NAción
El tacho de basura de las FARC
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El único éxito del presidente Pastrana fue que durante su mandato se consumó el descrédito de las Farc en Europa. Y ésa ya es una vía de no retorno. Hoy no hay seguimiento digno de tal nombre que dé crédito a las fuerzas de Marulanda. Tienen aún representantes, aquí o allá; en Madrid, por supuesto, y se mueven preferentemente en el ámbito de lo paraperiodístico, pero, incluso en estos casos, lo hacen subrayando mucho menos que en otras épocas sus lealtades guerrilleras.
A ello han contribuido diversos factores. En el marco de la internacionalización del conflicto que se produjo bajo la presidencia de Pastrana, hubo episodios que basculaban entre lo folclórico y lo inenarrable, como el euro-tour de representantes del Gobierno y altos jefes guerrilleros, que contribuyeron decisivamente a que se empezara a no tomar en serio eso de la insurrección marxista. El recorrido que, sin duda con la mejor de las intenciones presidenciales, se pretendía que fuera una especie de viaje de estudios para los insurrectos, en realidad, sólo causó irrisión y perplejidad, con su momento culminante cuando un responsable de las Farc dijo que si él hubiera sido sueco sería socialdemócrata. Lo que pasa es que si hubiera sido sueco, no sería guerrillero.
Pero hay razones de mayor gravedad. La primera es la pretensión de los insurrectos de obtener concesiones políticas a cambio de humanizar la guerra. Es posible, o seguro, que el Ejército colombiano no siempre se ha comportado como corresponde a las fuerzas armadas de un Estado de Derecho, pero, aparte de que eso no puede nunca servir de excusa, la prensa internacional y la colombiana, han tenido la oportunidad de criticarlo, investigarlo, denunciarlo, y afearlo. Esos comportamientos han sido siempre infracciones, vulneraciones, malversaciones de la confianza pública. La guerrilla, en cambio, se cree con derecho a librar una guerra que recurre a la extorsión, el secuestro, el terror, y, encima, quiere hacerse pagar por apearse de conducta tan escasamente nacional. Eso ya es hoy una evidencia en Europa.
De lo anterior, se deduce la práctica guerrillera de atentados contra objetivos civiles; notablemente, la salva con que fue recibida la jura de Uribe Vélez, cayera quien cayera, y ahora mismo, la destrucción de El Nogal. Sabemos que los guerrilleros tienen siempre razones de uso interno, como los purgantes, para 'justificar' todos sus actos. El Nogal era el reducto de la 'burguesía compradora' ?si es que las Farc aún recuerdan el breviario de Mao- o el nido dorado de 'la oligarquía'. Pero todo ello no da derecho a convertir el club bogotano en objetivo militar; ni los que andan por el lugar y mueren son mayoritariamente 'burguesía compradora' u 'oligarquía vendepatrias'. Sabemos también que los objetivos del 'Nogalazo' eran, sobre todo, políticos; que se trataba de demostrar ante las declaraciones del uribismo, notablemente de Fernando Londoño, según el que 'la guerrilla ya no podía ni conciliar el sueño' ?como dijo en noviembre pasado en Cartagena-, que las Farc no habían perdido capacidad de asestar golpes, y que todo eso de que el Estado empezaba a ganar la guerra, era pura fantasía. Pero lo que cometen sigue siendo un crimen.
Habrá colombianos a quienes moleste que se llame a los de las Farc 'guerrilleros', en lugar de terroristas. Yo considero correcto seguir denominándolos, insurrectos, rebeldes, guerrilleros, porque esa es su actividad de base, siempre y cuando se especifique, además, lo que hacen con el narco, cómo destruyen inocentes, como recurren a las mayores vilezas para subsistir. A fin de cuentas, virtualmente, toda la prensa latinoamericana califica a ETA de 'grupo separatista' y, si hay suerte, a lo sumo se consigna que comete actos terroristas.
Pero nada podrá sacar ya a las Farc del tacho de basura en el que se agazapan.
* subdirector de EL PAÍS de Madrid.