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Guillermo Y Gilberto: mártires de la paz

Omar Flórez Vélez *
12 de mayo de 2003

Los violentos han asesinado a dos baluartes de la paz y del progreso de Antioquia. Dos grandes promotores y defensores de los derechos humanos. Sin duda alguna, la muerte de nuestro gobernador, del consejero de paz y de ocho suboficiales de las Fuerzas Armadas, más allá de las circunstancias en que se produjo, la responsabilidad primaria es de quienes los secuestraron y los pusieron en una situación en la que su vida corría -como la de todos los secuestrados en Colombia- constante peligro. Gaviria y Echeverri ingresan al martirologio de la paz, extenso por demás, del cual hacen parte destacados ciudadanos de Antioquia. Esperamos que su sacrificio sirva para que, por fin, germine la semilla de la reconciliación nacional. Tuve el privilegio de contar con la amistad de ambos; muy especialmente la del doctor Gilberto, de quien en mi calidad de acalde de Medellín conté con su sabio consejo y su apoyo al Plan de Acción Social, el cual desarrollamos en las comunas populares durante la tenebrosa época del narcoterrorismo, con la asesoría de la consejera presidencial María Emma Mejía. Echeverri Mejía siempre estuvo preocupado por la paz. Fue miembro de la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia. Igualmente fue un demócrata integral; concibió el ejercicio de la política en la dimensión humanista. Un liberal en el más amplio sentido de la expresión. Tenía un gran carisma con su pueblo. "Yo creo que a mí me quieren porque soy honrado y porque me pongo en los zapatos del otro", decía de sí mismo. Echeverri fue un convencido pacifista: "Creo en la paz por el diálogo, creo que esa es la única manera de conseguirla. Hay gente que cree que la paz se logra con las armas. Seguramente es necesario que el establecimiento tenga un ejército recio, organizado, preparado y dotado como también se necesita una legislación más completa. Sin embargo, aun teniendo lo anterior la paz no se logra fácilmente. Se necesita el diálogo. Es que para conseguir la paz cualquier presupuesto es nada. Usted no puede conseguir la paz y conservar los privilegios. Hay que conceder. La paz no es firmar un acuerdo, sino construir un país más equitativo". Tanto Gaviria como Echeverri creían fervorosamente en el diálogo y la negociación para hacer posible la paz. Optimistas no obstante las alertas, hace un año se aventuraron en una marcha al municipio de Caicedo, pregonando sus principios, inermes y acompañados sólo por miles de personas que tenían su misma fe. Iban con el noble propósito de dialogar, pero quienes se dicen ser amigos del diálogo los asesinaron. Qué paradoja tan triste como macabra. Gaviria tuvo inequívoca vocación pacifista; fue su permanente impronta en su labor gubernamental: "Les ruego a quienes me sucedan y todos y a todas ustedes que no desfallezcan en el propósito de abrir sus corazones a la No Violencia". Su admirable y ejemplar responsabilidad de patriota y de servidor público se refleja en su histórica carta premonitoria del 16 de abril del 2002: "Mi voluntad, por tanto, en caso de un secuestro, es que el país no acepte hacer ningún tipo de concesión como contraprestación a mis captores por mi liberación. La única razón que puede mediar por mi liberación, la única que yo estaría dispuesto a aceptar, es que finalmente mis captores entiendan el derecho inalienable a la libertad que todos los seres humanos tenemos... Si no estoy cautivo sino que he sido asesinado, mi espíritu estará rogando por la paz de Colombia". Quedan sus valiosas herencias en manos de la gente buena de Antioquia para que mantengamos enhiestas tan sagradas banderas, las cuales serán la nueva insignia de la antioqueñidad. Los autores de estos crímenes han ofendido a Antioquia, han herido los sentimientos de la comunidad antioqueña y nos han obligado a cerrar filas en torno al presidente Uribe con su política de seguridad democrática y a las Fuerzas Armadas, pues con su torpeza cierran puertas de entendimiento y fuerzan soluciones severas dentro de nuestro ordenamiento jurídico. Con estos actos no es viable el Acuerdo Humanitario que ellos y algunos sectores de la sociedad reclaman; en sus manos está, basta que liberen voluntariamente y sin condiciones los miles de secuestrados que tienen; si no lo hacen, se trata de un chantaje. Mi respetuoso saludo de condolencia y solidaridad a sus distinguidas familias, al gobierno departamental, a las familias de los suboficiales que también fueron asesinados y a toda la comunidad antioqueña. PAZ en sus tumbas y pronta justicia a los culpables de tan abominables crímenes. * Congresista. Ex alcalde de Medellín