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EN HORA 20: Aquel que no haya financiado su campaña con ligereza que tire la primera piedra

En una amena conversación con su amigo Vladdo, el artista barranquillero Álvaro Barrios recuerda la fundación del Museo de Arte Moderno –que estrenará sede–, la ciudad cultural de los sesenta y los no muy poéticos arroyos que se convertían en ‘tsunamis’ y arrasaban con ‘Curramba’.

Miguel Botero P.
22 de octubre de 2008

VLADDO: ¿Cómo era la Barranquilla de su niñez?

ÁLVARO BARRIOS: En la primera mitad del siglo XX esta era una ciudad modelo, sus habitantes decían con orgullo que era la Puerta de Oro de Colombia. Cuando yo era muy niño vivía en el tradicional barrio El Prado, catalogado como uno de los dos más bellos de América Latina junto con El Vedado, de La Habana. En términos culturales, estaban pasando cosas muy interesantes, especialmente gracias al grupo Barranquilla, que creó un movimiento en torno a La Cueva (lea más de este emblemático lugar en la página 30). No solo eran bohemios, también fueron precursores de algunas de las instituciones y organizaciones culturales que aún existen y se pueden destacar.

VLADDO: Hay quienes dicen que Barranquilla se estancó a finales del siglo pasado, ¿está de acuerdo?

A.B.: Sí. Lastimosamente yo no pude disfrutar mucho de esa época dorada de la que hablamos. Me tocó el inicio de la decadencia y culpo de eso a la corrupción de aquellos tiempos. Fui testigo del derrumbe de las edificaciones de El Prado, que eran patrimonio arquitectónico de la Nación. El barrio se fue convirtiendo en un gran centro comercial, lo digo por su tamaño, no exactamente por su grandeza. Por fortuna, más pronto que tarde se realizaron algunos trabajos de recuperación, y se repararon varias de las edificaciones que aún hoy se preservan.

VLADDO: ¿Recuerda cómo comenzó la actividad cultural en la ciudad?

A.B.: La década de 1960 fue muy próspera en este campo, había galerías de arte y actividades muy interesantes en el Teatro Amira de la Rosa. Además, tuvimos aproximaciones a la museología con el Museo Romántico y los primeros intentos por fundar el de Arte Moderno. Esto, por cierto, fue algo paradójico, intentamos poner la primera piedra de esa construcción unas tres veces. Personajes como el arquitecto Ricardo González Ripoll y el escritor Álvaro Cepeda Samudio tenían sentido de civismo y creyeron en el proyecto. Sin embargo, no lográbamos superar esa fase inicial.

VLADDO: Pero contra todos los pronósticos, el museo abrió sus puertas y hoy se construye una nueva sede en el centro de la ciudad, con un diseño que le hace honor a su nombre. ¡Han debido llevar las tres primeras piedras y montar una pared!

A.B.: Tal vez, pero nuestra conclusión es que más que una primera, segunda o tercera piedra, lo importante es que el museo, que tiene más de 20 años, exista como institución y lidere actividades interesantes, así sea en espacios prestados o alquilados. Hoy se está terminando la construcción de la sede definitiva, que está ubicada en el Parque Cultural del Caribe. Encargamos el diseño al arquitecto Giancarlo Mazzanti (su entrevista en la página 26). Después de un proceso largo, finalmente se aprobó el proyecto definitivo y se logró conseguir la financiación. Está quedando muy bonito y ya tenemos muchos proyectos en mente. Mientras tanto, seguirá operando la sede ubicada en el norte de Barranquilla.

VLADDO: No importa si es en la sede vieja, o en la nueva, lo importante es que siga abierto…

A.B.: Claro, como te digo, el museo existe hace más de dos décadas y quiero creer que su inauguración fue el punto de partida para que, de forma paralela al resurgir de la ciudad, florecieran otros espacios culturales. Entre ellos, el Carnaval Internacional de las Artes, Barranquijazz y el esfuerzo más reciente, la Feria Internacional del Libro, que comenzó este año.

VLADDO: A qué se refiere con el “resurgir de la ciudad”…

A.B.: He tratado de mantenerme al margen de la actividad política, pero sí puedo decir que crecí en una ciudad que durante mucho tiempo le puso trabas a su propio progreso. Los arroyos, por ejemplo, siempre los vi como una especie de maldición que tenía Barranquilla. Acá llegó una famosa misión japonesa buscando solución al problema. ¿Cuál fue la conclusión que sacó la administración distrital? Que salía tan costosa como construir un metro y que, como consecuencia, nunca podríamos liberarnos de los arroyos.

VLADDO: Pero se liberaron.

A.B.: Finalmente, hace unos diez años, llegó la canalización y se empezó a ver una solución más clara. Yo vivo en la calle 84, al margen de uno de los peores caudales que tuvo la ciudad. Por si no los han visto nunca, son impresionantes, porque no se trata de un arroyo en el sentido romántico del ‘arroyuelo’ que baja de una colina, este es como un tsunami que arrastra carros y buses llenos de gente. Vivíamos al borde de las tragedias.

VLADDO: Así como se encontró una solución para ese problema, se han resuelto otros, ¿no?

A.B.: Sí, volviendo al tema por el que me preguntabas, las obras de los arroyos se han desarrollado de manera paralela a lo que llamo el resurgir de Barranquilla. Hoy, esta es una auténtica capital de parques, que no son solo maquillaje para mostrar un espacio bonito, han sido una gran solución para varias comunidades que no tenían lugares de recreación para sus niños. Además, este año el Distrito fue escenario de eventos deportivos de talla internacional para los que se construyeron escenarios de primer nivel. También habría que resaltar el despertar de la edificación arquitectónica y la apertura de nuevas vías. Tal vez suene muy optimista, pero podría decir, con el respeto que me merecen los caleños, que Barranquilla les está pisando los talones como tercera capital del país.

VLADDO’: La ciudad ha avanzado, pero siempre se puede hacer más, ¿en materia de cultura qué desafíos quedan por superar?

A.B.: Barranquilla necesita más escenarios de alto nivel intelectual. Por ejemplo, durante mucho tiempo el teatro Amira de la Rosa cumplió una gran labor educativa porque era un espacio de primer nivel, hoy, por razones que no son claras, permanece cerrado. Algo similar pasó con el Museo del Caribe, pero por fortuna la crisis se superó y funciona con normalidad. También creo que aquí hay espacios independientes que trabajan con poquísimo presupuesto y lo hacen con un criterio acertadísimo. Merecen ser escuchados; merecen un apoyo económico.