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El líder paramilitar Carlos Castaño recibe la comunión durante su matrimonio, en una foto de archivo particular publicada en el libro 'Mi confesión'.

Miercoles, 30 de agosto

Iglesia abre polémica al excomulgar a médicos que le practicaron un aborto a una niña

¿En qué se basa la Iglesia Católica para tomar una decisión así? ¿Por qué un criminal de guerra como Carlos Castaño sí puede recibir la comunión sin que haya ninguna manifestación de censura?

30 de agosto de 2006

La polémica está servida. La Iglesia Católica decidió excomulgar al cuerpo médico del Hospital Simón Bolívar, en el sur de Bogotá, por haberle practicado un aborto a una niña de 11 años. La menor estaba embarazada de su padrastro que durante los últimos cuatro años la violaba.

Para el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia en el Vaticano no hay atenuantes porque en su concepto lo que los galenos hicieron fue “una condena de muerte contra un ser humano”. El jerarca católico no hace diferencias en si se trata de un “embrión o un feto”, como le declaró a RCN.

La decisión de la jerarquía católica generó una polémica nacional que se hizo sentir en la mañana de hoy miércoles en todos los programas de información radial. Fue el tema del día en los espacios de opinión tanto en AM como en FM. En todos los informativos, cientos de oyentes se volcaron para expresar sus puntos de vista que van desde rechazo absoluto a la decisión de la Iglesia hasta un irrestricto respaldo.

Muchos oyentes se manifestaron confundidos porque no entienden cuáles son los parámetros que tiene la Iglesia para dictar una excomunión. Por ejemplo, por qué sí se les ha prestado los servicios religiosos a los autores de las más horrendas masacres. Es el caso de la fotografía que acompaña este artículo en la que aparece el paramilitar Carlos Castaño, responsable de crímenes de guerra, recibiendo la comunión durante su matrimonio, el 15 de mayo de 2001. Es decir cuando era buscado por las autoridades como jefe máximo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que en ese momento había sembrado con sangre y dolor todos los rincones del país.

Igual el año pasado, otro religioso de la Iglesia Católica le dio la bendición y la comunión al también líder paramilitar Salvatore Mancuso. Y en otros tiempos, el silencio de algunos miembros de la Iglesia frente a otros delincuentes también ha sido evidente.

En la edición #1.265 de la revista SEMANA, que entró en circulación el pasado 31 de julio, la periodista María Isabel Rueda tuvo el siguiente diálogo con Alonso Salazar, uno de los investigadores que más a fondo ha estudiado el fenómeno del narcotráfico, en general, y del capo Pablo Emilio Escobar Gaviria, en particular, a propósito de las recientes revelaciones de la diva Virginia Vallejo:

M.I.R.: Considero que su libro La parábola de Pablo, sobre el auge y la caída del capo, es uno de los documentos históricos más serios que se han escrito sobre este episodio de la vida del país. Como historiador, ¿qué opinión le merece la versión de Virginia Vallejo?

A.S.: La declaración de ella es muy cercana a la realidad de los hechos. Su relación con Pablo Escobar fue entrañable por lo menos durante cinco años. Como gran criminal, él tenía a su lado una gran diva, tenía un capellán apoyado por el arzobispo de aquella época que era monseñor Alfonso López Trujillo, y tenía un séquito de políticos y funcionarios de la época que le hacían todos los honores.

M.I.R.: ¿Quién es un padre Lopera que Virginia Vallejo menciona como persona muy cercana a Escobar?

A.S.: Ese es el capellán. Un sacerdote que aún ejerce en la ciudad y que estuvo presente en todas las grandes manifestaciones de Escobar, y a quien curiosamente la Arquidiócesis nunca sancionó.

M.I.R.: Y monseñor López Trujillo, ¿qué tenía que ver con Escobar?

A.S.: Hay documentos publicados sobre sus relaciones con Escobar, como arzobispo de la ciudad. Se hablaba mucho de los regalos que recibía. En los años 80 en Medellín la catequesis parece que no la hubieran hecho los obispos sino los narcotraficantes. Se generalizó esta religiosidad popular fetichista alrededor de la Virgen y las alcancías de varias iglesias se crecieron porque fueron muy generosas las limosnas. Había una actitud totalmente complaciente de la Iglesia y existen casos muy conocidos de sacerdotes que salían a bendecir las motos de los sicarios.

Por eso en el día de hoy cuando trascendieron las consecuencias por el caso del aborto a la menor, las preguntas obvias son evidentes: ¿en que se basa la Iglesia Católica para ex comulgar a uno de sus feligreses? ¿Por qué ha sido tan vehemente en el caso de una niña que físicamente ni sicológicamente estaba en condiciones de ser madre? ¿En cambio, por qué en los casos mencionados sí ha entregado la comunión?

La noticia cayó como un balde de agua fría en el Hospital Simón Bolívar aunque los médicos aseguraron que pese a ser parte de la Iglesia Católica no se arrepiente de la decisión que tomaron porque, entre otras razones, tenía el aval de la Corte Constitucional. De hecho, con su caso el aborto legal se inició formalmente en Colombia.
Héctor Lemus es médico de la Universidad Nacional, católico, ex acólito y se formó académicamente en un colegio de monjas, y hoy es el director del Hospital. “Soy un funcionario público que acato una norma de la Corte. El procedimiento lo realizó el hospital, no una persona -afirmó Lemus-. Yo, como cabeza del centro médico, asumo la responsabilidad, por eso solicito que no excomulguen a mis funcionarios”, pidió sobre la decisión de la Iglesia.

Y sobre el aborto en sí a la menor, el doctor Lemus también fue categórico: “Tengo mi conciencia tranquila porque vi la cara de esa niña el día que llegó al hospital, angustiada por su embarazo y por su infancia perdida. Y porque vi su rostro el día que salió del hospital al recuperar su niñez, amigos, peluches y su colegio”.

El cardenal López Trujillo no ve la situación así. Para él, la niña “cayó en una banda de malhechores”. Con posiciones tan diversas, lo cierto es que la polémica está servida.