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En Colombia cada año 35.000 mujeres son maltratadas por sus parejas

Un proyecto de ley en el Congreso busca incrementar las penas por violencia intrafamiliar y violencia sexual. Informe Especial de SEMANA.COM sobre esta tragedia silenciosa que vive el país.

Juliana Bedoya Pérez
22 de noviembre de 2006

“La norma no cambia lo que la cultura legitima”, fue la frase de Amanda Arrieta, de la Política Pública de Mujer y Género de la Alcaldía de Bogotá, para explicar el porqué de la violencia intrafamiliar y de pareja en el país. Y es que cuando se habla del tema la conclusión es triste: si se sigue repitiendo el sistema patriarcal y de uso de la fuerza, la violencia y el maltrato continuarán. Las cifras así lo demuestran, según Medicina Legal, en 2005 se presentaron 37.660 casos de lesiones personales relacionadas con el maltrato de pareja, lo que equivale al 61,2 por ciento del total de lesiones registradas.
 
Si bien es cierto que hay hombres que son víctimas de este tipo de violencia, el 91 por ciento de las personas maltratadas en el último año fueron mujeres. Por eso es inevitable relacionar el tema de la violencia de pareja con el género femenino.
 
Con la intención de cambiar en algo esta situación se presenta el proyecto de ley para las mujeres. El documento refleja un hecho histórico, por primera vez en la historia se creó una Comisión Accidental conformada por las 26 congresistas. Por encima de sus diferencias ideológicas y de partido se sentaron a hablar sobre lo que necesitaban ellas y sus congéneres.
 
El proyecto incluye el endurecimiento de las penas para los delitos de violencia intrafamiliar y sexual, también buscan que se tipifique como delito el acoso sexual y el feminicidio, que los casos de maltrato vuelvan a ser competencia de los juzgados de familia y que se creen casas de protección temporal para las víctimas.

Un círculo vicioso

Un sistema legal más estricto y efectivo es necesario para garantizar la vida de hombres y mujeres maltratados. Pero “lo más importante es romper con los esquemas patriarcales y las relaciones de poder sobre los que funciona la sociedad”, señala Amanda Arrieta.
 
En el mismo sentido se pronuncia Antonio Castañeda, “la violencia se asume como un modo de comunicación, eso de porque te quiero, te aporreo no es tan cuento”. Castañeda es coordinador de la Casa de Justicia de Suba en Bogotá. En esta localidad se presentan el mayor número de denuncias por violencia intrafamiliar, y a partir de su experiencia no duda en afirmar que “la violencia es una expresión de cariño muy arraigada en la sociedad”.
 
La violencia se traslada de un escenario a otro, de la casa a la calle y en sentido contrario. Los modelos se repiten a través de las generaciones. Si la mujer es víctima de la imagen de sumisión y silencio que supuestamente le corresponde, el hombre es víctima social de siglos de patrones culturales que lo hacen verse como el más fuerte.
 
Por eso el maltrato emocional y verbal se asume como algo natural, aun más si es algo vivido por mucho tiempo, pues la autoestima cae y lleva a la mujer a sentirse culpable y merecedora de la humillación. “La víctima es cada vez más víctima, pierde la capacidad de protegerse a ella misma y a su familia, esto se conoce como síndrome de atrapamiento”, afirma Acevedo, de la política de mujer y género.

Para el miedo y el maltrato no hay estrato. La creencia generalizada es que el abuso y los golpes en el interior de las familias, solo ocurre dentro de los más pobres, pero cada vez se conocen más casos de personas influyentes, con buenas condiciones económicas que son víctimas de abusos y maltrato.
 
En el caso de los estratos altos, la vergüenza social y el miedo a las retaliaciones económicas frenan las denuncias, esto mismo frena a las mujeres de otros niveles sociales. No se puede decir que tienen la fortuna de ir al sicoanalista, al spa o a salir de compras, el conflicto sigue y todo esto son apenas alternativas, pañitos de agua tibia para afrontar la violencia.

Una lluvia de cifras

El porcentaje de casos de maltrato aumentaría dramáticamente, tanto en hombres y mujeres, si se rompiera con el miedo y la vergüenza. Veintidós de cada 100 mujeres golpeadas denuncian sus casos, esto sin contar a las miles de mujeres maltratadas sicológicamente que no entran en la cuenta. Por eso el Fondo para la Población de las Naciones Unidas señala que solo se denuncian entre el 5 y 10 por ciento de los casos.
 
Las cifras se vuelven aun más difusas si se le suma el hecho de que en Colombia no hay un mecanismo ni un organismo que unifique los pocos datos existentes. Medicina Legal maneja sus propias cifras, la Fiscalía General de la Nación las suyas y lo mismo pasa con las comisarías de familia.
 
Estas últimas son las que podrían tener una cifra más cercana a la realidad, pues los casos que manejan tienen que ver con todo tipo de conflictos, no exclusivamente con agresiones físicas. Antonio Castañeda afirma que “si el conflicto no es atendido, puede tornarse en violencia física”.
 
Las historias de las mujeres que acuden a las comisarías de familia demuestran no solo la gravedad del problema, sino lo endémico del fenómeno. “Tristemente, si la víctima no llega con evidencias de maltrato físico, le damos una cita de conciliación para dentro de dos meses”, explica Castañeda. Aunque esto se hace para descongestionar las comisarías, la verdad es que se puede estar poniendo en riesgo a las víctimas.
 
El primer paso para solucionar un caso es una conciliación. La pareja se sienta con un sicólogo, un abogado y un trabajador social. Ellos escuchan el caso, les dan pautas para comportarse de un modo pacífico y, si es necesario, le ponen una caución al agresor. Todo el proceso se hace solo si los dos están de acuerdo en conciliar, de lo contrario se abre un proceso judicial y ahí es cuando los organismos judiciales entran a actuar.

Justicia coja y lenta

Sólo hasta 1996 la violencia intrafamiliar se consideró un delito, algo que significó un avance enorme en la protección de los derechos de las mujeres. Sin embargo el Código Penal solo le da una pena de uno a tres años al agresor, lo que significa que es un delito menor, excarcelable y conciliable. Si el caso de maltrato pasa a los ámbitos judiciales y el victimario es condenado, puede recibir casa por cárcel, la misma en la que están las víctimas de la agresión.
 
También está el hecho de que muchas de las mujeres que mueren a manos de sus maridos, lo hacen luego de que este paga una pena o de que es denunciado. “El miedo es mucho, no solo es vergüenza, también es el saberse vulnerables y que si el esposo aparece de nuevo puede matarlas”, insiste Amanda Arrieta.

Las mujeres no denuncian la primera vez que son maltratadas, los expertos hablan de que muchas se deciden luego de cinco y hasta diez años de estar soportando el maltrato. Y si cuando lo hacen descubren que su decisión no tuvo un efecto importante y que además se pusieron en un riesgo mayor, la desilusión es grande.
Todo esto es lo que se busca cambiar con el proyecto que se radica en el Congreso. Como dice Diana Tovar, jurisgenerista de la Alcaldía de Bogotá, quien participó en la construcción del proyecto de ley. “El proceso va a ser largo y difícil, es muy amplio pero lo que queremos es que se haga una ley integral que garantice mejores condiciones para todas las mujeres”.