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Inmigrante desterrada

El retiro de la nacionalidad holandesa a la ex parlamentaria Ayaan Hirsi Ali fue una muestra clara del refuerzo de las leyes migratorias en Europa. Pero, además, ha generado controversia alrededor de la protagonista de esta historia.

Carolina Vegas
30 de mayo de 2006

Ayaan Hirsi Ali es una mujer que genera los más profundos amores, pero también los más temibles odios. Fue conocida como la “inmigrante más famosa de Holanda” y durante los últimos tres años se había desempeñado como miembro del Parlamento de ese país. Además, se ha distinguido por defender los derechos de la mujeres musulmanas y por sus recalcitrantes críticas en contra de la religión islámica. Pero, aun así, por haber mentido a la hora de aplicar al asilo político en 1992, la Ministra de inmigración, Rita Verdonk, en un acto muy criticado, decidió el 16 de mayo quitarle a Hirsi Ali la nacionalidad.

La Ministra le informó a la parlamentaria, en una carta que, a partir de ese día, ya no podía considerarse holandesa. Hirsi Alí reaccionó de inmediato renunciando a su curul. En menos de un día de expedida la sentencia, el Parlamento en pleno sesionó para tratar de evitar la entonces inminente expulsión del país de la representante a la cámara baja. La razón para tal revuelo era que Verdonk, además de pertenecer al mismo partido que Hirsi Ali (el conservador Partido de las Personas a Favor de la Libertad y la Democracia (VVD)), tomó la decisión de retirar su nacionalidad en menos de 72 horas, cuando un proceso así suele ser bastante más largo.

La ahora ex parlamentaria nació en Mogadiscio, Somalia, en 1969, y su verdadero nombre es Ayaan Hirsi Magan. Además, ya era refugiada política en Kenya, al igual que el resto de su familia, desde principios de los 80. Ella asegura que en 1992 pidió asilo en Holanda porque su padre, a quien ella describe como un musulmán radical, la estaba enviando a Canadá para que se casara, obligada, con un primo lejano. A la hora de tramitar los formularios, ella cambio su apellido por Ali, su fecha de nacimiento y declaró que antes de llegar al país estaba viviendo en Somalia, país destruido por la guerra civil y que, por lo tanto, deseaba el estatus de refugiada política. Todos estos datos resultaron ser mentira. Ella, antes de llegar a Holanda, había pasado por Alemania, en donde si en verdad se encontraba huyendo de un conflicto, habría podido pedir asilo.

Estos hechos eran de conocimiento público desde hace muchos años, porque Hirsi Ali se había encargado de contar su verdadera historia en sus libros y en entrevistas. Ella declara que cambió los datos, primero, porque temía que su familia la encontrara y la asesinara por no cumplir sus deseos, y segundo, porque los funcionarios de inmigración le recomendaron presentar una historia más grave para asegurar el éxito de la solicitud. Desde cuando ella llegó a Holanda y fue aprobado su asilo y, posteriormente, su nacionalización, trató de superarse y aprender. Al principio trabajó como aseadora y luego, como traductora para el Servicio Nacional de Inmigración. Luego estudió ciencia política en la Universidad de Leiden, para después iniciar su campaña como activista por los derechos de las mujeres y los niños musulmanes.

Ella siempre ha asegurado que sus ácidas críticas a la cultura musulmana son fruto de los maltratos que sufrió en su casa. Cuando tenía 5 años, su abuela le practicó la circuncisión femenina (cortar y remover la totalidad del clítoris, práctica bastante común en África y algunos países árabes), cuando su padre se encontraba de viaje. Además, asegura que fue víctima de maltratos constantes por parte de los hombres de su familia. Ese siempre ha sido su bastión de apoyo en la lucha contra el Islam que emprendió desde hace años y que se vio bastante impulsada con los ataques del 11 de septiembre. Ella se declaró atea en 2002.

Fue gracias a un documental para televisión que salió al aire el fin de semana antes del escándalo, que Rita Verdonk se interesó en investigar su caso. En el reportaje, periodistas holandeses habían viajado a Somalia y Kenya para entrevistarse con familiares de la ex diputada. En él se revelaban las mentiras que sustentaban su estatus de refugiada política. Sus familiares refutaban que ella hubiera sufrido abusos impulsados por la religión durante su infancia, porque la familia no era fundamentalista. Además, dijeron que el matrimonio con su primo nunca había sido impuesto por su padre.

Rita Verdonk, quien antes de dedicarse a la política era guardia de una cárcel, y que es fiel defensora del refuerzo de las leyes de inmigración, aseguró que su decisión buscaba mostrar que nadie tenía derechos especiales en Holanda y que todas las mentiras y falsedades serían castigadas de la misma manera. Se rumora que el Primer Ministro, Jan Peter Balkenende, obligó a la Ministra de inmigración a suavizar la sentencia expedida. Después de la sesión del Parlamento, ella aseguró que Hirsi Ali mantendría su estatus de refugiada política, una visa de residente, que podía seguir haciendo uso de su pasaporte holandés por mes y medio más y que una nueva petición de nacionalidad sería recibida por el ministerio con el mayor de los gustos.

De todas maneras, la imagen de Verdonk cayó en picada, al igual que su aspiración de lograr la dirección del partido y convertirse en candidata a Primer Ministra en 2007. “Esto fue un error político gigantesco para ella. La política holandesa siempre se ha distinguido por buscar el consenso, pero ella actuó de manera acelerada y sin consultar a nadie más”, explicó a Semana.com Matt Cherry, director ejecutivo del Instituto para Estudios Humanísticos y representante ante Naciones Unidas por la Unión Internacional por el Humanismo y la Ética (IHEU)

Controversial y criticada

Pero el que Verdonk haya quedado como la bruja de este cuento no convierte a Hirsi Ali en una víctima, ni es una ‘santa paloma’. Ella es, sin duda, una de las figuras más controversiales en el país europeo. A pesar de haber sido galardonada por Reader’s Digest como la “Europea del año” y de que la revista Time la declara una de las 100 personas más influyentes del mundo en 2005, no tiene un gigantesco número de seguidores. Empezando por los propios inmigrantes de su país, en gran número musulmanes y africanos, quienes no la quieren ni apoyan.

Hirsi Ali comenzó su carrera de activista política en grupos de izquierda. Pero su discurso a favor de las mujeres fue transformándose rápidamente en un discurso de odio contra el Islam. Finalmente se afilió al partido de derecha, porque los demás le parecieron demasiado “políticamente correctos”. En su más famoso libro de ensayos, Yo acuso, dice que el profeta Mohamed era lo que los occidentales considerarían como un viejo pervertido, subrayando su matrimonio a los 53 años con Aisha que, se supone, tenía solamente nueve años.
 
Luego unió fuerzas con el también anti musulmán director de cine Theo van Gogh y crearon juntos el documental Sumisión, en donde aparece una mujer vestida con una burka transparente mientras son proyectadas sobre su cuerpo frases del Corán que hablan en detrimento de la mujer. Este proyecto le valió la muerte a van Gogh, quien en noviembre de 2004 recibió más de 20 tiros y fue degollado, para luego clavarle un cuchillo en su pecho, con una carta de amenaza dirigida a Hirsi Ali.

Desde entonces, la ex parlamentaria cuenta con un gran número de escoltas y el gobierno le provee la mayor seguridad. La carta era una fatwa (decreto religioso) que advertía que ella sería la siguiente en morir por blasfemar las enseñanzas de Alá. Desde entonces, se sabe que el Hofstad Group, organización terrorista marroquí, planea asesinarla.

“Al haber sido musulmana, ella puede decir y aseverar cosas que están en la mente de muchos, pero que no serían capaces de expresar. Sobre todo hoy que estamos viendo que la idea de una sociedad multicultural está fracasando porque no todos están dispuestos a adaptarse”, dijo a Semana.com Michel Walraven, periodista de Radio Netherland. Y es que ese era uno de los puntos fuertes del discurso de la ex parlamentaria. Ella decía que las leyes de inmigración deberían ser reforzadas y que la integración a la sociedad en la que se vive era lo principal. Esto era una cruzada en contra de los inmigrantes musulmanes, por considerar que su discurso no acepta la integración y está plagado de invitaciones a la violencia en contra del mundo occidental.

Hasta cierto punto se puede decir que “el tiro le salió por la culata”, pues fue el refuerzo de las leyes migratorias lo que llevó a Verdonk a revisar su caso. Cuando estalló el escándalo, los demás parlamentarios, políticos e intelectuales reaccionaron para apoyar a Hirsi Ali. En las calles la sensación fue diferente, muchos no se sintieron aludidos y la mayoría de inmigrantes declaró que ella no los representaba y que su discurso, en vez de apoyar la integración, estaba plagado de odio y fomentaba el racismo. No es nuevo el dicho de que “todos los extremos son viciosos”.

Ayaan Hirsi Alí ya estaba sintiéndose en peligro desde hacía muchos meses. En abril, sus vecinos en La Haya la demandaron exigiendo que se trasteara porque las amenazas contra su vida ponían en riesgo a todos los que vivieran cerca de ella. Los vecinos ganaron y ella debió mudarse. Desde entonces estaba planeando una eventual renuncia a su curul para aceptar un puesto en la organización política neoconservadora estadounidense American Entreprise Institute. Se sabe que ella se trasladará para Estados Unidos y que, en efecto, aceptó un puesto en esa organización, pero por el momento no se ha confirmado cuando ocurrirá.