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Hong Kong: la puerta a occidente

Bajo el lema de "un país, dos sistemas" China acordó en 1997 dar al antiguo enclave británico de Hong Kong un alto grado de autonomía, convirtiéndolo en un punto de encuentro entre la cultura occidental y el gigante asiático.

17 de octubre de 2004

Después de la primera Guerra del Opio, en 1842, China cedió a Gran Bretaña la isla de Hong Kong. Ayudada por su privilegiado puerto natural, durante los siguientes 50 años se convirtió en el eje del intercambio entre Gran Bretaña y China.

Para 1970, después de décadas de inmigración masiva, Hong Kong se había convertido en una de las potencias económicas de Asia. Fue precisamente en esa década cuando las tensiones comenzaron a crecer entre Beijing y Londres por el futuro de la isla. Con la apertura de China al comercio y la inversión internacional en 1978, el potencial de Hong Kong para convertirse en su puerta al mundo se volvió evidente. Deng Xioping, el líder del país asiático en ese momento, se rehusó a extender el control británico sobre la isla.

Finalmente, en 1984, Deng y Margaret Thatcher acordaron que Hong Kong volvería a estar bajo control chino en 1997, tal y como estaba establecido, pero que sería una 'región administrativa especial'.

El primero de julio de 1997 se dio la histórica entrega. Las libertades de Hong Kong se mantuvieron y se acordó preservar el sistema social y político por los siguientes 50 años. El principio de "un país, dos sistemas" comenzó a ser aplicado. China controla los asuntos de defensa y la política exterior pero el territorio tiene su propia moneda y sistema de aduanas.

Hoy, la isla es el hogar de los principales medios asiáticos. Su libertad contrasta con los estrictos controles aplicados a los medios en la China continental. Su puerto es uno de los que más movimiento registra en el mundo y se ha convertido en un centro financiero. Con muy escaso espacio para expandirse, la isla, con casi siete millones de habitantes, tiene la densidad poblacional más alta del planeta (unas 6.300 personas por kilómetro cuadrado).

Debido al legado colonial, el sistema político de Hong Kong es arbitrario y anacrónico, de acuerdo con algunos analistas, y sólo la mitad de los escaños del llamado Consejo Legislativo son por elección directa. El resto son escogidos por el sufragio indirecto de varios gremios que tradicionalmente se alinean con el poder central. Aunque la semiconstitución de la isla permite el desarrollo de procesos democráticos, de acuerdo con la legislación aprobada este año, y para frustración de los demócratas, Beijing puede vetar cambios al sistema político.

En teoría, Hong Kong clama por la democracia, pero las elecciones de septiembre terminaron en una pérdida de terreno para los demócratas. Parecería que Beijing, con una política de zanahoria y garrote, ha sabido salirse con la suya. Desfiles de los héroes olímpicos se combinan con episodios como la detención sin juicio de Alex Ho, un candidato del Partido Democrático, por haberse acostado con una prostituta en el sur de China. Su castigo fueron seis meses de detención para "reeducarlo". Junto a Ho, varios candidatos prodemocracia se vieron envueltos en escándalos antes de las elecciones, por lo que se habló de una guerra sucia de parte de Beijing.

En ese contexto, las tensiones entre un Hong Kong libre y una China no tan libre siguen vigentes y persisten las dudas sobre hasta qué punto Beijing mantendrá sus promesas. Para muchos observadores, la importancia de Hong Kong es que sirve como termómetro para medir el futuro de Taiwán y, eventualmente, la democratización del gigante asiático.