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Fracaso reformista

Los reformistas en Irán no sólo perdieron las elecciones del fin de semana sino que su fracaso como opción de gobierno permitió que el ultraconservador Mahmoud Ahmadineyard llegara a la segunda vuelta. Su opositor, Alí Rafsanjani, pasó del odio a convertirse en tabla de salvación.

Catalina Gómez Ángel
19 de junio de 2005

De antemano se sabía que el proyecto reformista en Irán por el que había votado a favor más del noventa por ciento de la población en 1997, cuando llegó al poder Mohamed Jatamí, iba a ser castigado por la población iraní. Habían pasado ocho años y el gobierno reformista no había logrado sacar adelante ninguna de las propuestas por las que había sido votado. La ilusión de los jóvenes iraníes de tener un país con una democracia más fuerte, más libre y más abierto al mundo se había ido desvaneciendo a medida de que pasaba el tiempo. Pero lo que nadie tenía en sus planes es que la sociedad iraní fuera a dar un cambio de rumbo tal, hasta el punto que un candidato ultraconservador que defiende las más radicales leyes islámicas alcanzara el número de votos suficientes que lo llevarán a la segunda vuelta de las elecciones.

Las encuestas ya decían que el posible ganador de la primera vuelta iba a ser el ex presidente moderado Ali Akbar Hashemí Rafsanjani, un viejo político de 70 años que, aunque odiado por muchos, tenía la simpatía de gran parte de la población debido a que lo veían como un hombre que al tener buenas relaciones con el clero radical iba a poder hacer los cambios que los reformistas no habían logrado. Sin embargo, también se decía que Rafsanjani no alcanzaría la mayoría de los votos en la primera ronda y que seguramente tendría que volver a las urnas este viernes 26 de junio para disputar la presidencia con alguno de los dos candidatos reformistas que se presentaron a la campaña: Mostafá Moin y Medí Karrubi.

Pero no fue así. La sorpresa la dio el candidato más conservador de los siete en contienda: Mahmoud Ahmadineyard. Este hombre de 49 años, ex alcalde de Teherán, ex miembro de las fuerzas que hacen respetar la ley Islámica, los Pasdarám, y por el que nadie daba un peso antes de los comicios del viernes logró el 19.5 por ciento de los votos sólo a un punto de Rafsanjani. Fue tanta la sorpresa que causó el número de votos que obtuvo Ahmadineyard que las sospechas de fraude empezaron a brotar desde el mismo momento que se conoció el resultado de la votación. Muchos analistas han visto la mano de los conservadores, guiados por el líder espiritual Mohamed Jamenei, en todo este asunto.

Y aunque el gobierno hizo un recuento de votos en cien mesas de las cuatro principales ciudades para comprobar que no había existido fraude, son pocos los que creen en la sinceridad del Consejo Electoral liderado por el ala conservadora de Jamenei. "¿A qué hora logró este hombre conquistar tantos votos si no es con fraude?", se preguntaban muchos analistas. Y algunos reformistas se han atrevido a decir que Ahmadineyard compró una gran cantidad de votos y que a través de las milicias había presionado a la población rural para que votarán por él, hecho que no ayuda para nada a la imagen del gobierno iraní que trataba de desmentir la afirmación del presidente estadounidense George W. Bush de que Irán no era una verdadera democracia.

Lo cierto de todo esto es que el ascenso en la vida política iraní de este radical, que en caso de ser elegido sería el primer presidente no clérigo en Irán en los últimos 24 años, tiene el país al borde de un colapso nervioso. "Pedimos a todas las fuerzas favorables de la libertad, la democracia y los derechos humanos que no se queden paradas y vayan a votar para impedir que nuestro país caiga en la trampa del talibanismo y el totalitarismo", dice un comunicado del partido del reformista Mostfá Moin.

En Irán se vive una situación parecida a la que se vivió en Francia cuando el líder derechista Jean-Marie Le Pen alcanzó la segunda vuelta de las elecciones francesas y la población tuvo que movilizarse para impedir que este líder radical se convirtiera en su presidente. Y es tal el pánico de que un hombre de las características de Ahmadineyard llegue al poder, que todos los movimientos reformistas, de estudiantes, entre otros, han pedido el voto por Rafsanjani. Contradictorio, quien fuera uno de las personas más odiadas por los reformistas es hoy su salvación.

"Podemos considerarle un arrogante y criticar que antepusiera el desarrollo a la democracia, pero ahora Rafsanjani es la única opción para preservar ésta", dice el editorial del diario reformista Sharq.

Por ahora habrá que esperar cuál es el resultado de la segunda vuelta, sin embargo hay varias lecciones que quedan de esta primera experiencia. La más importante es que la población iraní está bastante divida a su interior. Por un lado existe una población pudiente, culta y universitaria que se desilusionó de la política y que trata de hacer la vida a espaldas de ésta. Por otro, está la población más pobre y rural que se dio cuenta que con los reformistas no tuvieron ningún cambio de vida y vuelven a darle la oportunidad a aquellos que dicen preservar sus costumbres islámicas. Y es que sea cual sea el resultado del viernes lo que realmente se puede decir es que el movimiento reformista que tanto ilusionó a la población iraní, y al mundo entero, fracasó.