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En medio de la desolación, bajo escombros y en el asfalto, Perú encuentra 520 muertos y 1.600 heridos

El terremoto de magnitud 8 en la escala de Richter dejó, además, 85.000 damnificados. Comienza dolorosa identificación de las víctimas. Tres ciudades -Pisco, Ica y Cañete- destruidas en un 70 por ciento.

MARTIN MEJIA y EDISON LOPEZ, AP
16 de agosto de 2007

Miles de personas trataban de sobreponerse al devastador terremoto que causó al menos 520 muertos, 1.600 heridos y miles de viviendas destruidas a lo largo de varias ciudades y poblados del sureste peruano.

La ciudad de Pisco, a 265 kilómetros al sureste de Lima, lucía arrasada y tan solo las ruinas de cientos de hogares sobresalían sobre los terrenos en los cuales se erguían hasta el miércoles cuando el terremoto de 7,9 grados se produjo a las 6:41 horas de la tarde.

Este jueves temprano, dos fuertes réplicas se sintieron en esta localidad y en Lima, desatando nuevamente el temor entre los habitantes y especialmente en la capital cientos de personas abandonaron los edificios donde laboraban.

La Defensa Civil informó que el número de muertos aumentó al menos a 520 y más de 1.600 personas estaban heridas, la mayoría en esta ciudad del desierto costero peruano.

La morgue de uno de los hospitales de la ciudad lucía repleta de cadáveres, y un fotógrafo de AP constató que al menos 50 muertos estaban apilados en uno de ellos.

Mientras, decenas de personas buscaban ser atendidos por golpes y fracturas ocasionadas por la caída de paredes o vidrios que se desprendieron durante el movimiento.

"Estamos realizando el puente aéreo a Ica, y estamos evacuando a heridos para Lima", dijo el presidente Alan García quien llegó en un helicóptero a esta ciudad para constatar los daños e impulsar la ayuda en la región, declarada en emergencia por 60 días.
Aún se observaba a los habitantes de esta ciudad buscando entre las ruinas a parientes o tratando de recuperar algunos objetos de entre los escombros de las casas caídas, en su mayoría de adobe.

La ciudad parecía sitiada, no había luz eléctrica, tampoco agua potable, las telecomunicaciones estaban seriamente afectadas, y la ayuda apenas empezaba a llegar desde Lima por el puente aéreo.

Miles de habitantes durmieron a la intemperie, algunas porque se quedaron sin sus hogares, y otras aún temerosas de que vuelva a ocurrir otro sismo.

"Todo parecía como el fin del mundo, sentimos que el temblor era eterno, y luego vimos como todo se caía", dijo una mujer de unos 35 años, que se identificó como Martha, y que no paraba de llorar, sentada, a las afueras de uno de los hospitales de Ica.

La policía vigilaba la ciudad y trataba de calmar a los habitantes, que aún mostraban pánico en sus rostros.

Varias iglesias también se desplomaron en la localidad, que lucía semi aislada por el derrumbe de varios puentes y el serio daño de las carreteras que la conectan con el resto del país.

En tanto en Chincha, aledaña a Ica, los habitantes caminaban en medio de escombros, como fantasmas cubiertos con sábanas y frazadas, aún golpeados por la destrucción de sus hogares.

El papa Benedicto XVI expresó su pesar por las víctimas del terremoto e "imparte a los afectados y a quienes les socorren, la confortadora bendición apostólica, como signo de afecto al querido pueblo peruano".

En Chincha, unos 30 cadáveres se hallaban desperdigados, cubiertos por frazadas, en el patio de uno de los dos hospitales.

Otras 200 personas eran atendidas de golpes y fracturas en las afueras del hospital, también afectado por grietas en su estructura por el sismo que duró alrededor de dos minutos, y que tuvo su epicentro en el océano Pacífico, cerca de esta población, y de las localidades de Pisco e Ica, también seriamente dañadas.

"Tenemos saturados nuestros servicios, y la mitad del hospital ha colapsado", dijo a la AP el doctor Huber Malma, que trataba de atender él solo a decenas de personas que clamaban por ayuda.
"Todos tenemos miedo de volver a nuestras casas... estamos asustados, por lo que ha sucedido", dijo aún llorosa María Cortez, sentada en una silla plástica junto a la mitad de su casa destruida.

"Esto es bien feo, nunca hemos tenido este percance... toda mi casa se cayó", explicó Luzmila Huamán, quien perdió a una pequeña sobrina bajo las ruinas de su hogar.

Y si Chincha e Ica lucían devastadas, el escenario se repetía en la cercana ciudad de Pisco, en donde unas 50 personas murieron aplastadas por el techo de un templo católico al que habían acudido a orar al momento del terremoto.

Según el alcalde de Pisco, Juan Mendoza, al menos unas 200 personas se encontraban en la iglesia, e indicó que el sonido de los teléfonos celulares bajo los restos del antiguo edificio hacía pensar que aún había personas sepultadas.

Efectivos policiales se apresuraron a apilar los muertos a un lado de las ruinas, también temerosos de que la fachada del templo, lo único que quedó en pie, cayera sobre ellos. 
 
El camarógrafo de AP Mauricio Muñoz colaboró desde Chincha con esta información.