30 años de la Universidad de Antioquia, magistrado de la Corte Constitucional por ocho años y senador por cuatro, siempre ha sido coherente en defender esa convicción.
Tras la figura venerable de Gaviria, que como la describió el académico Orlando Fals Borda en la ceremonia que lo proclamó candidato de Alternativa Democrática, con “ su rostro de benefactor social, canas respetables de Papá Noel, amplia cultura humanística, veleidades poéticas y fino humor paisa”, hay un tipo combativo, que defiende sus ideas aún en los terrenos más polémicos. Como magistrado se hizo famoso por defender el derecho de una persona a ser asistido en su muerte, si así lo deseaba y por legalizar la dosis personal de drogas ilícitas por considerarla parte de la libertad que tienen los ciudadanos para desarrollar su personalidad. Y sus tesis primaron en la Corte.
Hoy defiende sin tapujos el aborto (en los casos de violación o inseminación artificial no consentida, o grave peligro para la salud de la madre, o mal formación del feto) no sólo como un problema de salud pública, sino, como él lo ha dicho, como un asunto de moral. Porque considera inmoral que no se le permita a una mujer abortar legalmente en estos casos, si así lo desea.
Respaldada en su brillante carrera (cursos de postgrado en la Universidad de Harvard, más de una decena de libros y artículos de marca mayor publicados, quince conferencias internacionales tan sólo en los últimos cuatro años, entre otras), su otra línea de acción de toda la vida, que no es más que la deducción de su defensa de la autonomía individual, es la defensa de la igualdad, y muy especialmente de las minorías étnicas, sexuales y de los más vulnerables. Es el centro de su campaña a la Presidencia: “construyamos democracia, no más desigualdad”.
 
Sus ideas

Algunas de sus propuestas tienen mucho de las ideas de la vieja izquierda tradicional, que le dan un enorme papel al Estado, y se preocupan más porque la condición pública de las instituciones que por la calidad de servicios que presten. Así, por ejemplo, está más preocupado por “reestablecer los derechos salariales y laborales” de los maestros que por la calidad de la educación que reciban los alumnos. Esta posición le resultó muy popular entre los maestros, cuyos votos, con seguridad fueron decisivos en su triunfo frente a Antonio Navarro. De hecho, su estrategia de apoyarse en la estructura del Partido Comunista y de sindicatos organizados fue decisiva para su victoria.
Su popularidad, sin embargo, tuvo también mucho que ver con su impecable trayectoria pública. Como él mismo lo dijo alguna vez: “ La ética, o, para decirlo de otra manera, la decencia pública, no es un adorno o sortilegio de la vida, sino que, por el contrario, expresa las realizaciones de la virtud ciudadana y la fuerza de la democracia, viva, actuante y participativa”.
En mayo próximo se enfrentará al arrasador Uribe. Y en Gaviria los electores encontrarán su Polo Opuesto.